Francisco Tobajas Gallego
José María López Landa (1878-1955), escribía en su Historia de Calatayud para escolares, obra premiada en los Juegos Florales de Calatayud de 1946 y prologada por su discípulo Pedro Montón Puerto, en su única edición de 1979, que la primera vez que se vio la luz eléctrica en Calatayud, fue durante unas fiestas de la Virgen de la Peña, en el escaparate de la antigua botica de Artieda, que entonces regentaba Benito Vicioso, quien había fabricado unas pilas húmedas con cuatro pucheros e ingredientes de su farmacia. Aquella luz mortecina, que daba una pequeña bombilla de filamento de las primitivas de Edison, sorprendió a propios y extraños, pues pocos podían creer que aquella luz no desprendiese humo ni mal olor. López Landa añadía que debieron transcurrir bastantes años, hasta ponerse en funcionamiento una central eléctrica en la ciudad.
Comillas fue la primera ciudad española en contar con luz eléctrica en sus calles, gracias al indiano Antonio López y López, primer marqués de Comillas. Esto ocurría en 1881, apenas un año después que la electricidad hubiera alumbrado la ciudad inglesa de Godalming, por primera vez en la historia. Antonio López invitó al rey Alfonso XII a celebrar en Comillas un Consejo de Ministros, el 8 de agosto de 1881, fecha que tendría lugar la inauguración de la luz eléctrica.
En 1875 se había construido en Barcelona la primera central eléctrica, constituyéndose en la misma ciudad la Sociedad Española de Electricidad en 1881. En este último año llegaría a Barcelona la electricidad y al año siguiente a Madrid, en ambos casos con motores de vapor. En Zaragoza comenzaría el suministro eléctrico en 1894, a cargo de la Compañía Aragonesa de la Electricidad y de la Electra Peral Zaragozana, aunque los cafés Iberia, Ambos Mundos y París ya tenían alumbrado eléctrico.
La revista Gaceta industrial y ciencia eléctrica de 1891 indicaba que treinta, de las cuarenta y nueve capitales de provincia españolas, tenían o estaban instalando entonces el alumbrado eléctrico. Las ciudades de Soria y Guadalajara comenzaron este servicio en 1897, Ciudad Real en 1898 y Oviedo en 1900. En 1900 se contabilizaban quinientas setenta y una poblaciones con electricidad, que correspondía con un 6,2% del total de los municipios de España.
La ciudad de Teruel comenzó a utilizar la electricidad en 1889, con un motor de vapor a cargo de la empresa Fernández y Eced, Eléctrica Turolense. La ciudad de Huesca comenzó en 1890, con un motor de gas a cargo de la empresa Francisco Casaús y Leopoldo Navarro. En 1893 comenzaría a funcionar La Hidroeléctrica de Huesca, de la que Leopoldo Navarro sería fundador y accionista.
Leopoldo Navarro Moreno había nacido en Saviñán en 1850. Fue maestro de obras en Huesca. Casó en Saviñán en 1909 con su sobrina Felisa Cormán Navarro. Él fue quien animó a José Gracián Gasca a viajar a Huesca, para conocer las instalaciones de La Hidroeléctrica oscense. Este viaje fue decisivo para la llegada de la luz eléctrica a Saviñán, cuyo servicio se inauguró el 14 de enero de 1896.
La ciudad de Daroca comenzó a utilizar la electricidad en 1892, a cargo de la Eléctrica Darocense. Antes que todas ellas, la ciudad de Calatayud contó con electricidad en 1888, a cargo de la Sociedad de alumbrado eléctrico Alonso y Cía, que utilizaba un motor hidráulico. La revista La Electricidad de 1889, se hacía eco de la instalación de la luz eléctrica en Calatayud. En esta ciudad funcionaba una fábrica desde el 27 de agosto de 1888. Utilizaba un salto de 80 cv, con dos turbinas de 20 cv, acopladas a dos dinamos Gramme, de las llamadas «de compensación», que eran capaces de alimentar doscientas cincuenta lámparas incandescentes, de 16 bujías a 110 voltios. Distribuía al alumbrado de incandescencia y de arco voltaico. También disponía de acumuladores de cincuenta y cinco elementos, capaces de dar 150 amperios a 110 voltios.
En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud del 8 de agosto de 1888, se había visto una instancia de José Alonso, vecino de Zaragoza, manifestando que deseaba implantar en esa ciudad el alumbrado eléctrico particular y público, siempre que le conviniera a la corporación, servicio que estaba siendo aceptado en todas las ciudades. Pedía la autorización correspondiente del ayuntamiento, para llevar a cabo este proyecto. La corporación acordó dirigirse al interesado, señalando que no se oponía al establecimiento de esta industria y que veía con buenos ojos que Alonso fuera el iniciador en aquella ciudad, de uno de los adelantos que más honraban al progreso humano.
En la sesión del 22 de agosto, Alonso pedía autorización para colocar postes en la vía pública y cables en las fachadas de las casas, a fin de establecer este servicio. La corporación acordó concedérsela, para que pudiera hacer uso de la vía pública y establecimientos públicos, sin perjuicio del libre tránsito de los vecinos y previa la presentación del plano de la obra, para su aprobación.
En la sesión del 10 de octubre se vio una instancia de Alonso y Gerner, propietarios e instaladores de la luz eléctrica en la ciudad, en la que señalaban que estaban dispuestos, por el momento, a llevar a cabo el alumbrado particular en las calles de la Rúa, hasta la cárcel vieja, Marcial, Bodeguilla, Mesones, Plaza del Fuerte, San Martín, Trinidad y cárcel vieja, estando algunos trabajos a punto de finalizarse. Añadían que el ayuntamiento podía aprovecharse para el alumbrado público, colocando las luces que tuviera por conveniente en las demarcaciones indicadas. Este servicio se iría prolongando progresivamente a otras calles, según fueran llegando las suscripciones del vecindario. De esta forma, el ayuntamiento podría contar con un número importante de luces, sin que para ello tuviera necesidad de grandes desembolsos, como ocurría en otras poblaciones, donde se había implantado este servicio. El ayuntamiento debía pagar por la instalación el cable necesario para cada luz, corta circuitos, soportes, lámparas, pantallas y demás accesorios necesarios, cuyo presupuesto se elevaba a 10 pesetas por lámpara, más 20 céntimos por noche, a pagar por mensualidades vencidas. Las lámparas que se hubieran de cambiar por la consunción del platino, debido al uso, sería a cuenta del ayuntamiento, a razón de 5 pesetas por lámpara. La empresa no respondería de las interrupciones que pudieran producirse, por incidentes ajenos a su voluntad, teniendo que suspender provisionalmente el alumbrado. El ayuntamiento acordó pasar esta instancia a la Comisión de Alumbrado, para que emitiera su informe.
Este informe se vio en la sesión del 17 de octubre. La Comisión consideraba que el ayuntamiento debía admitir la puesta en marcha de la mejora propuesta, sustituyendo el alumbrado por eléctrico, allí donde fuera posible. Para aceptar este servicio, se había de dar seguridad para que no sufriera interrupciones. La Comisión encontraba excesivos, tanto los gastos de instalación, como los 20 céntimos por noche. Pensaba que la sociedad eléctrica debía garantizar la seguridad del alumbrado, proponiendo unos precios más razonables, dada la situación financiera del municipio.
El concejal Díez señaló que, según noticias que había podido conocer, la instalación de la luz eléctrica no se llevaba a cabo en condiciones de seguridad, para evitar desgracias los días de tempestades, frecuentes en la zona. No conocía a fondo la materia, por eso proponía el nombramiento de una comisión de peritos, para que estudiara el asunto y elevara un informe al ayuntamiento. Para formar esta comisión se nombró al jefe de telégrafos, Pedro Giráldez, y a los catedráticos de Ciencias del colegio municipal, Alberto García Viota y Alberto Espinosa. El concejal Ortega propuso facilitar a la prensa cuantos datos y antecedentes fueran necesarios, que habían servido a la Comisión de Alumbrado. A petición del presidente, se acordó que no se autorizara a la empresa de alumbrado eléctrico la colocación de postes de madera en la Plaza del Mercado, o que reunieran las mejores condiciones de ornato para hacerlo.
El dictamen de los peritos, firmada el día 16 de octubre, se vio en la sesión celebrada el día 31. El ayuntamiento les había preguntado por el posible peligro del cable conductor para las personas y si los cables, que habían tendido los instaladores de la luz eléctrica, podían dar lugar a desgracias en días de tormenta, produciendo descargas de graves consecuencias.
La comisión de peritos señalaba que, siendo que en la instalación se empleaba una máquina dinamo eléctrica de Gramme de corriente continua, de una potencia de 100 voltios, la corriente eléctrica que invadía el cable conductor, aunque llegara en su mayor intensidad, era una corriente suave y tolerable por la sensibilidad del cuerpo humano. Aunque el individuo cerrara el circuito, la conmoción que pudiera sentir, jamás sería causa de daño alguno. La comisión afirmaba que, aunque el número de luces hiciera necesario otra dinamo, no debía emplearse ninguna que pasara de la potencia indicada. Referido a la segunda pregunta y sin entrar en apreciaciones científicas, la comisión consideraba que, aunque el cable no estaba revestido como sería deseable, con una coraza aislante que lo pusiera al abrigo de todos los fenómenos físicos que pudieran tener lugar, creían que no ofrecía peligro alguno, siempre que se dispusiera de aparatos necesarios al efecto. Añadía que en la misma instalación, se había colocado un aparato indicador de la existencia de derivaciones a tierra, que a la vez desempeñaba un papel importante de pararrayos. Este aparato era importante, siendo necesario llevar a cabo el montaje con mucha atención. Consideraba que la derivación a tierra, que se establecía en la instalación, no obedecía rigurosamente a los principios científicos, siendo a su parecer deficiente. Pedía que se reformara el montaje efectuado, construyendo una cadena de tres hilos de 4 milímetros para conductor a tierra, soldando y arrollando esta cadena a una plancha de cobre de regular superficie y espesor, para que se enterrara a un metro de profundidad, en un lugar con constante humedad. Verificado así el montaje, se aseguraba que las descargas de las corrientes exteriores fueran a parar a este aparato, salvando así todas las instalaciones y anulando el peligro. Firmaban este informe Pedro Giráldez, Alberto García, Alberto Espinosa y Eduardo Orchel.
En la sesión del 14 de noviembre, el concejal Juan del Pueyo aseguró que no consideraba justo establecer privilegios en determinados barrios de la población, porque serían perjudiciales para el resto de los vecinos, proponiendo que se admitieran proposiciones para generalizar el alumbrado eléctrico a toda la ciudad.
En la sesión celebrada el 27 de diciembre, Díez señalaba que, estando a punto de finalizar el contrato del alumbrado público, sería de interés que el ayuntamiento se ocupase de la instalación de la luz eléctrica. La empresa de electricidad, decidida a llevar a cabo esta mejora, había presentado para este fin un croquis de las calles y plazas de la ciudad, para que de esta manera se pudiera apreciar mejor el número de luces a instalar, así como su colocación, de cuyo asunto se ocupaba la Comisión de Alumbrado. El ayuntamiento acordó que Díez, como presidente de la Comisión de Hacienda, junto a la Comisión de Alumbrado, estudiaran el asunto con detenimiento, proponiendo lo que consideraran más ventajoso.
Este proyecto no debió salir adelante, pues a principios del año 1889, el ayuntamiento nombró a cuatro faroleros nuevos. La compañía de electricidad debió continuar con el servicio de luz eléctrica, a las casas particulares de los vecinos, aumentando su número según las peticiones. En la sesión del 22 de diciembre de 1890, el concejal Millán consideraba la conveniencia de instalar en la ciudad la luz eléctrica, para el alumbrado público, señalando que la empresa que venía explotando este servicio, estaba dispuesta a hacer concesiones ventajosas, para implantarlo en buenas condiciones. Díez recordó los inconvenientes que se habían formulado para admitir las condiciones, que en otra ocasión había formulado la empresa de la luz eléctrica, pero el ayuntamiento debía estar siempre dispuesto a escuchar sus proposiciones y estudiarlas, con el objeto de optar por el sistema de alumbrado eléctrico, si las consideraba aceptables.
En la sesión del 13 de julio de 1891, se vio una instancia de cuatro vecinos, que se ofrecían de faroleros del alumbrado público, con una economía de 45 pesetas mensuales. El 22 de julio, la Comisión de Alumbrado propuso dejar en suspenso la reforma que proponían estos vecinos, pues el proyecto de instalación de la luz eléctrica en la población se encontraba muy avanzado. Numerosas fueron las quejas de vecinos y concejales, por el mal funcionamiento del alumbrado público, que al fin convencieron a la corporación para pasarse al alumbrado eléctrico.
La subasta para el alumbrado eléctrico público de Calatayud se celebraría el 6 de mayo de 1894, adjudicándose, como mejor postor, a la compañía Lisbona-Repollés, en 4997 pesetas anuales. En la sesión celebrada el 17 de agosto, se acordaría encender el alumbrado público el día 1 de septiembre, fecha que coincidía con la apertura del teatro. En la sesión celebrada el 5 de septiembre, José Vicente señaló que, según una hoja que había circulado de la nueva sociedad de luz eléctrica La Marcial, esta empresa se comprometía a facilitar la luz durante toda la noche, por un precio módico que, aplicado a las necesidades del hospital, supondría una economía de más del 40%, por lo que proponía que la Comisión de Alumbrado estudiara el asunto y se entendiera con la empresa Lisbona-Repollés, para guardarle la preferencia, si le convenía, en los términos anunciados por La Marcial.
En la sesión del 3 de octubre, el presidente informaba que la compañía de electricidad le había invitado a la inauguración del alumbrado público, junto a la Comisión, quedando todos satisfechos. El alumbrado público de Calatayud se había inaugurado el 1 de octubre de 1894, a eso de las seis de la tarde. Al día siguiente apareció en el periódico republicano posibilista zaragozano, La Derecha, una crónica firmada por José Osés Larumbre, refiriéndose a este importante acontecimiento. En él señalaba que el alumbrado de petróleo se había sustituido por ciento sesenta y siete lámparas, de 16 bujías cada una. Este logro se debía, principalmente, al alcalde de la ciudad, José Lafuente, que llevaba solamente nueve meses en el cargo, pero la corporación ya había acometido tres empresas: las obras de la cárcel, el ensanche del cementerio y el alumbrado público. Las máquinas habían sido bendecidas, con discursos del alcalde, José Lafuente, y del juez de primera instancia, Ramón Ferrán. También habían estado presentes en el acto Pedro Giráldez, en representación de la empresa, y los señores Larripa y Ruiz, teniente coronel de la zona. El aperitivo había sido servido por los señores Sancho y Lisbona.
El cronista hacía mención de la labor del modesto oficial de telégrafos, Pedro Giráldez, que había dirigido los trabajos de instalación, y del obrero montador Ramón Casulleras, de los talleres del señor Muntadas, de Barcelona.
La máquina constaba de dos dínamos con 155 amperios, 120 voltios y 800 revoluciones, siendo impulsadas por un motor hidráulico, con tres turbinas de 65 caballos de potencia, llevando sus corrientes a una red de 600 lámparas, de 16 bujías cada una. La fábrica estaba situada a cien pasos de la población, en una propiedad de Prudencio Sancho. El cronista añadía: «Calatayud ha dado un paso más en el camino de su progreso. Acaso no tardará mucho en consignar nuevos adelantos en la historia de su mejoramiento natural. A poblaciones como Calatayud, que vive de las propias iniciativas, debe saludárselas con respeto».
El 24 de febrero de 1898, la empresa La Marcial Eléctrica compraría a Luis Martínez y Maximino Gutiérrez, la instalación y el suministro de luz eléctrica a la ciudad, que habían adquirido a Lisbona y Repollés. Vicente Mochales era presidente de La Marcial en 1899.
Documentos consultados:
Libro de actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1888, Sig. 140.
López Landa, J. M. (1979): Historia de Calatayud para escolares, Centro de Estudios Bilbilitanos, Calatayud.
Fotografías:
Zénobe Gramme 1893 – Zénobe Gramme – Wikipedia, la enciclopedia libre
Máquina Gramme de corriente continua. Montpellier, J. A. (1892): Las instalaciones de alumbrado eléctrico, Librería de Victoriano Suárez, Madrid.
Recibo de la Central Eléctrica de Sabiñán. Archivo Municipal de Saviñán.