XI Encuentro de estudios bilbilitanos

Se convoca el XI Encuentro de Estudios Bilbilitanos en el que tendrán cabida todos los estudios inéditos que aporten nuevas visiones de interés sobre la ciudad de Calatayud, la comarca Comunidad de Calatayud o su área de influencia.

Secciones

El encuentro se estructura en cinco secciones, presididas por los siguientes ponentes:

LA ANTIGÜEDAD: Dr. D. J. Carlos Sáenz Preciado.
HISTORIA: Dr. D. Mario Lafuente Gómez.
ARTE: Dr. D. Jesús Criado Mainar y Dra. Da. Rebeca Carretero Calvo.
CIENCIAS DE LA TIERRA Y DE LA SOCIEDAD: D. Juan Royo Abenia.
ETNOLOGÍA, FOLKLORE Y LITERATURA: Dra. Da. María Elisa Sánchez Sanz.

Lugar y fecha de celebración

El XI encuentro se celebrará en el salón municipal de Claretianos, los días 18 (en sesión de mañana y tarde) y 19 (en sesión de mañana) de noviembre según el programa que se publicará en su momento.

Comunicaciones

Las comunicaciones se presentarán en soporte informático con un máximo de 50.000 caracteres con espacios, incluyendo notas y documentación.

Se enviarán al correo electrónico dirección@cebilbilitanos.com.

El número máximo de ilustraciones será de seis. A juicio de la comisión científica del CEB, si el tema lo requiere, podrán excederse ligeramente estos límites.

Cada comunicación incluirá un resumen de la misma (máximo 10 líneas) y unas palabras clave, el resumen y las palabras clave irán en español y en inglés.

Solo se admitirá una comunicación por participante.

Se enviará un resumen previo de quince líneas como máximo, antes del 30 de septiembre de 2023, al correo electrónico ya citado.

El texto completo de la comunicación será enviado por correo electrónico antes del 30 de noviembre de 2023.

El CEB no se compromete a la publicación de los trabajos que no se presenten antes de esta fecha.

Si existiera alguna duda sobre su interés o rigor científico, la comisión científica, asesorada si es necesario por especialistas, decidirá sobre su inclusión o no en las actas.

La duración máxima de la exposición de los trabajos en el encuentro será de diez minutos para cada comunicación, que solo se publicará si ha sido expuesta durante el encuentro.

No es necesario leer íntegramente la comunicación, sino resumirla en una exposición clara y concreta de su contenido.

Las actas solamente se publicarán en versión digital.

Inscripción

· Debe realizarse antes del 16 de octubre de 2023, tanto para aquellos que presentan comunicaciones como para los asistentes.

· Se utilizará el formulario de inscripción que aparece en esta página.

· La inscripción es gratuita.

· La asistencia a las sesiones de trabajo es pública.

· Quienes deseen asistir al almuerzo de clausura, el domingo 19 de noviembre, deberán indicarlo en la ficha de inscripción y abonarán su importe en el restaurante.

Formulario de inscripción

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Juan Blas Ubide y su política bilbilitana desde la alcaldía del Ayuntamiento de Calatayud, 1908-1909

CENTENARIO DE JUAN BLAS Y UBIDE, 1923-2023

Francisco Tobajas Gallego

            En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud celebrada el 22 de julio de 1908, se leyó un oficio del gobernador civil, que trasladaba otro del ministro de la Gobernación, en el que se informaba que, aceptada la excusa presentada por Pedro Chueca Barranco, para continuar desempeñando el cargo de alcalde del Ayuntamiento de Calatayud, el rey había nombrado nuevo alcalde a Juan Blas Ubide, concejal del mismo.

Juan Blas y Ubide. Opinión 11 de septiembre de 1913

            A continuación, Juan Blas saludó a sus compañeros de corporación, haciendo constar la sorpresa por su nombramiento, que no había solicitado. Señaló que se proponía continuar con la misma política que había seguido siendo concejal: la política bilbilitana, para lo cual pidió el apoyo de sus compañeros en bien de la población, cuya prosperidad debía procurarse a todo trance. Solicitó un voto de gracias para el alcalde saliente, por su provechosa gestión al frente del municipio. Todos los grupos de la corporación se ofrecieron a colaborar, en todo lo que resultara beneficioso para la ciudad. Juan Blas agradeció este gesto, pidiendo que los concejales asistieran a las sesiones y a las comisiones, poniendo por encima de todo el interés del pueblo.

López Ruiz aseguró que no eran ciertos los rumores, que achacaban a la minoría republicana la salida del alcalde. Señalaba que los republicanos habían sufrido desconsideración al constituirse el nuevo ayuntamiento, pues estaban en ventaja con respecto a Chueca, aunque se habían limitado en cumplir con su deber. Chueca agradeció la conducta de los republicanos que, desinteresadamente y hallándose en mayoría, se habían conducido correctamente y habían prestado su apoyo a la presidencia, trabajando todos por hacer administración, no política.

A continuación fueron asignados los cargos que ostentaba Juan Blas, de regidor síndico y componente de las Comisiones de Hacienda, Paseos y Arbolado, e Instrucción Pública, Comisión especial de Festejos y vocal de la Junta Local de primera enseñanza.

Gestiones de alcaldía. Juan Blas siempre se mostró solícito a las indicaciones de sus compañeros de corporación, tomando buena nota de sus propuestas.

En la sesión celebrada el 29 de julio de 1908, el alcalde informó de las gestiones practicadas en cuanto a higiene y salubridad públicas, complaciéndose de la buena acogida del vecindario al bando de alcaldía, pues las prescripciones anunciadas se habían cumplido en su totalidad. Para ayudar al público en la limpieza de las calles, había asignado a dos individuos que, con carretillos construidos para este objeto, se encargarían de recoger de la vía pública las basuras, transportándolas a una distancia conveniente de la ciudad. Se le había asignado a cada uno un haber diario de 0,50 pesetas, adjudicándoles el estiércol. Como el alcalde no tenía fuerza para obligar a los vecinos a blanquear las fachadas de las casas, proponía que el ayuntamiento acordase hacer esta invitación, para poder dirigirse a todos los propietarios, como así se acordó.

El 2 de septiembre Juan Blas señaló que se había comprado un retrato del rey Alfonso XIII. El 30 de septiembre informó que se había recibido el título de la concesión de la medalla de oro, del Centenario de los Sitios de Zaragoza, a favor del alcalde, habiendo adquirido una medalla de oro chapeado, al precio de 20 pesetas. El alcalde confió que tenía el propósito de organizar el archivo municipal, instalándolo ordenadamente en el local que ocupaba el negociado de Estadística. Consideraba conveniente la fundación de una biblioteca popular, que podría instalarse en el salón pequeño de sesiones, con los volúmenes existentes y otros que podrían solicitarse a particulares y a la Biblioteca Nacional, quedando así acordado.

El 18 de noviembre el alcalde señaló que se habían terminado las obras, para la instalación de las aguas potables en el matadero público. El 30 de diciembre se acordó la prórroga del contrato de alumbrado público, con la Electra Marcial por cuatro años, con el voto en contra del alcalde, que pretendía que fuera por solo un año, con la intención de estudiar y modificar el contrato, por otro más favorable para la corporación.

El 3 de febrero de 1909 se autorizaba al alcalde, para que representara al ayuntamiento en la firma de la escritura pública del contrato, con el concesionario de aguas potables, Enrique Bordons. Las obras para el abastecimiento de aguas potables a la ciudad, según la concesión otorgada por la superioridad, habían dado comienzo el 11 de febrero de 1901, según una información de Enrique Bordons, que se vio en la sesión del 8 de febrero de ese mismo año.

El 3 de marzo Juan Blas anunciaba que, en breve, se recibiría el título de Hijo Adoptivo de Calatayud, a favor de Gabriel Maura, teniendo que trasladarse a Madrid la comisión municipal, para su entrega y para gestionar varios asuntos de interés para la población. El 17 de marzo se designó a una Comisión, para que expresara al alcalde el sentimiento de la corporación por el fallecimiento de su hermana. El 24 de marzo el alcalde daba cuenta del anunciado viaje a Madrid, para entregar a Gabriel Maura el título de Hijo Adoptivo y para llevar a cabo otras gestiones oficiales. El 21 de abril se aprobaba un pago a Ricardo Oñate de 6 pesetas, por tres fotografías del cuadro dedicado a Gabriel Maura, y 500 pesetas a Félix Lafuente, por el título de Hijo Adoptivo.

El 2 de junio se leyó una comunicación del Ayuntamiento de Zaragoza, trasladando un acuerdo de la corporación del 17 de febrero, por el que se había concedido al alcalde de Calatayud el uso de la medalla de oro de la ciudad, por su cooperación en las fiestas del primer Centenario de los Sitios. La corporación agradeció la deferencia.

El 27 de enero de 1909, la Junta Municipal de Sanidad ya había presentado un presupuesto de 5500 pesetas para establecer un laboratorio público en la ciudad y el 23 de junio, y a propuesta del alcalde, se acordó habilitarlo en un local de la administración del matadero.

El 30 de junio se acordó el pase a la Junta Municipal de Sanidad, de una petición hecha por Francisco Pujol Valls, que había solicitado la instalación en Val de Hurón de una fábrica de guano químico-orgánica. La fábrica se autorizó en la sesión del 14 de julio. Pero el 11 de agosto, varios vecinos se quejaron del olor nauseabundo que provenía de la fábrica de guano, de la carretera de Daroca, que podría deberse al olor de los animales que se descomponían, sin que el ácido sulfúrico los hubiera destruido por completo, dudando que la fábrica cumpliera con las condiciones exigidas por la ley sanitaria. El 18 de agosto, el alcalde informó que el dueño de la fábrica de guano había desaparecido de la población.

El 14 de julio el alcalde comentó que Alberto Martín Costea, notario archivero de la ciudad, había solicitado que se le facilitara un local para instalar el archivo notarial. Para ello se acordó autorizar a la Comisión de Obras, para que designara el local más adecuado en la Correa o en el Hospital municipal. El 21 de julio Chueca, como presidente de la Comisión de Obras, señaló que se había asignado un local en la Correa, que reunía condiciones.

En la sesión del 4 de agosto, Marco se quejó porque el alcalde había mandado sacar unos colchones del hospital y había comprado lana, menospreciando así a la Comisión de Beneficencia.  Juan Blas señaló que había obrado dentro de sus atribuciones, pues las comisiones municipales tenían carácter informativo, nunca ejecutivo, facultad que correspondía al alcalde. López Ruiz se mostró conforme con Marco, pero el alcalde insistió en su parecer, no mereciendo por ello, según dijo, elogio ni censura.

El 24 de noviembre, Ballesteros informó de la aparición de restos humanos en la Plaza de la Comunidad, al llevar a cabo excavaciones para la plantación de árboles, pidiendo su recogida e inhumación.

Ferrocarril. En la sesión del 5 de agosto de 1908, Juan Blas informó que los alcaldes de Calatayud y Soria habían elevado al ministro de Fomento una exposición, suplicando el anuncio del concurso para la presentación de proyectos del ferrocarril estratégico Calatayud-Soria-Burgos. También dio cuenta de su viaje a Zaragoza, donde había visitado al gobernador y gestionado asuntos de interés, relacionados con las próximas ferias.

El 3 de noviembre de 1909, Mochales pidió que se gestionase de la Compañía del ferrocarril Central de Aragón, el establecimiento de un tren rápido de Calatayud a Valencia y viceversa, que podría enlazar con los de la línea de Madrid, con beneficios para ambas regiones. Quedó acordado que la alcaldía escribiera a los alcaldes de Daroca, Teruel, Segorbe, Sagunto y Valencia, invitándoles a que prestaran su apoyo a esta idea y, si lo creían conveniente, solicitaran una reunión de representantes de aquellos ayuntamientos, que podría celebrarse en Teruel. El 15 de diciembre se informó que solamente habían contestado los alcaldes de Daroca, Valencia y Segorbe, acordándose escribir de nuevo a los alcaldes de Teruel y Sagunto. La contestación del alcalde de Teruel se vio en la sesión del 29 de diciembre, donde mostraba su entusiasmo con la petición del tren rápido. A propuesta de Mochales, se acordó esperar a la constitución del nuevo ayuntamiento, para señalar la fecha de la reunión en Teruel, que podría tener lugar el próximo enero, designando para ello a una comisión. El 1 de enero de 1910 se constituiría el nuevo ayuntamiento, con el nombramiento de Juan Ballesteros Juberías como alcalde.

Obras, carreteras y servicios. En la sesión del 29 de julio de 1908, el alcalde informó a los concejales de la necesaria mejora del ensanche del postigo de las Tenerías y de sus gestiones con el dueño de la casa que iba a ser expropiada. La corporación acordó el abono de 3000 pesetas a su dueño, en papel de la Deuda Municipal al 5%. El 5 de agosto, a indicación de Juan Blas, se autorizó a la Comisión de Obras para la redacción de las bases, para la contrata de las obras de ensanche del postigo de Tenerías y su adjudicación, previo concurso. También quedó autorizada para tratar con el otro propietario de la finca que debía ser expropiada, así como del precio y forma de pago. Este día se autorizó al alcalde para adquirir la piedra necesaria para el empedrado de las calles. El 19 de agosto el alcalde dejaba a la consideración del ayuntamiento, el cierre del callejón del final de la calle de las Tenerías, por considerarlo depósito de inmundicias y foco de infección. Chueca propuso contar antes con el beneplácito de los vecinos, como así se acordó.

El 7 de octubre el alcalde señaló que se había expropiado parte de un terreno de la calle de la Parra, para ensanche de la vía, por valor de 100 pesetas.

El 5 de mayo de 1909 se informó del comienzo de las obras en el hospital municipal y en el postigo de las Tenerías. Estas últimas habían sido adjudicadas a Francisco y Mariano Paesa. El 21 de julio se aprobaba el pago a Juan García de 100,10 pesetas, por dos verjas para el postigo de las Tenerías.

El 5 de agosto el alcalde estimó que, debido al peligro constante del barranco de la Rúa y para seguridad pública en la parte de la Plaza del Fuerte, sería conveniente elevar el pretil que existía entonces. La corporación autorizó a la Comisión de Obras para esta mejora. En esta misma sesión, Mochales pidió al presidente que se dirigiera al diputado Maura, para que activara el replanteo del 2º trozo de la carretera a Campillo. Juan Blas le prometió hacerlo, cuando fueran inauguradas las obras del 1º trozo. Este nuevo encargo a Maura, lo hizo saber Juan Blas al pleno en la sesión del 4 de noviembre.

El 12 de agosto, ya próximas las fiestas de San Roque, se acordaría el blanqueo de la Casa Consistorial, donde se señalaría un cuadro para la colocación de los anuncios.

El Boletín Oficial del 14 de noviembre publicaba que la Dirección General de Obras Públicas, sacaba a subasta las obras del primer trozo de la carretera Calatayud-Cariñena, bajo el tipo de 143 301 pesetas.

En la sesión del 13 de enero de 1909 se vio un despacho de la Jefatura de Obras Públicas de Zaragoza, declarando necesaria la ocupación de terrenos, para la construcción del primer trozo de la carretera de tercer orden de Calatayud a Campillo, por Munébrega. Por ello se requería que, antes de ocho días, los interesados designaran a un perito, para que les representara en la tasación de las fincas que iban a ser expropiadas.

En la celebrada el 10 de febrero se denunciaron varios edificios en estado ruinoso, acordando dar aviso a sus dueños, para llevar a cabo las obras necesarias. En caso contrario, se harían a su cargo. Moor se congratulaba por esta decisión, pues con ello se daba trabajo a los jornaleros, entonces escaso por el cierre de la azucarera. Defendía, igualmente, dar impulso a otras obras, como el ensanche del postigo de las Tenerías. El presidente añadió que para estas obras del postigo, era necesario esperar al corte de las acequias. El 13 de marzo el presidente señaló que se había anunciado el concurso, para el ensanche del postigo de las Tenerías, con un aumento de 500 pesetas al tipo que se había fijado el año anterior, para remediar la crisis obrera. El 17 de marzo, Simón Badesa pedía autorización para la construcción de unas casas, sobre el solar de otras demolidas, propiedad de Carlos Ram de Viu.

El 7 de abril el secretario leyó una carta del diputado Luis Bascones, a la que acompañaba otra del ingeniero jefe de Obras Públicas de Zaragoza, dando cuenta de los trabajos de replanteo del 2º trozo de la carretera de Calatayud a Campillo.

El 28 de abril el alcalde informó que había pedido un catálogo de fuentes metálicas, para colocar una en el llamado Puente Seco. Por la colocación de esta fuente, Enrique Collado cobró 22 pesetas. El 5 de mayo se puso en conocimiento, que habían dado comienzo las obras en el hospital municipal y en el postigo de las Tenerías.

En esta misma sesión del 5 de mayo, Mochales se quejaba por el polvo que se levantaba en la carretera de Madrid. Por eso pedía que, de acuerdo con el sobrestante de Obras Públicas, se regara la carretera desde la Puerta de Terrer hasta el convento de las capuchinas. Por iniciativa de Aguilar, se acordó solicitar a la Dirección de Obras Públicas la inclusión de la travesía, en el plan de carreteras que se proponían embrear.

En la celebrada el 12 de mayo se recordaba al alcalde que, en caso de avenida del barranco de la Rúa, debían colocarse unas pasarelas que se guardaban en el almacén del hospital.

En la sesión del 26 de mayo se leyó un oficio del alcalde de Belmonte, en el que invitaba al ayuntamiento a la inauguración oficial de las obras de la carretera de Calatayud a Cariñena. Se acordó que el presidente nombrara a una comisión para representarlo. Asistieron a este acto el alcalde, Mochales y el secretario.

El 28 de julio, Mochales pidió que los jardineros municipales y los peones camineros regaran la carretera de Zaragoza, desde la Puerta de Alcántara hasta el portazgo de San Lázaro. El alcalde señaló que atendería esta petición. En esta misma sesión se informó a los concejales, de unos altercados que habían tenido lugar en la fuente de San Juan el Viejo, debido a la escasez de agua. El alcalde señaló que ordenaría la vigilancia de esta fuente y pediría que se aforara diariamente el agua que proporcionaba la empresa. El 18 de agosto el alcalde informó, que la escasez de agua en esta fuente la causaba el tubo de conducción, que no era el adecuado. Por esta razón, la empresa de aguas potables suministraba mayor cantidad a la fuente del Puente Seco. Por ello se acordó subsanar este problema. En la sesión del 25 de febrero de 1904, se había acordado la colocación de una fuente en la Plaza de San Juan el Viejo para servicio público, a lo que estaba obligado el concesionario de aguas potables, Enrique Bordons.

El 4 de agosto de 1909 Lafuente, en nombre de la Comisión permanente de Paseos e Higiene, entendía que se debían limpiar las calles de la población dos veces a la semana, con una brigada de seis mujeres. También solicitaba que se estudiara el riego de los paseos, como así quedó acordado.

Guerra de África. En la sesión celebrada el 28 de julio de 1909, Lorente propuso auxiliar con 50 céntimos por día a las familias de los reservistas casados de la ciudad, que fueran obligados a ir a la campaña de Melilla, y a los solteros cuyos padres fueran pobres, o se encontraran inhabilitados para trabajar. El presidente aseguró que, hasta la fecha, solo habían sido llamados cuatro reservistas solteros, cuyas familias no necesitaban ser socorridas. La corporación acordó socorrer con 50 céntimos por día a las familias de los reservistas que, en lo sucesivo, se encontraran en las condiciones expuestas por Lorente.

El 11 de agosto Chueca informó que se había presentado un practicante del hospital, ofreciéndose para curar gratis a los soldados heridos que regresaran de Melilla, bajo inspección facultativa. La corporación aceptó el ofrecimiento, agradeciendo el gesto. El 25 de agosto y a iniciativa de Mochales, se acordó asistir con 25 pesetas al soldado Gregorio del Río Giménez, herido en la campaña de Melilla, que estaba ingresado en el hospital de Cabañas, Valencia.

El 15 de septiembre se leyó una carta de la Comisión Provincial de la Cruz Roja de Valencia, en la que solicitaba recursos para atender a los soldados heridos en la campaña de África. Se acordó socorrerla con 25 pesetas, con cargo a los fondos municipales. Igualmente se vio un oficio de la alcaldía de Zaragoza, comunicando la iniciativa de obsequiar a los soldados aragoneses que combatían en África, con motivo de la Patrona de Aragón, pidiendo colaboración del ayuntamiento. Tras el debate, se acordó pedir donativos a los vecinos, corriendo a cargo del ayuntamiento el envío y los portes, aunque también podría contribuir con algún donativo, invitando a los pueblos limítrofes.

El 29 de septiembre López Latorre solicitaba que se telegrafiara a los ministros de Marina y de la Guerra, felicitándoles por el triunfo del ejército español en la toma del monte Gurugú. El alcalde informó que había publicado un bando, para conocimiento de los vecinos, invitándoles a engalanar e iluminar los balcones, solicitando el cierre del comercio y dando orden para que la música recorriese la población, con disparo de cohetes. La corporación acordó aprobar las resoluciones de la alcaldía, haciendo constar la satisfacción por el triunfo del ejército en la guerra del Rif, telegrafiando al comandante general del ejército de operaciones.

El 6 de octubre se vio una comunicación, en la que la Cruz Roja de Valencia acusaba el recibo de 25 pesetas, agradeciendo el gesto del ayuntamiento. También, y a propuesta del alcalde, se acordó socorrer con 50 céntimos por día a la esposa de Antonio Pinilla Rubio, que acababa de incorporarse a filas. Asimismo se acordó agradecer el gesto de la Junta de Damas, que había tomado a su cargo la recaudación vecinal, para socorro de las víctimas de la campaña del Rif, y habían entregado al ayuntamiento el producto de la colecta, con el fin de obsequiar a los soldados aragoneses. Se leyó además una carta del alcalde de Zaragoza, agradeciendo a la corporación y a Enrique Ena sus respectivos donativos de bizcochos. Juan Blas añadió que había saludado en la estación de tren a la Comisión del Ayuntamiento de Zaragoza que, presidida por su alcalde, se dirigía a Melilla, para entregar a los soldados aragoneses los obsequios de la región. El alcalde Iranzo le había dado las gracias por los regalos. El 10 de noviembre se leyó una carta del Ayuntamiento de Zaragoza, agradeciendo el obsequio para los soldados aragoneses.

El 9 de diciembre el ayuntamiento acordó entregar 5 pesetas a los reservistas que regresaran a la ciudad.

Agricultura y comercio. En la sesión del 28 de octubre de 1908, se informó que varios vecinos y colonos pedían el establecimiento de una guardería rural. Para estudiar el asunto se acordó nombrar una comisión, compuesta por Aguilar, Bermúdez y Lafuente, que estudiaría las bases para su organización. El dictamen de la comisión se conoció en la sesión del 18 de noviembre. La comisión defendía que se negociara su implantación en todo el término municipal con la Comisión de Vegas.

El 11 de noviembre Aguilar comentó que, desde hacía algún tiempo, se notaba una honda crisis en la población, que se dejaba sentir en el comercio local. Lo achacaba a la filoxera y al elevado pago de impuestos al Tesoro y a la provincia, a lo que se estaba obligado por el censo de población. Por ello Aguilar pedía que se solicitara la rebaja del censo de habitantes, como así se acordó.  El 18 de noviembre Aguilar señaló que, a causa de la filoxera, se habían dictado disposiciones para la exención del pago de la contribución territorial de los pueblos perjudicados. Añadía que, aunque los viñedos de la ciudad estaban atacados por esta grave enfermedad, los vecinos no podían disfrutar de estos beneficios, porque no se había hecho aún la declaración oficial por el ayuntamiento. Por tanto pedía a la corporación que incoara el oportuno expediente, quedando así acordado. El 18 de noviembre se informó que se había incoado un expediente, para que se acordara la baja de la contribución industrial, que iba a ser enviado a la Delegación de Hacienda de Zaragoza.

El 3 de febrero de 1909 y a propuesta de Mochales, el ayuntamiento acordó su adhesión a la Federación Agraria Aragonesa, que se había constituido el día anterior en Zaragoza.

El 11 de agosto Bermúdez pidió el nombramiento de una comisión, para que estudiara otra forma tributaria del impuesto de consumos. Para este fin se acordó citar a una reunión a la Junta de Asociados, para estudiar y proponer la variación del cobro de este impuesto.

Enseñanza. En la sesión del 17 de octubre de 1908, Bermúdez pidió que se gestionase con los hermanos maristas la renuncia voluntaria a una parte de las 1500 pesetas, que recibían cada año de subvención por el colegio, para dedicarlas a pensiones de lactancia y a otras obligaciones análogas. Juan Blas señaló que no afectaba aquello al presupuesto municipal, al que se habían añadido dos pensiones de lactancia. Lafuente recordó las gestiones llevadas a cabo, para la instalación del colegio de maristas en la ciudad y consignó los beneficios reportados a la enseñanza y a la población. Pensaba que no valía la pena molestar a los maristas, mientras se mantuviera el contrato. Por su parte el alcalde añadió que, en vez de discutir el donativo, podía solicitarse a los maristas la creación de una clase nocturna y gratuita de Dibujo Lineal para los artesanos. Proponía a la corporación que se le autorizara para solicitar esta clase gratuita de dibujo, dejando a su criterio lo referente al donativo. Y así quedó acordado.

En la sesión siguiente del 14 de octubre, el alcalde dio cuenta de su visita al colegio de maristas. El director del centro le había confiado, que había consultado con sus superiores la instalación de la clase de Dibujo y la renuncia de parte del donativo. Tan pronto como recibiera contestación, lo transmitiría a la presidencia. El 4 de noviembre el alcalde trasladó la respuesta de los hermanos maristas. Estaban dispuestos a rebajar 250 pesetas de la subvención que recibían, o a instalar en el colegio una clase gratuita de Dibujo. El alcalde era partidario de aceptar el donativo, pues Eduardo Vidal se había comprometido a dar enseñanza gratuita a veinte alumnos, estableciendo una academia de Dibujo para artesanos pobres.  El ayuntamiento se debía hacer cargo del pago de la luz y del material. La corporación así lo acordó, autorizando al alcalde para gestionar con Vidal la puesta en marcha de esta academia, en las condiciones más ventajosas para el ayuntamiento.

El 18 de noviembre se informó que la Junta Local de primera enseñanza, había acordado en su reunión proponer la supresión de la escuela superior, con la rebaja del sueldo de los maestros, y la creación de dos escuelas elementales, una de niños y otra de niñas, con arreglo al censo de la población.

El 14 de julio de 1909 el concejal López Ruiz, con la venia de la presidencia, señaló que iba a pronunciar un discurso político-administrativo. El alcalde le contestó que, siendo los ayuntamientos corporaciones económico-administrativas, no le permitiría que se ocupara de asuntos políticos. López Ruiz no estaba de acuerdo con la presidencia y aseguró que la administración municipal era honrada pero ruinosa. Calificaba de regalo la subvención de 1500 pesetas a los hermanos maristas, ya que el contrato carecía de valor legal, pues había sido firmado por un extranjero sin personalidad para contratar. López Ruiz señaló otros regalos que se hacían a ex empleados enfermos, censurando el procedimiento seguido en las obras municipales, en las que trabajaban obreros ineptos, que habían sido recomendados por algunos concejales. También denunció los abusos cometidos en el hospital municipal, las obras llevadas a cabo en este edificio y la dejación de una denuncia presentada por falta de efectos en el almacén municipal. Solicitaba abrir información para depurar responsabilidades.

López Ruiz consideraba ruinoso el procedimiento para la exacción del impuesto de consumos, pidiendo que se adoptara otro medio de recaudación, proponiendo el arriendo por especies. Bermúdez se mostró a favor del nombramiento de una comisión, para que investigara la denuncia y depurara responsabilidades. Floría consideraba que la subvención a los maristas no era un regalo, pues se trataba de un contrato bilateral ajustado a la realidad. Afirmó que para la obras del hospital ya se había nombrado a una comisión, que no había encontrado nada ilegal. Para esclarecer las denuncias se acordó nombrar a una comisión especial, que estaría compuesta por López Ruiz, Bermúdez, Chueca, Ballesteros y Lafuente.

El 28 de julio se consignó un ingreso de 250 pesetas para el hospital, de parte de los hermanos maristas.

El 25 de agosto Mediano se interesaba por la academia gratuita de Dibujo para la clase obrera, pues no se había cumplido el acuerdo de noviembre pasado. El presidente contestó que su promotor, Eduardo Vidal, había tratado de instalarla en un local que disponía a propósito, pero al poco tiempo se había trasladado a otro domicilio, que no reunía las debidas condiciones para la academia. La corporación acordó que la Comisión de Instrucción gestionase con Vidal la puesta en marcha de esta academia. Bermúdez, como presidente de la Comisión de Instrucción, informó en la sesión del 29 de septiembre, que en la reunión con Vidal habían surgido algunas dificultades sobre el local. Vidal pretendía que el ayuntamiento le facilitara el material y el menaje necesarios. Por todo ello se acordó que la comisión estudiara y propusiera lo más conveniente.

El 3 de noviembre se vio un oficio de la Junta de Gobierno del Hospital de San Juan de los Labradores, reclamando el pago de 481,25 pesetas por los alquileres de la escuela municipal, que había estado instalada hasta 1897 en la sala de juntas de aquella institución benéfica o, en su defecto, la entrega de papel de Deuda Municipal. El 10 de noviembre la Comisión de Hacienda, vistos los antecedentes en el archivo municipal, dictaminaba abonar al Hospital de San Juan la cantidad reclamada, debiendo entregarle una lámina de Deuda Municipal de 500 pesetas, con vencimiento el 1 de abril de 1910, ingresando en la caja municipal 18,75 pesetas.

En la sesión del 3 de noviembre Floría quiso conocer la razón, por la que se había suprimido la subvención al colegio de los maristas del presupuesto para el año 1910. Bermúdez señaló que era innecesaria, dada la halagüeña situación económica de los maristas y el precario estado del ayuntamiento, además, no se habían cumplido las condiciones estipuladas en el contrato. Floría se mostró en contra y por once votos contra tres, quedó acordado eliminar la partida de 1500 pesetas de subvención a los maristas. El presupuesto para el año 1910 sería aprobado con el voto unánime de los concejales.

El 10 de noviembre Marco señaló que el contrato con los maristas no podía rescindirse, sin el consentimiento de ambas partes, exigiendo que los firmantes asumieran de su propio bolsillo los gastos de un posible pleito. El alcalde pidió a Marco que retirara su proposición. Según su opinión, el ayuntamiento había obrado dentro de sus atribuciones, pues el hecho de haber eliminado del presupuesto esta partida, no implicaba la rescisión del contrato, pues los maristas disfrutaban del material perteneciente al ayuntamiento. Con esta explicación, Marco retiró su proposición.

En la sesión del 9 de diciembre, el provincial de los hermanos maristas presentó una instancia dirigida a la alcaldía, acompañada de un recurso de alzada para el gobernador civil, contra el acuerdo de la Junta Municipal, que había suprimido del presupuesto ordinario de 1910 la partida de 1500 pesetas de subvención, que venía figurando en años anteriores. La corporación acordó que se elevara a la superioridad.

Vida social. El 12 de agosto de 1908, la Comisión de Mercados dictaminaba la conveniencia del traslado a otro punto preferente de la ciudad, de la barraca de venta de buñuelos, que tenía abierta Sebastián Raimundo Tejero en la Plaza de San Martín. Señalaba que no debía autorizarse su elaboración en la vía pública, excepto los días extraordinarios de verbena.

Este mismo día se aprobaron los pagos de 30 pesetas a La Editorial, por diez ejemplares de la Historia popular de los Sitios, y 5 pesetas a José González, por un cuadro grande del Centenario de los Sitios. Asimismo, Juan Blas informó de la actitud de los médicos de la Beneficencia municipal, que se negaban a prestar servicios facultativos gratuitamente, en la corrida de vaquillas del día de San Roque. Mochales opinaba que se les debía obligar a prestar este servicio, como en años anteriores, acordando que el alcalde quedase autorizado para solucionar este asunto.

Juan Blas señaló que no eran ciertos los rumores que circulaban por la población, pues las reses que se sacrificaban en el matadero no eran de Terrer, donde había aparecido la epidemia varilosa, sino de Valtorres, aunque las reses eran inspeccionados antes de su consumo.

Lafuente pidió que se cumpliera el acuerdo adoptado hace unos años, de cambiar el nombre de la calle de la Bodeguilla por el de Víctor Balaguer. La propuesta del cambio del rótulo había partido del mismo concejal, el 17 de enero de 1901, tras el fallecimiento en Madrid el 14 de enero, del político, escritor, fundador de la Biblioteca Museo en Vilanova i la Geltrú y presidente de los Juegos florales de Calatayud en 1896. Lafuente también propuso que, para hacer frente a los gastos que se ocasionaran con el nombramiento de Hijo Adoptivo de la ciudad de Gabriel Maura, se abriera una suscripción popular. La corporación acordó autorizar a Lafuente y al alcalde para estudiar esta proposición y proponer al ayuntamiento lo más conveniente.

El 12 de septiembre Aguilar tributó elogios a Juan Blas, por el brillante discurso que había pronunciado, con motivo de la inauguración de la Galería de retratos de bilbilitanos ilustres. Aguilar solicitaba su publicación por cuenta del ayuntamiento, llevando a cabo una elevada tirada en edición económica, para que pudiera ser repartido con profusión. Esta propuesta fue acordada por unanimidad. La edición de este discurso salió de las prensas de El Regional. El Ayuntamiento de Calatayud lo reeditó en 2014, en edición facsímil, gracias a la donación de Luis Carlos de Blas Pérez.

Juan Blas agradeció el acuerdo tomado, proponiendo que los gastos de la edición se costeasen con el fondo de festejos, como así quedó otorgado. También se informó que en el tren de aquella misma tarde iba a llegar a la ciudad el gobernador civil, teniendo lugar al día siguiente un banquete en la Casa Consistorial.

El 16 de septiembre se leyó una circular de la Comisión Ejecutiva de la Fiesta Escolar, que iba a tener lugar en Zaragoza, para conmemorar el Centenario de los Sitios, en la que se solicitaba el apoyo del ayuntamiento, para que costeara los gastos del viaje de los maestros y los niños, que iban a tomar parte en este concurso. Pero la corporación se excusó, adoptando la misma forma que había empleado la Comisión Ejecutiva del Centenario de los Sitios, cuando había sido invitada a los actos patrióticos y conmemorativos, con motivo de las fiestas y ferias celebradas en Calatayud.

Barón de Warsage

El 23 de septiembre el alcalde señaló que, terminado el periodo de festejos con la clausura de la tómbola, solo quedaba proceder al sorteo del regalo de Gabriel Maura, que tendría lugar tan pronto como se plegaran las papeletas correspondientes, acudiendo una comisión de concejales, presidida por el alcalde.

El 2 de diciembre se comunicó que había sido denegada la Real Orden del 19 de febrero de 1906, que autorizaba el establecimiento del mercado dominical, determinando la Ley de Descanso Dominical, que había sido aprobada en 1904. En aquellas fechas funcionaba en Calatayud un mercado dominical, donde acudían un bueno número de forasteros. Por esta razón, Lafuente proponía y así quedó acordado, la creación oficial de este mercado. La exposición dirigida al Ministerio de la Gobernación, se leería en la sesión del 20 de enero de 1909. En ella se pedía que se reconociera oficialmente, la existencia de este mercado semanal las mañanas de los domingos. El presidente sometió a consideración del ayuntamiento, la conveniencia de enviar a Madrid una comisión, para que presentara este expediente del mercado dominical y para que gestionara el replanteo del 2º trozo de la carretera de Calatayud a Campillo, la desviación de la carretera de Soria y otros asuntos en trámite. Para ello se nombró al alcalde y al secretario.

El 23 de diciembre de 1908, el alcalde informó que había recibido del gobernador civil una circular, recomendando la celebración de la fiesta escolar de Reyes. Se acordó que el ayuntamiento patrocinara esta fiesta, iniciando una suscripción popular para obsequiar a los niños pobres el día de Reyes, que encabezaría con 50 pesetas.

La imprenta de El Regional publicó el discurso de Juan Blas, que pronunció en la fiesta escolar de Reyes, que tendría lugar en la Casa Consistorial el 6 de enero de 1909. En este volumen se incluyeron otros discursos de Juan Blas, como el pronunciado en la Fiesta de la Patria, el 10 de septiembre de 1908, en la Fiesta del Árbol, en el último día de invierno de aquel mismo año, y otro titulado La Escuela.

El 20 de enero de 1909, Lafuente manifestó que el cirujano y catedrático Luis Guedea, había sido nombrado académico de la de Medicina de Madrid. Propuso que constara en acta la satisfacción de la corporación por esta merecida distinción, con el envío de una felicitación. A instancia de Juan Blas, se acordó solicitar al Ministerio de Fomento una nueva subvención para la Fiesta del Árbol.

El 7 de abril, un oficio de la subsecretaría del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, anunciaba la concesión de una colección escogida con destino a la Biblioteca Municipal. La corporación acordó dar las gracias y designar a una persona para que recogiera estos libros.

El 19 de mayo Mochales rogó al presidente que ordenara a la empresa del teatro la colocación de carteles en la sala, prohibiendo fumar en la misma, y que los agentes municipales mantuvieran el orden en las localidades altas del teatro, evitando los frecuentes alborotos, con menoscabo de la cultura. Igualmente, solicitó que se recomendara a los profesores de las escuelas públicas, que inculcaran a los niños el respeto a los árboles y a los pájaros. El alcalde prometió atender los ruegos de Mochales.

El 9 de junio López Latorre consignó los perjuicios que podía acarrear a la salud pública, la mala calidad del hielo que se consumía en la población, procedente la mayor parte de aguas infectas de la provincia de Soria, por no haber nevado el pasado invierno. Proponía que el ayuntamiento subvencionara con alguna cantidad a un industrial, que se comprometiera a proporcionar hielo artificial de buena procedencia para los enfermos. Chueca señaló que uno de los industriales de la ciudad proveía de hielo artificial, de la fábrica de Zaragoza de excelente calidad, con el que podía atenderse a las necesidades sanitarias. Tras el debate, se acordó que la corporación no interviniera en este asunto, ya que se disponía de hielo en buenas condiciones para el consumo.

El 23 de junio Bermúdez rogó al presidente que evitara la permanencia constante de los gitanos en la población, pues su estancia perjudicaba al vecindario, tanto por razones de higiene, como por amenaza a la propiedad.

El 11 de agosto se acordó que los feriantes y otros puestos de venta se distribuyeran en la Plaza del Mercado, mientras que la vajilla y las bancadas de melones se vendieran en la Plaza de San Antón. El 25 de agosto se vio la petición de varios vecinos de la calle de Sancho y Gil, solicitando que, en fiestas, no se permitiera que se establecieran en esta calle vendedores ambulantes, puestos de rifa y otras industrias, que interrumpían el tránsito y perjudicaban a los comerciantes de esta calle. Así lo acordó la corporación, añadiendo que las garitas, vajillas y demás puestos de feriantes, se colocaran en la Plaza de San Antón y los espectáculos públicos en la Plaza de Maura.

Fray Leandro Arrué

El 24 de noviembre y a iniciativa de Gaspar, se acordó invitar al catedrático de la Escuela de Veterinaria, Demetrio Galán, para que hablara de agricultura y ganadería. El 1 de diciembre se leyó una carta de Galán, contestando a otra del ayuntamiento, participando que los días 7 y 8 de aquel mes, ofrecería dos conferencias en la Casa Consistorial, dedicadas a la Elección de reproductores y métodos de reproducción en ganadería y a la Alimentación racional de los ganados. El presidente señaló que se iban a dirigir invitaciones a las autoridades y personas más significativas de la población, y de los pueblos de la comarca. Se designó a Castro y a Gaspar, para que recibieran a Demetrio Galán en la estación, a quien el ayuntamiento invitaría cumplidamente. Por su parte, Bermúdez propuso que se solicitara al Ministerio de Fomento la instalación en la ciudad de una sección forestal, para la repoblación de los montes comunales. El alcalde se mostró conforme, añadiendo que ya se había ocupado del asunto con el ingeniero de montes, José Lillo, quedando aprobado por unanimidad lo propuesto por Bermúdez. El 9 de diciembre, el alcalde informó que se había dirigido una exposición al Ministerio de Fomento, para que se instalara en Calatayud una sección forestal, para la repoblación de los montes comunes.

En esta misma sesión, Chueca propuso felicitar a Sixto Celorrio, por su nombramiento como presidente de la Diputación Provincial. La felicitación le fue enviada y el 15 de diciembre se leyó la contestación de Sixto Celorrio, ofreciéndose en su nuevo cargo.

Documentos consultados:

Archivo Municipal de Calatayud (AMC), Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1904, Sig. 146-2.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1908, Sig. 147.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1909, Sig. 148.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1910, Sig. 149.

Juan Blas y Ubide, alcalde y escritor bilbilitano (1852-1923), Ayuntamiento de Calatayud, 2014.

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Juan Blas y Ubide y el Colegio de la Correa, 1882-1886

CENTENARIO DE JUAN BLAS Y UBIDE, 1923-2023

Francisco Tobajas Gallego

En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud del 23 de enero de 1882, se vio una comunicación de Pascual Pérez Tafalla, en la que presentaba su dimisión como director literario del Colegio de la Correa. En la sesión del 21 de noviembre de 1881, el ayuntamiento había sido informado por Tafalla, de su nombramiento de arcediano en la catedral del Burgo de Osma. Aceptada su dimisión, se suspendió la sesión cinco minutos. Tras una primera votación que acabó en empate, en la segunda resultó elegido director literario Juan Velasco, que aceptaría el cargo.

En esta sesión del 23 de enero, Pedro Zabalo preguntó si se había otorgado escritura de convenio entre el ayuntamiento y Juan Blas, y si se les había entregado a los profesores salientes un recibo del inventario del colegio. El 31 de enero Francisco Bardají, presidente de la Comisión de Instrucción, preguntó sobre las obras del colegio de internos y su importe. Referente a la firma de la escritura del contrato del colegio, el presidente señaló que había hablado con el alcalde Sancho de Lezcano, quien le había asegurado que la escritura del colegio no se había otorgado aún, pues siempre que se había intentado habían surgido dificultades, por haberse alterado alguna de las bases del contrato. El alcalde guardaba el inventario del colegio, aunque no se había entregado recibo alguno a los profesores salientes. Zabalo exigió el cumplimiento inmediato del contrato, incluso la fianza, y que se solicitara al director literario la lista de profesores, condiciones académicas, asignaturas que impartían y horario. Por su parte Bardají pidió el otorgamiento de la escritura y que se diera el recibo del inventario a los profesores salientes.

En la sesión del 6 de febrero se vio una comunicación de Juan Velasco. Señalaba que se había presentado el pasado día 4, para hacerse cargo de la documentación oficial del colegio y del local destinado a secretaría, pero el director-empresario le había asegurado que no le haría la entrega sin orden del ayuntamiento. El presidente señaló que ya había avisado a Juan Blas, para que hiciera entrega al director literario del local, el sello y los documentos oficiales, sin que le objetara nada en contra. El mismo día que se había recibido el aviso de Velasco, se había citado en la alcaldía a Juan Blas, quien señaló que las razones que tenía para obrar de esta manera con Velasco las pondría por escrito.

En sesión secreta se dio lectura a la comunicación de Juan Blas del día 6, exponiendo estas razones. Mochales quiso conocer las atribuciones de ambos directores y para ello se dio lectura a las bases del contrato de cesión del colegio y la del nombramiento de Pascual Pérez Tafalla, como director literario. El ayuntamiento acordó dirigir una comunicación a Juan Blas, exigiéndole que entregara al director literario el local destinado a secretaría, el sello y la documentación oficial, todo ello necesario para su cometido. Asimismo, vistos los términos duros e irreflexivos, en que estaba redactada la comunicación enviada por Juan Blas, el ayuntamiento acordó informarle que, en lo sucesivo, se abstuviera de emplear estos términos al dirigirse a la corporación.

El presidente informó que el día que había tomado posesión de su cargo Velasco, Juan Blas le había dicho que estaba preparando un documento con el estado de las obras llevadas a cabo en el colegio de internos, comunicando al ayuntamiento a la mayor brevedad. Se acordó que, una vez presentado el documento, las inspeccionara la comisión con el arquitecto municipal.

También se vio una comunicación del director literario del colegio, con el estado de profesores, títulos académicos, asignaturas y horas lectivas. Zabalo mostró sus dudas, de si el número de profesores sería suficiente para explicar todas las asignaturas.

En la sesión del 13 de febrero se leyó una comunicación de Juan Blas, detallando el importe de las obras que había llevado a cabo por su cuenta en el colegio de internos. Había gastado 6513 reales, o será, 513 reales más del compromiso que había contraído. El ayuntamiento señaló que, como el exceso había sido gastado voluntariamente, no había lugar a ninguna reclamación por parte del empresario. También se acordó su aprobación.

Se vio también otra comunicación de Juan Blas, en la que señalaba que la orden recibida para entregar al director literario el local de secretaría, el sello y la documentación oficial, era contraria, a su entender, con una de las bases del contrato. Por ello pedía su revocación. En caso contrario pedía que se le diera testimonio del acuerdo municipal, para defender su derecho en donde le conviniera. Este asunto dio lugar a un animado debate, tras el cual se acordó por unanimidad que, antes de tomar resolución, se tratara con el asesor del ayuntamiento.

Velasco había informado al presidente que, por causas ajenas, no había podido remitir a la corporación las asignaturas diarias y alternas que se explicaban en el colegio, ni el tiempo empleado en cada una de ellas, haciéndolo a la mayor brevedad posible. En esta sesión se acordó la reparación de una pared del edificio de la Correa, que se encontraba en estado ruinoso.

También se vio una comunicación del rector de la Universidad de Zaragoza, que trasladaba otra del Director General de Instrucción Pública, informando de la concesión hecha al ayuntamiento de los aparatos necesarios para la estación meteorológica. Pedía que una persona autorizada se hiciera cargo de los aparatos, recibiendo las explicaciones necesarias para su uso.

Como Juan Zabalo había informado en octubre, que Juan Blas se había ofrecido gratuitamente a llevar el observatorio, se acordó que este concejal hablara de nuevo con el interesado, para ver si mantenía su ofrecimiento. En caso afirmativo debía presentarse al alcalde, para convenir cuando y quien debía ir a Madrid a hacerse cargo de los aparatos.

El 13 de marzo se vio una instancia de Faustino Bernal, con consideraciones poco respetuosas para el ayuntamiento, pidiendo una certificación que recogiera el tiempo que había sido director de internos, su conducta y gastos que había hecho en beneficio del colegio. El ayuntamiento acordó expedir la certificación requerida a los dos primeros asuntos e informarle que, en lo sucesivo, se dirigiera de forma más respetuosa. También se dio cuenta del dictamen del asesor del ayuntamiento, sobre la instancia de Juan Blas, donde se mostraba a favor de desestimar su recurso. El presidente informó que, con el acuerdo de Juan Blas, había comisionado al catedrático de Física, para que fuera a Madrid a recoger los aparatos de la estación meteorológica.

El 20 de marzo se vio una instancia de Juan Blas, pidiendo testimonio del acuerdo tomado en la sesión del pasado día 13, sobre su solicitud presentada el 10 de febrero, y del informe del asesor del ayuntamiento, en el que se había fundado este acuerdo del ayuntamiento, así como la posesión de Velasco, en la que había hecho constar su protesta. Se acordó expedir lo solicitado, excepto el informe del asesor, por ser un documento privado del municipio.

En la sesión del 13 de abril se vio una carta del director del Observatorio Astrológico de Madrid, remitiendo el talón para recoger un cajón con los aparatos que había concedido el Ministerio de Fomento, para la estación meteorológica de Calatayud. Espinosa, encargado de recogerlo, había informado de su contenido. El presidente propuso que la Comisión de Obras y los concejales que lo solicitaran, asistieran al día siguiente al colegio, a las cuatro de la tarde, para ver los aparatos y las obras para la instalación de la estación. El 17 de abril se informó de la necesidad de algunas obras para la estación meteorológica. El 8 de mayo se aprobó el pago a Alberto Espinosa de 55,25 pesetas, por su viaje a Madrid a hacerse cargo y traer los aparatos del observatorio, que había de establecerse en el Colegio de segunda enseñanza.

El 15 de mayo se vio una petición de Velasco, solicitando copia del contrato entre el ayuntamiento y Juan Blas, para conocer los límites de las atribuciones docentes de este último. El catedrático encargado del observatorio había dispuesto la colocación de una veleta, con la necesidad de colocar una baranda de hierro.

El 30 de mayo se leyeron dos comunicaciones del director literario del colegio. La primera daba cuenta de algunos detalles de la organización y marcha administrativa y científica del establecimiento, y la segunda trataba acerca de la necesidad de colocar un rótulo que expresara la clase a la que pertenecía el colegio. La primera se pasó a la comisión y se acordó cumplir la segunda, por precepto legal.

El 19 de junio se leyó una comunicación del director literario, informando que se había dirigido a Espinosa, para que diera comienzo a las observaciones de la estación, quien le había contestado que el encargado de hacerlo era Juan Blas. Añadía que, al pedir unos documentos de los profesores del colegio, Juan Blas se había negado violentamente, produciendo un escándalo en su despacho.

En esta sesión se vieron otras comunicaciones de Juan Blas. En una de ellas señalaba que, según un oficio de la alcaldía del día 6 dirigido al director literario, este se había dirigido a Espinosa sobre el asunto del observatorio, con lo que se consideraba relevado de la dirección de este servicio, renunciando en su nombre y en el del resto de catedráticos al ofrecimiento hecho al ayuntamiento. En otra señalaba que, habiéndose producido un choque con el director literario, por una petición de documentos, pedía fijar de común acuerdo las atribuciones de ambos directores, para evitar las extralimitaciones. Para ello el ayuntamiento nombró a una comisión.

El 9 de octubre el director literario enviaba el cuadro de profesores y asignaturas que impartían, que había recibido del empresario. El 14 de noviembre el presidente informó de estar establecida la estación meteorológica, pero era necesario que una persona se encargara de este servicio. Juan Blas había retirado su oferta y Espinosa tampoco quería llevarlo.

El 5 de enero de 1883 se vio un oficio de Juan Velasco, en el que presentaba su dimisión como director literario del colegio. Se acordó admitirla, encargando a la Comisión de Instrucción para que recibiera el inventario. El día 8 el ayuntamiento nombró nuevo director literario a Emilio Sanz, que aceptaría el cargo. El 19 de marzo se vio una carta del director literario, relativa a las obras necesarias para el definitivo establecimiento de la estación meteorológica, acordando que el presidente de la Comisión de Obras diera las órdenes oportunas para llevarlas a cabo.

En la sesión del 9 de abril el presidente informó que elDiario de Calatayud, había publicado los partes meteorológicos del observatorio instalado por el municipio, sin haber tenido lugar la inauguración oficial del servicio y sin intervención de la autoridad local, que debería haberlo puesto antes en conocimiento del director del Observatorio de Madrid. Parece ser que Espinosa había avisado a la corporación de su inauguración en breve. Por su parte el director del Diario de Calatayud había comunicado, que el director empresario había iniciado el funcionamiento del observatorio. Puesto el asunto a discusión, la corporación acordó que: En delegación del ayuntamiento, se consideraba encargado de este servicio Juan Blas. Se llevara a cabo la inauguración, avisando al director del Observatorio de Madrid y al delegado de este servicio. A la misma hora que el delegado del observatorio colocara en la tablilla del colegio las observaciones practicadas, debía enviar copia a la alcaldía. Este centro se denominaría Observatorio del Colegio Municipal de segunda enseñanza.

El 16 de abril se vio una comunicación de Emilio Sanz, en la que presentaba su dimisión como director literario. Se acordó que Juan Zabalo y Bardají se entrevistaran con él para que retirara su dimisión, en caso contrario, sería aceptada. El presidente había informado a Juan Blas de los acuerdos tomados sobre el observatorio. Juan Blas había señalado de palabra estar de acuerdo con el ayuntamiento, poniéndose a su disposición para el día de su inauguración oficial. El ayuntamiento acordó inaugurarlo al día siguiente de recibir por escrito la aceptación de Juan Blas, estando representado por la Comisión de Instrucción, avisando al director literario.

El 23 de abril Bardají, presidente de la Comisión de Instrucción, señaló que Emilio Sanz había retirado su dimisión. Añadió que el día 19 había tenido lugar la inauguración del observatorio meteorológico, con asistencia de la comisión. En ella se agradeció a Juan Blas la prestación gratuita de este servicio, dándole posesión del mismo.

El 1 de julio tuvo lugar la sesión inaugural del nuevo ayuntamiento. El día 2 Sanz sería elegido segundo teniente de alcalde, pero se acordó que continuara con su cargo de director literario. Sanz informó del satisfactorio resultado de los exámenes de fin de curso y de la formación de libros de matrículas, donde se apuntarían los alumnos que habían recibido enseñanza en el colegio. El 9 de julio Sanz informaba que a Juan Blas se le había formado expediente, sobre el pago de matrícula industrial por la colegiatura de internos. Y añadía que este asunto no afectaba al municipio.

El 16 de julio se leyó una extensa y razonada solicitud, suscrita por varios padres de familia, en la que pedían a la corporación que anulara el acuerdo por el que se había confiado a Juan Blas el Colegio de segunda enseñanza, por considerar ilegal el convenio en que descansaba dicho acuerdo. Se presentaron además tres dictámenes de los jurisconsultos Lorenzo Aguirre, Felipe Guillén y Carabantes y Juan del Pueyo, en los que expresaban que la situación del colegio, bajo el punto de vista legal, era insostenible, por incumplimiento de los requisitos que establecía la ley municipal, en concreto de su artículo 84, que determinaba que los asuntos sobre su reforma o supresión de los establecimientos de enseñanza, que llevaran a cabo los municipios, necesitarían la aprobación del gobernador civil de la provincia, una vez consultada la Comisión Provincial. Mochales se mostró a favor de estos dictámenes. Juan Zabalo añadía que los letrados estaban en contra de la validez legal del contrato, al no haberse elevado a escritura pública, y no haber depositado la correspondiente fianza, aunque Juan Blas siempre había estado dispuesto a ello. Recordaba la aprobación de los presupuestos, con la subvención al colegio, la intervención del ayuntamiento en la marcha del colegio y el gasto de Juan Blas en el primer año de su contrato.

Mochales pensaba que la culpa no era del empresario, sino del anterior presidente. Los 6000 reales gastados por Juan Blas, habían sido en el colegio de internos, no afectando al convenio del colegio. Varios concejales se mostraron a favor de los jurisconsultos. Blanco creía conveniente nombrar a una comisión, pero dada la urgencia del asunto, se votó tomar acuerdo en aquella sesión. El presidente preguntó a los componentes de la corporación si estaban conformes con la petición de los padres de familia, declarando nulo el convenio celebrado en 1880 entre el ayuntamiento y Juan Blas, dándole un plazo de cuatro días para entregar las llaves del colegio y el material de enseñanza. Y en voto nominal, todos los componentes, excepto Blanco, que insistió aceptar la pregunta con un asesoramiento previo, se mostraron  a favor. Por ello el ayuntamiento acordó avisar al empresario y organizar legalmente la enseñanza en el colegio.

El 23 de julio Juan Zabalo pidió enmendar su voto pues, debido a su sordera, no se había enterado que Juan Blas debía entregar las llaves y el material de enseñanza en cuatro días. Valdrés y Escuin solicitaron que su voto figurara con la minoría. Por su parte Mochales pidió una nueva votación, pues la consignada el día 16 se había efectuado en la sala de vistas de la Audiencia de lo Criminal, pudiendo representar una infracción al segundo párrafo del artículo 97 de la Ley Municipal. Se leyó de nuevo la solicitud de varios padres de familia, pidiendo la nulidad del acuerdo, por el que se había confiado el colegio a Juan Blas, votándose a continuación sobre este asunto. La mayoría de los concejales votaron a favor de la nulidad. Blanco votó por la nulidad, pero con asesoramiento previo. Juan Zabalo por la nulidad, si se había cometido alguna omisión legal en el contrato, y Valdrés y Escuín por la validez del contrato. Tras la votación, se nombró a la Comisión de Instrucción para que se hiciera cargo del colegio y para que, a la mayor brevedad posible, estudiara y propusiera al ayuntamiento una nueva organización del mismo.

También se vio la petición de Juan Blas, en la que solicitaba copia de varios acuerdos municipales y otros documentos, acordando su expedición en el término de cuatro días.

En 30 de julio, el concejal Coley pidió que su voto sobre el colegio constara con la minoría. Emilio Sanz informó que la comisión nombrada para hacerse cargo del colegio, no había cumplido aún con su cometido, porque no había acabado aún el plazo dado. Pedía que, no siendo ya director literario y debiendo entregar los objetos que obraban en su poder, se le relevara de formar parte de esta comisión.

El 6 de agosto el ayuntamiento denegó una solicitud de Mariano Sanz, para que se le confiara gratuitamente la dirección de la colegiatura de internos. El presidente informó que la comisión se había hecho cargo de los locales y del material del colegio, que habían sido entregados por Juan Blas y Emilio Sanz el 1 de agosto. Asimismo se leyó una comunicación de Juan Blas, del 2 de agosto, en la que dimitía del cargo de jefe del observatorio meteorológico. Lorente señaló que había recogido las observaciones dos días, pero que le absorbían tanto tiempo, que no podía continuar con su desempeño. Por ello se acordó suspender las observaciones, hasta que se organizara de nuevo el servicio del colegio, avisando al director del Observatorio de Madrid.

El 13 de agosto se vio que Ramón Montón Esteban se ofrecía gratuitamente, a desempeñar el próximo curso las cátedras de primer y segundo curso de Latín, en el Colegio de segunda enseñanza, agradeciéndole su ofrecimiento. En una instancia, Juan Blas solicitaba elevar al gobernador de la provincia un recurso, con varios documentos que acompañaba, solicitando otros más. La corporación acordó acceder a lo solicitado.

En la sesión del día 18 de agosto se leyeron los dictámenes de los letrados Juan del Pueyo y José María Caballero, relativos a la organización del colegio. Mochales opinaba que el colegio no debería ser público, pues con los 10 000 reales del presupuesto, no se podría hacer frente a las obligaciones y servicios del establecimiento. Valdrés mostró su disconformidad con los dictámenes, defendiendo la reposición de Juan Blas, pero la mayoría de concejales se mostraron a favor de Mochales. Se acordó que en la próxima sesión, la Comisión de Instrucción presentara las bases para la concesión del colegio y del material de enseñanza.

Dos días más tarde Sanz, como presidente de la Comisión de Instrucción Pública, leyó las condiciones redactadas para la concesión del colegio. La comisión limitaba el número de asignaturas que debía explicar cada profesor. Consideraba la necesidad de inventariar todo el material que fuera entregado al empresario y la reforma de las cuotas a pagar por los alumnos, según fueran vecinos o forasteros. Proponía la supresión de la base, que limitaba a menos de veinte alumnos matriculados el compromiso del empresario. Aprobaba la enseñanza gratuita a los alumnos pobres y el servicio del observatorio, que debía estar a cargo de un profesor de Ciencias. Se suprimía el cargo de director literario, reservándose el ayuntamiento el derecho de inspección, por medio de una comisión. Estas bases fueron aprobadas, con el voto en contra de Valdrés.  La propuesta de Mochales, de entregar el colegio de internos a quien se le confiara el de segunda enseñanza, fue aprobada con el voto en contra de Valdrés.

En la sesión del 27 de agosto se leyeron dos instancias, una presentada por Alberto García Viota y Enrique Calahorra de la Orden, y la otra por Mariano Sanz Ferrer, en las que se adjuntaban proposiciones para hacerse cargo del colegio. García Viota y Calahorra ofrecían llevar a cabo mejoras en el orden científico, con nuevo material de enseñanza, dando lugar a una nueva enseñanza en la ciudad. Limitaban a un máximo de tres asignaturas por profesor y a 5 pesetas la cuota mensual por la primera asignatura y a 2,50 pesetas las restantes, para los alumnos vecinos de la ciudad. Los forasteros pagarían por el mismo concepto 7,50 y 3,75 pesetas. Se harían cargo también del observatorio, recibiendo una subvención de 2500 pesetas anuales. La duración del contrato sería por tres años. Por reformas de la segunda enseñanza, se iban a aumentar las asignaturas, ofreciendo para el próximo curso la puesta en marcha de una academia de Comercio, estableciendo los fundamentos de un laboratorio municipal, con secciones agrícola, industrial y de ensayo de alimentos. También se comprometían a herborizar los ejemplares más notables de la flora local y comarcal.

Mariano Sanz se comprometía a pagar las reparaciones del edificio menores de 200 pesetas, corriendo de su cargo el pintado, blanqueo y limpieza del establecimiento. Cedería la mitad de la subvención de 10 000 reales en el tercer año. Daría gratis clases de Dibujo Lineal. Rebajaba a 4 pesetas la primera asignatura y a 2,25 pesetas las restantes, a los hijos de vecinos de la ciudad. Los forasteros pagarían 7 pesetas y 3 pesetas, respectivamente. También pedía  que se le dispensara de la fianza de 5000 pesetas.

Lorente, en nombre de la Comisión de Instrucción, pues Sanz estaba enfermo, proponía aceptar la proposición de García Viota y Calahorra, pues reunían suficientes títulos y requisitos para el desempeño de su cometido. Consideraba que Sanz Ferrer no podría obtener buenos resultados. Valdrés defendió la vuelta de Juan Blas, pero la corporación acordó transferir el Colegio de segunda enseñanza a García Viota y a Calahorra por tres años, con las obligaciones que señalaba su instancia, con 2500 pesetas de subvención, con arreglo a unas bases, que no diferían sustancialmente de las presentadas por estos últimos. El 28 de agosto, la Junta de Asociados aprobó las bases propuestas por la Comisión de Instrucción, mostrando su conformidad por el traspaso del colegio a García Viota y Calahorra.

El 12 de septiembre se informó que el presidente, cumpliendo el acuerdo tomado, había pasado un oficio a Juan Blas, para que entregara el colegio de internos en el plazo de dos días. El presidente delegó en Catalina quien, en compañía del vice-secretario, se habían personado en el colegio el día y la hora convenidos. Había salido a recibirles Juan Blas, quien, invocando la constitución vigente, no permitió se allanase su domicilio sin mandato judicial. Para no incurrir en desobediencia, entregaría las llaves, siempre que el alcalde respondiera de los muebles, papeles, dinero y otros efectos que se encontraban en su habitación y en el colegio de internos. Mochales se mostró a favor de conceder un nuevo plazo y Valdrés defendió a Juan Blas, pues había firmado un contrato y había gastado en el colegio de internos 1500 pesetas en el primer año. A propuesta de Vela, se acordó concederle un plazo de cuatro días para desalojar el colegio de internos.

El 14 de septiembre el presidente informó que el 17 se abriría el plazo para la matrícula del colegio y los empresarios-profesores habían accedido a explicar las asignaturas de segunda enseñanza, mientras se resolvía el expediente que tenía incoado el ayuntamiento. En el caso que el recurso de alzada interpuesto por Juan Blas se resolviera a su favor, revocando el acuerdo de la corporación municipal, se podría señalar a los empresarios una subvención que indemnizara el tiempo empleado en la enseñanza. Después del debate, se acordó abrir la matrícula el día 17 e indemnizar a los empresarios con 1000 reales, en el caso que se resolviera a favor de Juan Blas el recurso de alzada. Incluso Montuenga señaló su disposición a entregar estos 1000 reales de su bolsillo.

El 17 de septiembre el presidente informó que el día anterior, se había dado posesión del colegio a los profesores García y Calahorra. A Juan Blas se le habían concedido cuatro días para desalojar el local del colegio de internos. Se acordó que si se negaba a desalojarlo, con el pretexto de no haber sacado los muebles y otros efectos que tenía en el local, se recibieran las llaves, encargando un inventario de los mismos. Valdrés proponía esperar hasta conocer la decisión del recurso.

El 24 de septiembre Valdrés protestó, por haber entregado las llaves del colegio a los profesores. El presidente presentó el inventario de objetos, enseres y material científico existente en el colegio, acordándose su archivo. Para cumplir con el acuerdo, el presidente había comunicado a Juan Blas que acudiera a la alcaldía el día 20, a entregar la llave del colegio. Aquel día se presentó acompañado de tres testigos, protestando por no haber sacado aún los muebles y demás efectos. Inmediatamente se había llamado a Benito Vicioso, invitándole a que aceptase el cargo de depositario de los objetos que Juan Blas tenía en el local. Vicioso se mostró conforme y se le entregó la llave, para que se hiciera cargo del local y de los efectos personales. El presidente mandó al secretario dar lectura a las comunicaciones de alcaldía y de Juan Blas, para poner el asunto en manos del juez de Primera Instancia. A propuesta de Vela, se acordó consultar antes con el asesor municipal y Valdrés protestó de nuevo por la violencia mostrada en la entrega de las llaves, palabras que no retiró ante la petición del presidente.

El 1 de octubre se leyó una instancia de Juan Blas, en la que solicitaba que, en el caso de reconocerse la legalidad del contrato sobre la dirección y empresa del colegio, debían entenderse también revocados los acuerdos del 20 y 27 de agosto, en los que se disponía la entrega del local del colegio de internos. Pero el ayuntamiento acordó ocuparse de este asunto a la resolución del recurso de alzada.

En la sesión del 8 de octubre se vio un oficio del gobernador civil del pasado día 6, trasladando a la corporación municipal el informe evaluado por la Comisión Provincial, sobre el expediente promovido por Juan Blas, relativo al Colegio de segunda enseñanza, contra los acuerdos municipales del 16 y 23 de julio. En él la Comisión Provincial repasaba sucintamente la historia del colegio, desde su fundación en 1842 hasta el presente, consignando las vicisitudes por las que había pasado, en virtud de las disposiciones oficiales publicadas, llegando a las siguientes conclusiones:

-Declarar que el acuerdo del ayuntamiento del 3 de septiembre de 1880 no necesitaba aprobación superior, por ser inmediatamente ejecutivo.

-Dejar sin ningún valor ni efecto los acuerdos del 16 y 23 de julio de 1883, que adolecían de nulidad por extralimitación de facultades.

-Disponer que se repusieran las cosas al estado que tenían antes de ser dictados estos acuerdos, reintegrando a Juan Blas en la posesión del edificio, del material que había sido obligado a entregar y en todos los derechos emanados del contrato, sin perjuicio que el ayuntamiento usara el suyo para la prestación del afianzamiento y otorgamiento de la escritura.

-Reservar a la municipalidad el derecho que creyera asistirle, si por cualquier concepto estimara nulo el contrato, para reclamar la nulidad ante quien correspondiera y en la forma procedente.

El ayuntamiento acordó su cumplimiento y autorizó al presidente para que nombrara a una comisión municipal, que diera posesión del colegio y material de enseñanza a Juan Blas. Por unanimidad se acordó acudir ante el Ministerio de la Gobernación, alzándose del fallo dictado por el gobernador civil de la provincia. En esta misma sesión se leyó una instancia de Juan Blas, en la que pedía que se le diera posesión del colegio, del material existente, previo inventario, y de la llave del colegio de internos, así como una lista de los alumnos matriculados y los declarados como pobres. Como la instancia llevaba fecha del día 8 de septiembre, por lapsus de Juan Blas, y no podía referirse a hechos posteriores, se acordó desestimarla.

El 15 de octubre el presidente señaló que, como consecuencia de la resolución recaída en el asunto del Colegio de segunda enseñanza, Juan Blas le había asegurado que no tendría inconveniente de retirar el recurso de alzada, que tenía presentado en la alcaldía sobre la colegiatura de internos, siempre que las cosas volvieran al mismo estado que tenían antes. A propuesta de Sanz, se acordó entregarle las llaves del colegio, sin hacer nuevas concesiones, dejando las cosas como habían estado. En 22 de octubre el presidente informó que había puesto en posesión del colegio de internos a Juan Blas, mediante acta. El 29 de octubre Lorente preguntó si se habían dado las llaves del observatorio a Juan Blas, con las del colegio de internos y el de segunda enseñanza, pues en días pasados había visto en la torre, donde estaban colocados los aparatos, a varios colegiales. Se le contestó negativamente y el ayuntamiento acordó que se recogieran estas llaves, en el caso que las guardara Juan Blas, para evitar en lo sucesivo abusos. El 5 de noviembre el presidente informó que había recogido las llaves del observatorio que tenía Juan Blas. Lorente preguntó si Juan Blas tenía en su poder la llave de la secretaria del Colegio de segunda enseñanza, que tenía a su cargo el director literario, y Catalina le contestó negativamente. Lorente propuso estudiar si el acta que recogía la concesión del colegio de internos podía considerarse nula, como había manifestado el Diario de Calatayud, pues solamente había sido suscrita por ocho concejales, que no eran mayoría. Se acordó hacerlo, con los votos en contra de Valdrés y Escuin. El 31 de diciembre se aprobó el pago de 2500 pesetas a Juan Blas, como subvención del Colegio de segunda enseñanza, para el año económico 1882-1883.

El 7 de julio de 1884, Emilio Sanz dimitía de los cargos de concejal y teniente de alcalde, por su nombramiento de magistrado suplente de la Audiencia de lo Criminal.

En la sesión del 14 de julio se leyó una Real Orden del día 1 de este mes, expedida por el Ministerio de Gobernación, en la que confirmaba la providencia del gobernador civil, que había desestimado los acuerdos del ayuntamiento sobre la escisión del contrato con el empresario del colegio, de la que se había alzado la corporación municipal, haciéndole responsable de los daños ocasionados.

En la sesión del 10 de noviembre se vio una instancia de Juan Blas, en la que solicitaba testimonio de los acuerdos referentes al Colegio de segunda enseñanza, tomados por el ayuntamiento en las sesiones del 16 y 23 de julio de 1883, con los concejales que habían votado a favor y en contra. El 29 de diciembre de aprobó el pago de la subvención concedida al colegio de 2500 pesetas, correspondiente al ejercicio económico de 1883-1884.

En la sesión del 22 de junio de 1885, Escuin afirmó que estaba llevando a cabo gestiones privadas con el provincial de los escolapios, para que se hicieran cargo de la enseñanza en el colegio, al término del contrato con Juan Blas. El presidente también se había entrevistado con el provincial de esta orden, quien le había sugerido que, a la mayor brevedad posible, se hiciera una petición formal suscrita por el ayuntamiento, asociados y contribuyentes, pues contaban entonces con poco personal docente. Por ocho votos contra cinco, se acordó tomar en consideración lo propuesto por Escuin. El 8 de julio se vio la contestación favorable del provincial de los escolapios. El 9 de diciembre, Escuin solicitó el cumplimiento del acuerdo del pasado 8 de julio. El 19 de diciembre se acordó escribir a los padres escolapios, contestando a su carta del 30 de junio, informándoles del acuerdo tomado, con el cumplimiento del acuerdo del 8 de julio.

En la sesión del 4 de julio y a consecuencia de la epidemia de cólera, el ayuntamiento acordó la instalación del hospital de coléricos en el cuartel de la Merced, cuando se tuviera la correspondiente autorización, trasladando las oficinas militares al Colegio de la Correa, aceptando el ofrecimiento de Juan Blas. El 8 de julio se agradeció a Juan Blas esta cesión, sin ninguna contraprestación.

En la sesión del 30 de septiembre se vio la propuesta de Juan del Pueyo, con las bases para determinar la forma y condiciones de organización y existencia del Colegio de segunda enseñanza, una vez finalizado el contrato con Juan Blas. Se acordó dejarlo quince días para su consulta.

El 4 de enero de 1886 se nombró una comisión, compuesta por Pueyo, Velasco, Ortega, Escuin y Coley, para que estudiara esta proposición. El 29 de marzo se leyó el dictamen emitido por la mayoría de esta comisión, el voto particular de Escuin y una enmienda presentada por Ortega. En él consideraban que el colegio debía seguir bajo la inspección y auxilio del ayuntamiento, conservando su carácter privado. La comisión proponía las siguientes bases:

-Declarar terminado el contrato con Juan Blas en la fecha designada, pidiéndole su conformidad o disconformidad.

-El ayuntamiento nombraría como nuevo director-empresario, a la persona que reuniera los requisitos que exigieran las disposiciones vigentes, otorgándole amplia libertad de acción en cuanto al régimen del establecimiento, con inspección del ayuntamiento.

-La corporación nombraría a un comisario municipal, que perteneciera o no a ella, pero con título académico, para que ejerciera la inspección y vigilancia en el colegio.

-Se incluirían en el presupuesto 6000 pesetas para cubrir las atenciones del director-empresario, corriendo por su cuenta la conservación del material, el mantenimiento de los gabinetes y las reparaciones.

-El director debía contar con seis catedráticos, tres de Letras y tres de Ciencias, nombrados por el ayuntamiento, con una dotación de 1500 pesetas anuales.

-En sesión extraordinaria se trataría de la suspensión o separación del director o de alguno de los catedráticos, tomando el acuerdo por mayoría de dos tercios de los concejales presentes.

-Los alumnos pagarían 5 pesetas al mes por una asignatura y 3 pesetas por cada una del resto de las asignaturas.

-Antes de hacerse cargo el director del colegio, se haría un inventario por duplicado con el material de enseñanza.

-Antes de los quince días después de su nombramiento, el director presentaría al ayuntamiento un proyecto de reglamento para el régimen interior del colegio, proponiendo lo que considerara oportuno sobre la pensión para colegiales externos, la vida y pernocta del director en el colegio, la prohibición de uniforme y suscripción, horario de clases, descanso y ejercicio corporal, representantes de los padres de alumnos internos y externos y de no permitir a los alumnos internos pernoctar fuera del colegio.

Escuin propuso otras bases: Que se mantuviera la subvención de 10 000 reales, reduciendo las cuotas de enseñanza a 5 y 3 pesetas. Si esta proposición dificultase la entrada de director, se sustituiría por una subvención municipal de 5000 pesetas para cada profesor. Ortega estaba a favor del dictamen de la mayoría, dejando la subvención en 2500 pesetas.

En la sesión del 29 de abril se desecharían estas dos propuestas. Este mismo día la corporación acordaría: Incluir en el presupuesto municipal 7500 pesetas para el colegio, que en parte se reintegrarían con el ingreso de las tasas de enseñanza, a razón de 5 pesetas por una asignatura y 2,50 pesetas por cada una del resto de asignaturas. Se destinarían 750 pesetas para el sostenimiento y mejora del material de enseñanza, y gastos de secretaría. Debían llevarse a cabo las reparaciones necesarias en el edificio. Se concedería enseñanza gratuita a los alumnos que lo solicitaran, por carecer de recursos. Se nombraría a un comisario municipal que representara al ayuntamiento, dando cuenta de su labor todos los meses. A propuesta de varios concejales, se acordó relevar a este comisario de sus trabajos de concejal. Para este cargo sería nombrado Juan del Pueyo y Bueno, que aceptó.

El 5 de mayo y a propuesta de Velasco, se acordó que en la subvención al colegio estuviera incluida la obligación de atender el servicio del observatorio meteorológico.

Documentos consultados:

  • Archivo Municipal de Calatayud (AMC), Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1882, Sig. 135.
  • AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1883, Sig. 136.
  • AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1884, Sig. 137.
  • AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1885, Sig. 138.
  • AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1886, Sig. 139.
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Juan Blas y Ubide y el Colegio de la Correa, 1880-1881

CENTENARIO DE JUAN BLAS Y UBIDE, 1923-2023

Juan Blas y Ubide y el Colegio de la Correa, 1880-1881

Francisco Tobajas Gallego

            El Colegio de segunda enseñanza La Correa, también llamado Instituto Bilbilitano, se pondría en marcha a lo largo de 1842, por iniciativa municipal. Comenzó como Colegio de Humanidades, logrando en 1868 la categoría de Primera Clase. En 1874 se incorporó al Instituto de Zaragoza. Hasta el año 1880, la mitad de los directores del colegio fueron clérigos.

            En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud celebrada el 23 de agosto de 1880, se leyó un escrito con esta misma fecha de Juan Blas y Ubide. En él exponía que deseaba mejorar las condiciones de la segunda enseñanza en la localidad, evitando gastos a la corporación. Consideraba que las empresas de interés general prosperaban, con el estímulo de la iniciativa privada. Deseaba conciliar los derechos y deberes del ayuntamiento, con los intereses de la población y más aun de las clases pobres. Para ello proponía a la corporación, un nuevo proyecto de organización del colegio de segunda enseñanza de la ciudad. Juan Blas se obligaría, por un documento público, a sostener el colegio, con las condiciones que señalara el reglamento, utilizando gratuitamente el material y las instalaciones por un periodo de seis años. Daría instrucción gratuita a los alumnos pobres de la ciudad, que justificaran carecer de recursos, aunque deberían seguir los cursos con aprovechamiento. Para ello recibiría una subvención municipal de 2500 pesetas anuales. Se haría cargo, bajo inventario, del material de enseñanza, estando obligado a devolverlo en el mismo estado, salvo el normal deterioro.

Portada del antiguo edificio de la Correa

            La dirección oficial estaría a cargo de aquel que designara el ayuntamiento. El director-empresario se entendería directamente con los profesores, en lo referido a la administración y régimen del establecimiento. Juan Blas señalaba que no le movía otro móvil que el amor a su pueblo, para el que creía beneficioso este proyecto, aunque estaba dispuesto a retirar su proposición, si alguien quería llevarlo a cabo en su lugar. El ayuntamiento acordó su pase a la Comisión de Instrucción para que, en unión de los tenientes de alcalde y del regidor síndico, informaran y propusieran lo que consideraran más oportuno.

            Aquel mismo día se vio que una comisión de los profesores del Colegio de segunda enseñanza, compuesta por su director literario, Vicente Martínez, y el catedrático Juan Velasco, señalaba que, con motivo de la reforma de la Ley de Instrucción Pública, publicada recientemente, era necesario aumentar un catedrático que se encargara de explicar los dos cursos de Francés, que se establecían en esta reforma. La corporación acordó pasarlo también a la Comisión de Instrucción. Para esta cátedra de Francés, se había ofrecido Teodoro Puertas, oficial primero de Telégrafos, sin retribución alguna.

            En la sesión del 30 de agosto, el secretario dio lectura a un largo informe de la comisión, que había sido nombrada para estudiar la oferta de Juan Blas. Después de debatir suficientemente el asunto y considerándolo de interés para la enseñanza en la ciudad, la corporación acordó dejar en suspenso la resolución de esta instancia hasta el próximo 3 de septiembre, para el que se convocó una sesión extraordinaria.

            Los concejales Bardají, Félez y Cortés presentaron un informe, en el que proponían aceptar el proyecto de Juan Blas y Ubide, no solamente por la economía que iba a lograrse, sino por el mayor desarrollo que iba a producirse en la enseñanza, debido a la iniciativa privada y a la idoneidad del director y del profesorado, unido a la inspección activa de la corporación. Consideraban que la iniciativa particular era más útil y fecunda que la del ayuntamiento, cuya función era la de gobierno y administración. Sostenían que los profesores, libres de la tutela del ayuntamiento, formarían con el director una asociación libre de trabas, abriendo nuevos horizontes a la enseñanza, atrayendo a nuevos alumnos y elevando con ello la ilustración.

Para ello exponían una serie de pactos: Elevar el contrato, que sería para cinco años, a escritura pública, y que el cargo de director no lo nombrara el ayuntamiento, que se reservaría el derecho a la inspección de los locales, material docente, biblioteca y gabinetes. Juan Blas estaría obligado a contratar a los profesores necesarios, según las leyes vigentes, debiendo respetar a los profesores que entonces componían el claustro y mantener la organización del colegio de internos, afecto al Instituto y a su director, Faustino Bernal, que quedaría al margen del director-empresario. También estaría obligado a dar enseñanza gratuita a los alumnos pobres que lo solicitaran. A los alumnos pudientes no podría exigirles más de 40 reales al mes. El material se le entregaría al director bajo inventario. Si por cambio del método de enseñanza o por otro motivo, el número de alumnos matriculados no llegara a veinte en todos los cursos, el contrato quedaría rescindido para el próximo curso. El ayuntamiento concedería a Juan Blas una subvención de 2500 pesetas.

Petición de Juan Blas al ayuntamiento en 1880, para hacerse cargo del colegio de segunda enseñanza.
Archivo municipal de Calatayud

En este mismo día se vio también una instancia de Faustino Bernal, director del Colegio de internos San Iñigo, pidiendo que se le dejara en libertad para desempeñar sus cargos de director y profesor. El ayuntamiento acordó dejar este tema en suspenso, hasta que se tomara un acuerdo definitivo sobre la reforma del colegio, que había presentado Juan Blas y Ubide.

En la sesión extraordinaria celebrada el 3 de septiembre, se acordó por unanimidad y después de un debate, transferir el Colegio de segunda enseñanza a Juan Blas, como director-empresario, bajo unas condiciones. El contrato, que sería por seis años, se elevaría a escritura pública. El cargo de director literario sería de libre designación. El ayuntamiento se reservaba el derecho de inspección de locales, material y gabinetes. Juan Blas debía dotar al colegio de los profesores necesarios, respetando a los actuales en sus cátedras. Debía dar enseñanza gratuita a los alumnos pobres de la localidad que lo solicitasen, siendo responsabilidad del ayuntamiento esta declaración de pobreza. No podría exigir al resto de los alumnos, por derechos de enseñanza, más de 7,50 pesetas al mes, por la matricula de una asignatura, y 5 pesetas al mes por cada otra que cursaran.

Juan Blas debía conservar la organización del colegio de internos y a su director Faustino Bernal. Recibiría bajo inventario el material del colegio. Si por cambio de método de enseñanza o por cualquier otro motivo, el número de alumnos matriculados no llegara a veinte entre todos los cursos, se entendería rescindido el contrato para el próximo curso. En compensación, Juan Blas recibiría 2500 pesetas anuales, por trimestres vencidos, quien debía dar una fianza de 5000 pesetas, para garantizar el cumplimiento de sus obligaciones. El ayuntamiento acordó dar cuenta de esta resolución al interesado, dándole de plazo hasta el próximo lunes para contestar.

En la sesión del 6 de septiembre se leyó un oficio de Juan Blas, en el que aceptaba las disposiciones del contrato, pidiendo que se le pusiera en posesión del colegio, para preparar la apertura del curso. La corporación así lo acordó, designando al concejal Cejador para recibir el inventario del material, muebles y enseres pertenecientes al ayuntamiento. Al presidente se le autorizó a otorgar escritura del contrato y afianzamiento, informando a los profesores de la transferencia del colegio a Juan Blas, copiando la condición sexta, que obligaba al nuevo director a conservarlos en sus puestos. Lo mismo se haría con Faustino Bernal, copiando la condición novena, que señalaba la obligación del nuevo director a conservar la organización del colegio de internos y a su director, en su misión independiente de aquel, como director y profesor.

En esta misma sesión se leyeron dos instancias de Faustino Bernal, con diferentes fechas, en las que solicitaba no depender en sus cargos del director-empresario, pues había sido nombrado en su cargo por el ayuntamiento. Además, tenía compromisos adquiridos con los padres de los alumnos internos y los empleados del colegio, debiendo invertir un capital para alimentos e instrucción de sus colegiales de primera enseñanza, además de las clases obligatorias y de adorno a los de segunda enseñanza, colocándole en una situación excepcional respecto al resto del profesorado. Para cubrir sus intereses de cualquier eventualidad, que pudiera sobrevenir a la enseñanza con la nueva organización, pedía que el ayuntamiento, por medio de un contrato público, respetara su cargo por cinco años. Pero el ayuntamiento acordó desestimar ambas instancias, teniendo en cuenta las condiciones sexta y novena del contrato con Juan Blas.

El 11 de septiembre se leyó una carta del director literario del colegio, Vicente Martínez, con fecha del día 7, en la que participaba que no le era posible continuar con su cargo, achacando problemas de salud. El ayuntamiento acordó admitir su dimisión, agradeciendo su labor. Por unanimidad, se nombró para sustituirle al vicario general, Pascual Pérez Tafalla, cuyo nombramiento y atribuciones se le comunicarían por carta, solicitando su aceptación del cargo. Las atribuciones del director literario eran las siguientes: Representaría al establecimiento en todos los actos y documentos oficiales, como director oficial nombrado por el ayuntamiento. Presidiría y ordenaría los actos literarios que se celebraran en el colegio. Inspeccionaría cuando lo creyera conveniente el local y el material docente, dando aviso a la municipalidad de su estado. Respecto al colegio de internos, tendría las mismas atribuciones de inspección y representación delegada del ayuntamiento, incluyendo la instrucción que se daba a los alumnos internos.

En la sesión del 20 de septiembre, se leyó una carta de Pascual Pérez Tafalla, fechada el día 12, en la que aceptaba el cargo de director literario del Colegio de la Correa.

También se leyó una comunicación de Faustino Bernal, en la que agradecía al ayuntamiento la condición novena del contrato con Juan Blas. En ella pedía que los alumnos del colegio de internos no se matricularan en el de segunda enseñanza, pero el ayuntamiento desestimó por mayoría esta petición, con los votos en contra de Ríos y Cejador.

En esta sesión se vieron dos oficios de Juan Blas, del 13 y 16 de septiembre, en los que participaba que en los días 11 y 13, había dirigido una comunicación a cada uno de los profesores del colegio, que eran: Juan Velasco, Faustino Bernal, Francisco Ibarra y Alberto García, para que, en cumplimiento de la condición sexta del contrato, le dijeran en un plazo de veinticuatro horas si querían continuar en sus cargos, señalando sus condiciones, en caso afirmativo. Si no contestaban en el plazo señalado, entendería que renunciaban a sus cargos.

También se leyó otra comunicación de Juan Blas, participando que Manuel Solís, profesor del colegio, había contestado por carta, informándole que no le era posible seguir con los dos cursos de Latín y Castellano, debido a su edad. Pedía a Juan Blas que hiciera llegar al ayuntamiento su deseo de jubilarse, con una asignación proporcionada a su vida laboral. Señalaba que llevaba treinta y cinco años en la ciudad, desempeñando las cátedras de Latín, Castellano, Retórica, Poética y alguna asignatura más. Había sido director de internos y en varias ocasiones director del establecimiento, por acuerdo del ayuntamiento, habiendo conseguido en varias ocasiones menciones honoríficas. El ayuntamiento acordó jubilarlo, con una pensión anual de 1000 pesetas, desde el próximo 1 de octubre.

En la sesión del 27 de septiembre, se leyó una carta de Pérez Tafalla, en la que comunicaba que, ese mismo día, había enviado al director del Instituto de Zaragoza el cuadro de profesores del colegio. Estaba compuesto por: Ramón de la Cuesta, preceptor de Latinidad, Alberto Espinosa, licenciado en Ciencias, y Juan Blas, licenciado en Filosofía y Letras. Oportunamente informaría, tanto al ayuntamiento como al Instituto, del aumento o modificación del cuadro de profesores.

El presidente informó que Juan Blas le había pedido verbalmente, uno de los dos locales o cátedras que ocupaba el colegio de internos, por necesidades de la enseñanza a su cargo. La corporación autorizó al presidente para que se entrevistase con el director literario, para determinar de común acuerdo lo que procediera, teniendo en cuenta que las dos habitaciones habían sido cedidas al director de internos para que las utilizara, siempre que no fueran necesarias para el servicio del Colegio de segunda enseñanza.

En la sesión del 7 de octubre se dio cuenta del cuadro de profesores del colegio, que había enviado el director literario. Ramón de la Cuesta García se haría cargo de las cátedras de Latín y Castellano, del primer y segundo curso. Juan Blas y Ubide haría lo propio con las de Retórica, Poética y Geografía. Ramón Ríos Marqués tendría a su cargo Historia de España, Historia Universal, Psicología, Lógica y Ética. Y Alberto Espinosa Giménez impartiría Aritmética, Álgebra, Geometría, Trigonometría, Física y Química, Historia Natural y Fisiología, además de Agricultura Elemental.

El presidente señaló que había convenido con el director literario, la cesión a Juan Blas de una habitación, que entonces empleaba el director de internos para academia de Dibujo, pasando aviso a Faustino Bernal.

El 21 de octubre se vio una solicitud de Juan Velasco, en la que pedía una  certificación de su conducta moral, política y profesional que, como profesor, había observado en los doce años que había desempeñado su cargo de catedrático en el Colegio de segunda enseñanza, con el número de alumnos matriculados en las asignaturas a su cargo y sus calificaciones. Pedía que se enviara al director literario, para que su secretario rellenara las casillas en blanco. El ayuntamiento señaló que Juan Velasco había observado una conducta moral, política y profesional irreprensibles, remitiendo el certificado al director literario.

Este mismo día se leyó una instancia de Juan Blas, pidiendo que en el caso que Faustino Bernal cesara en su cargo como director de internos, se le diera posesión del local destinado a esta colegiatura, con el objeto de encargarse directamente de la educación de los jóvenes pensionistas, pues la existencia del colegio de internos era necesaria para la prosperidad del de segunda enseñanza. El ayuntamiento acordó tener presente esta solicitud, para determinar en su día lo más conveniente.

Igualmente se vio otra instancia de Faustino Bernal. En ella pedía al ayuntamiento que, habiendo terminado su misión como profesor en el Colegio de segunda enseñanza y no estando lejano el plazo de poner fin a su etapa de director de internos, que el ayuntamiento le había conferido por acuerdo del 6 de diciembre de 1876, se le facilitara una certificación con el desempeño de sus cargos y copia de todas las comunicaciones y actas referidas al colegio, desde su nombramiento hasta el 30 de septiembre de 1880. El ayuntamiento acordó expedirle la correspondiente certificación.

En esta misma sesión se vieron tres oficios y otra instancia de Faustino Bernal. En uno de ellos señalaba que, si el ayuntamiento hubiera accedido a la súplica de mantenerlo en el cargo por cinco años, como director del colegio de internos, habrían quedado sin valor las condiciones sexta y novena del contrato con Juan Blas. La sexta, porque Bernal no hubiera conservado su plaza, dependiente de un contratista que había lastimado su honra de profesor. Y la novena porque el ayuntamiento había dispensado al contratista de respetarla, desde el momento que al colegio de internos no se le permitía hospedar a más alumnos de segunda enseñanza que los que quisiera el contratista. Bernal se consideraba rebajado a un simple patrón de huéspedes.

Bernal se quejaba también porque el ayuntamiento había protegido al empresario, desoyendo sus peticiones. Señalaba que había recibido el colegio de internos en un estado lamentable, habiendo gastado de su bolsillo 35 000 reales, para colocarlo a la altura que se encontraba entonces. Como recompensa a tanto sacrificio, recibía la humillación por la que estaba pasando, porque no se atrevían a despedirlo, con la pérdida de toda su fortuna.

En otro informe se quejaba, porque el ayuntamiento le había pedido que entregara la llave al director literario, del local que utilizaba como academia de Dibujo, sin haberse interesado antes por las necesidades del colegio de internos. Consideraba que el Colegio de segunda enseñanza no necesitaba de este local pues, anteriormente, los cinco profesores habían dado instrucción con menos locales que ahora disponía el contratista, habiendo disminuido ahora a tres el número de profesores. Además, el director literario ocupaba otro local sin ningún permiso. Señalaba que hasta los mismos alumnos pregonaban el descontrol, que cundía entonces en un colegio con pocos profesores. Y añadía que los alumnos de Retórica y los de Historia entraban juntos. Los que tenían cuatro asignaturas, despachaban su estudio en una hora por la tarde. Había profesores que se ocupaban de seis asignaturas y alumnos que, llevando once días de curso, no habían tenido ninguna clase, sin saber si tenían o no profesores. Sin embargo, otros disfrutaban apenas de tres cuartos de hora en la cátedra. Bernal señalaba que con este desconcierto, saltaba a la vista la necesidad de una sala de estudio.

Añadía que para habilitar la sala para la enseñanza de Dibujo, había tenido que blanquearla, poner dos mesas nuevas, arreglar otras y hacer cristaleras, con un gasto de 345 reales. Consideraba que el ayuntamiento solamente podía dar lo que era de su propiedad, siendo de justicia que el empresario le abonara esta cantidad. Bernal se quejaba por la animosidad de todo el ayuntamiento hacía su persona, pues nadie había defendido sus reclamaciones. Se le había separado de sus cátedras, eliminando su independencia absoluta y reduciéndole a un simple patrón de huéspedes.

En la instancia, Bernal afirmaba que, tras el contrato con el empresario, hecho por razones económicas, solamente se le había nombrado director del colegio de internos, cuando no había ningún colegial de esa clase de enseñanza que dirigir, con lo que se habían originado graves perjuicios para sus intereses, por los gastos efectuados en prospectos, anuncios y demás objetos necesarios para la apertura del colegio de internos, que debía abonarle el ayuntamiento. Señalaba que un concejal había declarado contra él en una sesión pública y pedía al ayuntamiento, que protegía al empresario y no le había concedido nada de lo solicitado, que le comunicara si, habiendo cesado como profesor, debía cesar también como director del colegio de internos, por no ser posible lo uno sin lo otro. El ayuntamiento, considerando que en alguno de estos documentos había frases injuriosas contra la corporación municipal, acordó por unanimidad remitirlos al Juzgado de Primera Instancia del Partido.

El 8 de noviembre se vio un oficio del director literario del colegio, remitiendo la solicitud de Juan Velasco. Pérez Tafalla pedía a la corporación que preguntara a Velasco si tenía en su poder el catálogo del gabinete de Historia Natural, que había estado a su cargo como profesor de esta asignatura, por no encontrarse en este gabinete, siendo como era necesario para la enseñanza, pues si no, quedarían inservibles las colecciones de minerales y algunas de Zoología. Si fuera necesaria una nueva clasificación, el trabajo sería muy costoso, además de pesado. 

En la sesión del 18 de noviembre se vio una petición del juez de Primera Instancia, solicitando el acta donde constara el acuerdo tomado por el ayuntamiento, de trasladar al juzgado los originales recibidos de Bernal. El juez deseaba saber si la corporación renunciaba o no al derecho de ser parte en la citada causa. El ayuntamiento tomó el acuerdo de renunciar a este derecho. Este mismo día se leyó la contestación de Velasco. Señalaba que no tenía el catálogo del gabinete de Historia Natural, solamente guardaba los trabajos incompletos que, para formarlo, había llevado a cabo en el periodo que había estado al cargo de la asignatura y que había utilizado para dar la enseñanza con la amplitud debida. El ayuntamiento acordó informar sobre este particular al director literario.

Se leyó también una instancia de Bernal, en la que pedía copia certificada de todos los acuerdos y actas relativos al colegio de internos, desde su toma de posesión. El ayuntamiento acordó informarle que señalara los años objeto de su petición. En otra instancia, Bernal pedía certificación que señalara su conducta moral, política y profesional, durante los cinco años que había desempeñado el cargo de catedrático, con el número de alumnos matriculados y las notas obtenidas. En esta ocasión se acordó expedir la certificación que solicitaba, desde el 3 de diciembre de 1875 hasta septiembre de 1880, que había cesado, señalando que su conducta no había sido reprendida.

En la sesión del 2 de diciembre se leyó una carta de Juan Velasco, en la que señalaba que, al formar el inventario del gabinete de Historia Natural del colegio, se habían incluido muchos ejemplares que, en el transcurso de los doce años, en los que había estado a su cargo, había ido recogiendo por la región. Estos materiales de su propiedad, alguno de ellos de gran valor científico, los quería ceder al ayuntamiento, para que sirvieran de base para la formación del catálogo de las riquezas de la región. El ayuntamiento aceptó la donación y agradeció el gesto a Velasco.

En otra instancia, Bernal solicitaba una nueva certificación sobre el celo mostrado en la enseñanza y su conducta moral, política y profesional, siendo catedrático del colegio. El ayuntamiento acordó acceder a la petición, pidiendo la devolución de la anterior. Igualmente se acordó, oídas las manifestaciones de algunos concejales, que el maestro de obras, Federico Varela, acompañado del portero mayor del municipio, pasaran a visitar el local destinado a colegio de internos, para reconocer los desperfectos y alteraciones que hubieran tenido lugar recientemente en paredes, pisos y salas del local, dando cuenta al ayuntamiento.

El 11 de diciembre se leyó el informe presentado por el maestro de obras, en el que indicaba que, sin conocimiento del municipio, Faustino Bernal había trasformado el local del colegio de internos, llevando a cabo obras, que lo habían dejado en el mismo estado que tenía cuando fue nombrado director del colegio. El informe del maestro de obras detallaba los cambios llevados a cabo en el oratorio, vestíbulo, claustro bajo, portería, enfermería, colegiatura, dirección, claustro de la colegiatura, sala de estudio, dormitorio, comedor y cocina. Varela concluía su informe señalando, que el local destinado a colegiatura de internos, había recuperado el mismo número de habitaciones y distribución que tenía antiguamente.

En esta misma sesión se acordó el pago de 1500,56 pesetas a Juan Velasco, como secretario y catedrático del Colegio de segunda enseñanza, por la subvención correspondiente a los pasados meses de julio, agosto y septiembre.

El director literario del colegio informó al ayuntamiento, que los días 20, 21 y 22 de diciembre, se celebrarían los exámenes trimestrales, con el reparto de premios a los alumnos, por si se quería nombrar a una comisión para presenciar estos actos. Pero el ayuntamiento acordó no nombrar a una comisión, debido a las muchas ocupaciones.

En la sesión del 20 de diciembre se vio una solicitud de Faustino Bernal, pidiendo copias certificadas de varias actas. Pedía la correspondiente a una sesión celebrada a primeros de agosto de 1876, con motivo de la publicación y reparto del primer reglamento del Colegio de internos San Iñigo. Otra copia de las celebradas entre el 8 al 23 de abril de 1877, con motivo de la presentación de las cuentas de la reforma del colegio de internos. Copia del acta celebrada el 4 de junio pasado, con la invitación al ayuntamiento a la función religiosa, en honor al Patrón del colegio. La celebrada el pasado 6 de septiembre, pidiendo que la obligación de sostener el colegio de internos constase en documento público. Las actas de las sesiones celebradas el 20 y 27 de septiembre y 8 de octubre de aquel mismo año. El acta que recogía la solicitud dirigida al ayuntamiento con fecha del 18 de octubre, solicitando el abono de los perjuicios ocasionados, con la transferencia del colegio de segunda enseñanza y que aún estaba sin resolver. En la sesión del 27 de diciembre, se presentaron los libros de actas a las que se refería Bernal, acordándose el envío de las copias certificadas que solicitaba.

En la sesión del 26 de enero de 1881, se vio una instancia de Bernal que solicitaba copia certificada del acta que recogía su nombramiento como director del colegio de internos, el 6 de diciembre de 1875. Otra copia de una de las sesiones siguientes, en la que constaba la protesta del concejal Castor Lafuente, por su nombramiento. Otra copia de todas las sesiones celebradas con motivo de la transferencia del Colegio de segunda enseñanza, celebradas el 23 y 30 de agosto de 1880, y 3 y 6 de septiembre de aquel mismo año. Y otra copia del informe emitido por la comisión nombrada al efecto para este asunto del colegio, que servía de preámbulo al contrato, condiciones del mismo y testimonio de haberlo elevado a documento público. La corporación acordó que el secretario revisara los libros, para resolver en la próxima sesión.

En la celebrada el 7 de febrero, se dio lectura de otra instancia de Bernal, en la que recordaba que había solicitado el pasado 18 de octubre una indemnización, por los graves perjuicios que le había ocasionado la transferencia del colegio a Juan Blas, debido a los prospectos y anuncios, que comunicaban la apertura del colegio, además de abastos destinados a las necesidades del colegio de internos. Añadía que este año el colegio contaba con doble de alumnos que el pasado. Por ello pedía un informe del acuerdo tomado sobre este asunto, en caso contrario acudiría a la autoridad superior. Informaba que se iba a ausentar de la ciudad, sin faltar al cumplimiento del cargo de director de internos, pues por la transferencia del colegio de segunda enseñanza a un particular, no había alumnos que pudieran reclamar su presencia.

El ayuntamiento acordó que no había lugar a la indemnización que reclamaba Bernal, por los perjuicios ocasionados. El 21 de octubre no se había tomado ningún acuerdo, porque la solicitud de Bernal del día 18 se había pasado al Juzgado de Primera Instancia, con otros escritos más. El ayuntamiento no estaba dispuesto a consentir que se cerrara el colegio de internos y acordó comunicar a Bernal que, antes de ausentarse, dejara a una persona de confianza, para que se encargara de la buena conservación del colegio y custodiara las llaves.

El 28 de febrero de 1881 se vio una comunicación de Juan Blas y Ubide, con fecha del pasado 31 de enero, pidiendo que, para evitar conflictos y confusiones, se eliminaran las condiciones sexta y novena del contrato, pues los antiguos profesores habían renunciado a seguir en este curso. Por todos era también conocido que, hacía aproximadamente dos meses, había dejado de existir el Colegio San Iñigo de internos, que dirigía Faustino Bernal, pues no había en él colegiales ni enseres propios de un establecimiento docente. Señalaba que Bernal había destruido las mejoras que había llevado a cabo al instalarse en este local, dejando patente su voluntad de no tener colegio de internos. Entonces el ayuntamiento le había cedido una parte del edificio, que le servía de vivienda. Juan Blas pensaba que la dirección-empresa había quedado en libertad, para nombrar en lo sucesivo a los profesores que le convinieran, como para disponer del local destinado a internos, cuando no lo utilizara Bernal.

Visto que Juan Blas había cumplido con la condición sexta, avisando a los antiguos profesores, a cuya invitación ni siquiera contestaron, el ayuntamiento acordó autorizar al presidente para que, al otorgar la escritura pública del contrato, hiciera las aclaraciones correspondientes a la condición sexta. Sobre la nulidad de la condición novena no había lugar, pues Bernal continuaba en el cargo de director del colegio de internos, por no haber renunciado ni cesado en el mismo.

El 28 de marzo se leyó un escrito de Juan Blas, en el que señalaba que hacía ya cuatro meses que se había disuelto el Colegio de internos llamado San Iñigo y más de un mes que su director, Faustino Bernal, se había ausentado de la población, dejando cerrado el local. Pedía que, en virtud del contrato que tenía suscrito con el ayuntamiento, se le diera posesión del mismo para organizar un colegio de internos. Recordaba su proposición sobre la nulidad de la condición novena del contrato, a la que todavía no había tenido contestación. Juan Blas ofrecía gastar de su bolsillo 1500 pesetas, en obras de reparación y mejora del local y material del colegio de internos, cediendo estas mejoras a la población.

En vista de todo ello, el ayuntamiento acordó comunicar a Blas y Ubide su decisión, que había tomado en la sesión celebrada el pasado 28 de febrero. La contestación de Juan Blas se vio en la sesión del 25 de abril. Una vez informado de los acuerdos de la corporación, consideraba conveniente y necesario otorgar escritura pública del contrato, aclarando la condición novena, haciendo constar que, en el caso de quedar vacante el colegio de internos, por cese de Faustino Bernal, quedaría nula y sin valor, pasando a ostentar el director empresario la dirección del colegio de internos y su local. Pero el ayuntamiento se ratificó por unanimidad, en el acuerdo tomado en la sesión del 28 de marzo.

El 24 de junio se vio un oficio de Juan Blas, en el que informaba que ese mismo día había llegado una comisión, compuesta por tres catedráticos del Instituto de Zaragoza, para que, con los profesores de las respectivas asignaturas, verificaran los exámenes ordinarios del colegio, de cuyo resultado daría cuenta al ayuntamiento. Consideraba urgente un acuerdo definitivo de la corporación, respecto al colegio de internos, para tranquilizar el ánimo de los interesados y anunciar a la comisión del Instituto y a los padres de alumnos forasteros, la apertura del colegio para el próximo año académico.

El 27 de junio se informó de una comunicación del director literario del colegio, en la que trasladaba las calificaciones obtenidas por los alumnos en los exámenes celebrados del 20 al 23 de ese mes. Se contabilizaban, entre todas las asignaturas, ciento cinco matrículas, catorce sobresalientes, veintitrés notables, treinta y un buenos y treinta y siete aprobados. No se registraba ningún suspenso. El director literario pedía también la resolución lo antes posible de los obstáculos, que habían mantenido cerrado el colegio de internos, cuya existencia era de vital interés para el Colegio de segunda enseñanza. Solicitaba que se diera posesión de este colegio de internos al director-empresario. En esta sesión, el ayuntamiento acordaría el cese de Faustino Bernal y que, una vez conocida su residencia, se le hiciera saber, reclamándole las llaves del colegio de internos. El ayuntamiento aceptó el ofrecimiento de Juan Blas, que había previsto gastar 1500 pesetas en las obras de reparación y mejoras del local destinado a colegio de internos, quedando a beneficio del establecimiento. Para ello cedía este colegio el tiempo que fuera empresario, corriendo de su cuenta las utilidades o pérdidas que pudieran ocasionarse.

En la sesión del 18 de julio se vio un oficio de Juan Blas, en el que pedía que se le diera posesión del local destinado a colegio de internos, para llevar a cabo las obras de reparación necesarias para su apertura el próximo curso. En la sesión celebrada el 8 de agosto, el primer teniente de alcalde, Fulgencio Bermúdez, informó que el pasado día 6 había dado posesión a Juan Blas del local destinado a colegio de internos, entregándole las llaves. Entonces pudieron observar el mal estado de los tejados. Viendo que en este arreglo de los tejados no se podrían invertir las 1500 pesetas que se habían ofrecido, el ayuntamiento acordó arreglarlos a cuenta de los fondos municipales.

En la sesión del 29 de agosto se acordó sustituir la puerta de entrada del Colegio de segunda enseñanza, que se encontraba en mal estado, por otra que se guardaba en los almacenes municipales. En la celebrada el 12 de septiembre, el teniente alcalde Félez y el presidente de la Comisión de Obras señalaron que era necesario cambiar el enmaderado de algunos tramos de los tejados del colegio de internos, que estaban en mal estado. El tejado se encontraba en un estado lamentable, con muchas tejas rotas. Por ello proponían que, una vez acabadas las obras, se cerrara con un candado la salida al tejado, para evitar la salida de los colegiales, y se encargara al empresario que vigilara a los alumnos, pues si causaban algún daño en lo sucesivo, el tejado se repararía a sus expensas. Y así quedó acordado.

El 19 de septiembre, visto el oficio del director literario del colegio, que pedía el nombramiento de un profesor de instrucción primaria y un individuo de la Junta de Instrucción, para que formara parte, con el director o un profesor del colegio, de la comisión de exámenes de ingreso de segunda enseñanza, se designó al maestro superior Constantino Lidón, como profesor de instrucción, y al concejal Agustín Lausín, para que formara parte de la comisión.

El 26 de septiembre la corporación desestimó la petición de Juan Blas, que había manifestado la conveniencia de establecer unas reglas equitativas, para eximir del pago de los derechos mensuales de enseñanza a los alumnos pobres, que pudieran perjudicar gravemente los intereses de la empresa. Aquel año se habían presentado diez alumnos, que habían solicitado la dispensa de pago de los derechos mensuales de enseñanza. De todos ellos, el ayuntamiento sufragaría dos matrículas.

En la sesión del 10 de octubre, Félez señaló que se habían dado fin a la reparación de los tejados del colegio y de las escuelas, y aunque se había trabajado mucho, aún quedaba por reparar. Proponía adoptar las oportunas precauciones para que los muchachos no pudieran subir a ellos, como así se acordó. En esta misma sesión, el concejal Ríos propuso la creación de una biblioteca popular. Señalaba que en el colegio había un local a propósito. Proponía solicitar libros al Ministerio de Fomento, contando también con donativos de particulares. El ayuntamiento debería pagar un modesto sueldo al encargado, pero se acordó dejar el asunto para otra sesión. En la sesión del 17 de octubre se adhirió a este proyecto Mochales. Zabalo también se mostró a favor, pero recordó que la biblioteca popular, que se había creado con la donación del gobierno y de particulares, se había entregado a Vicente Martínez, entonces director del colegio. Luego fue encargado su servicio al maestro Ignacio Lardiés, quien manifestó más tarde al ayuntamiento que nadie acudía a solicitar libros. Zabalo creía que estos libros debían estar todavía en custodia del maestro, que había sucedido a Lardiés. Ríos insistió en su propuesta de la creación de una biblioteca municipal y añadió que el antiguo encargado no tenía sueldo por el servicio que desempeñaba. Proponía hacer una prueba, abriendo solo durante el día y pagando al encargado. Por su parte, el presidente señaló que procuraría enterarse del paradero de aquellos libros donados y de los jesuitas, que se depositaron en el colegio.

El 24 de octubre el presidente informó de su entrevista con Vicente Martínez, que le confirmó lo manifestado por Zabalo. La biblioteca de los jesuitas había estado depositada en el colegio hasta el año 1875, cuando fue solicitada su devolución. Martínez le señaló que entonces en el colegio no se guardaba nada y que las estanterías, aunque de poco valor, estaban deterioradas. Rios insistió en su propuesta, recordando que cuando los jesuitas recogieron sus libros, ofrecieron obras importantes al colegio, pero dos catedráticos no los habían aceptado, por no contar entonces con biblioteca. Zabalo se mostraba más escéptico, pues a la biblioteca del casino tampoco concurrían lectores. Consideraba que el ayuntamiento estaba agobiado de obligaciones y no creía conveniente adquirir una nueva, no siendo de absoluta necesidad. El presidente era de su mismo parecer y Ríos señaló que le causaba vergüenza reconocer, que el ayuntamiento dejaba atrás una mejora indiscutible por el sacrificio de 2000 reales. El ayuntamiento acordó gestionar ante el Ministerio de Fomento la adquisición de libros, dejando para entonces la resolución definitiva.

Zabalo se refirió a la adquisición de los aparatos necesarios para el observatorio meteorológico, señalando que el director del colegio se prestaba a llevar el servicio científico. El 21 de noviembre se acordó dirigirse al ministro de Fomento, solicitando su apoyo para la creación de una biblioteca municipal y para la instalación de un observatorio meteorológico. En esta misma sesión, Mochales solicitó que se pidiera al director del colegio y a los profesores de instrucción primaria, mayor vigilancia sobre los alumnos que concurrían a sus respectivos establecimientos, para evitar que antes y después de las clases, o durante las mismas, promovieran alborotos y espectáculos poco edificantes, que con frecuencia se presenciaban en las plazas de la Correa, San Antón y San Francisco, molestando a los vecinos y al público que transitaba por ellas. Se acordó pasar comunicaciones al director y a los profesores.

El 26 de diciembre se aprobaba el pago de 1250 pesetas a Juan Blas, director-empresario del Colegio de segunda enseñanza, por el primer y segundo trimestre del año económico 1881-1882.  Y 92,50 pesetas al portero del colegio Millán García, por el primer semestre.

Documentos consultados:

Archivo Municipal de Calatayud (AMC), Colegio segunda enseñanza, Sig. 2740-6.

AMC, Colegio segunda enseñanza, Sig. 317-72.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1880, Sig. 133.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1881, Sig. 134.

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Juan Blas y Ubide: su labor e inciativas como concejal del Ayuntamiento de Calatayud, 1902-1908

CENTENARIO DE JUAN BLAS Y UBIDE, 1923-2023

Juan Blas y Ubide: su labor e inciativas como concejal del Ayuntamiento de Calatayud, 1902-1908

Francisco Tobajas Gallego

            Juan Blas y Ubide (1852-1923) fue elegido concejal del Ayuntamiento de Calatayud, en las elecciones celebradas el 14 de noviembre de 1901. Tomó posesión de su cargo en la sesión del 1 de enero de 1902. En esta fecha se hizo cargo de la alcaldía Francisco Lafuente Zabalo, por nombramiento real. Juan Blas fue elegido regidor síndico del Consistorio, perteneciendo a las Comisiones de Hacienda e Instrucción Pública.

            En la sesión celebrada el 5 de enero de 1903 se informó que, aceptada la excusa de Francisco Lafuente, el rey había nombrado nuevo alcalde a Constancio Gaspar Hernández, que tomaría el cargo dos días más tarde. Juan Blas participaría muy poco en esta primera etapa de concejal.

En la sesión del 1 de enero de 1904, tendría lugar la renovación bienal del ayuntamiento, continuando de alcalde Constancio Gaspar, por nombramiento real. El alcalde fallecería el 27 de marzo y el rey nombraría nuevo alcalde a Francisco Marco y Montón, que tomaría posesión de su cargo en la sesión del 14 de abril.

En la sesión del 13 de julio de 1904, Mochales propuso que se consignara en acta el sentimiento de la corporación, por el atentado sufrido por Juan Blas. La noticia apareció en varios diarios al día siguiente. Informaban que su sobrino, Florencio Blas Guillén, soltero de cuarenta y cuatro años, que padecía de frecuentes accesos de locura, había disparado a Juan Blas dos tiros de revolver, hiriéndole en la región glútea derecha. Tras los disparos, Florencio había huido, siendo buscado por la Guardia Civil.

Las nuevas elecciones para concejales se celebrarían el 16 de noviembre de 1905, en las que resultaría reelegido Juan Blas. En la sesión del 1 de enero de 1906, tomaría posesión del cargo de alcalde, por designación real, Pedro Chueca Barranco. Juan Blas sería elegido regidor síndico, tomando parte de las Comisiones de Hacienda, Instrucción Pública y Paseos y Arbolado. En esta nueva etapa estaría mucho más activo.

La participación de Juan Blas como concejal finalizaría el 22 de julio de 1908, al ser admitida la excusa de Pedro Chueca, siendo nombrado por el rey nuevo alcalde de Calatayud. Ostentó este cargo hasta el 1 de enero de 1910, cuando fue sustituido por Juan Ballesteros Juberías.

Juan Blas siempre defendió la política bilbilitana. En la toma de posesión de Francisco Lafuente, el 1 de enero de 1902, señalaba que no debía hablarse de representaciones políticas, pues en aquellos bancos solamente eran concejales del ayuntamiento, sin más fines ni otra misión que la de procurar administrar bien. En su bienvenida como alcalde, el 22 de julio de 1908, señaló que se proponía continuar con la misma política que había seguido siendo concejal, que volvería a recordar en su discurso, con motivo de la inauguración de la Galería de retratos de bilbilitanos ilustres.

En la sesión del 10 de junio de 1908, los concejales republicanos propusieron que la corporación acordara su protesta, contra el proyecto de la Ley de Terrorismo. Juan Blas se opuso, porque entendía que era un asunto político, que no era competencia de los ayuntamientos.

El 14 de mayo de 1902 se leyó una carta del alcalde de Madrid, invitando al alcalde de Calatayud a asistir a la jura de Alfonso XIII, a la fiesta que se iba a celebrar el día 23 en el Palacio Real y al banquete promovido por el ayuntamiento de la capital el día 24, solicitando contestación. Juan Blas pidió la palabra en dos ocasiones, siendo denegada por el alcalde, lo que ocasionó que en la votación ganará el no acudir a la jura. Entonces el alcalde hizo constar que los concejales monárquicos conservadores habían votado en contra. Juan Blas pidió también que constara la protesta de sus compañeros, por la conducta seguida por el alcalde. Por su parte, la minoría liberal gamacista hizo constar, que deseaban que el alcalde representara al ayuntamiento en la fiesta de Madrid.

Obras y gestiones. A causa de unas inundaciones, el 13 de septiembre de 1902 se acordaría nombrar una comisión, compuesta por el alcalde, el secretario y el regidor síndico, Juan Blas, para ir a Madrid, interesando a los pueblos perjudicados, diputado a Cortes y diputados provinciales. Entonces ya se acordó activar las gestiones, para que el Estado se hiciera cargo de la travesía de la Rúa. Otra petición repetida fue la de pedir el encauzamiento el río Jalón, para evitar estas grandes avenidas. El 30 de septiembre de 1908, Bermúdez pedía la canalización del río, desde el azud de San Blas hasta Huérmeda. A finales de 1908, siendo alcalde Juan Blas, se elevó una exposición al ministro de Fomento, para que se llevaran a cabo los estudios y el proyecto de canalización del Jalón. El 22 de diciembre de 1909, la corporación acordaría telegrafiar al ministro, por un decreto reciente sobre Obras Públicas, que contenía estos estudios sobre el río Jalón.

A lo largo de 1902, la corporación y Juan Blas se interesarían repetidamente por el estado del camino de Galápago, por ser de mucha circulación. En la sesión del 13 de enero, Juan Blas propuso su arreglo a zofra, participando todos los dueños de carros, de acuerdo con el ayuntamiento y la Comisión especial de Vegas, ampliando el arreglo al camino del cementerio. Esta reparación se pospuso debido al mal tiempo. En abril, Juan Blas preguntaría de nuevo por estos caminos. El presidente le contestó que habían quedado en buenas condiciones, aunque no tanto como hubiera deseado, por falta de recursos.

En la sesión del 23 de noviembre de 1905 Juan Blas presentó una moción, para que se consignara en los presupuestos la mayor cantidad posible para el arreglo del pavimento de las calles, que se encontraban en un estado lamentable.

En la sesión del 5 de febrero de 1906, se leyó una instancia de la Junta Directiva de la Delegación de la Cámara de Comercio de Zaragoza, exponiendo las numerosas quejas que recibían sus representados sobre la estrechez de la carretera de Calatayud a Daroca, entre las estaciones del ferrocarril de Calatayud a Valencia y la de Madrid a Zaragoza. Para ello se había reunido una comisión mixta, compuesta por las Comisiones de Obras y Arbolado. Juan Blas señaló que esta comisión había propuesto autorizar la construcción del nuevo paseo, desde el sitio conocido como la veleta hasta la fuente pública, por tratarse de un gasto que podría ser incluido en los presupuestos municipales, pero que la comisión entendía que el ensanche de la carretera debía ser por cuenta del Estado. El tráfico se consideraba entonces normal, por el cierre de una de las azucareras. Haciendo caso del dictamen de la comisión, el ayuntamiento acordó solicitar al Estado el ensanche de la carretera a Daroca, desde la salida de la población hasta la vía férrea, y acometer la construcción del trozo del paseo.

A principios de enero de 1907 se nombró una comisión formada por Juan Blas, Mochales y Lafuente, para celebrar una reunión con los alcaldes de los pueblos interesados, pues la Gaceta había publicado el plan anual de carreteras y solamente concedía veinte días para reclamaciones. En la sesión del 11 de diciembre de este año, se acordó que una comisión compuesta por Juan Blas, Mochales y el alcalde visitaran al ingeniero Carlos Corsini, encargado de los trabajos de replanteo de la carretera de Calatayud a Campillo.

En la sesión del 29 de abril de 1908, los concejales Marco, Floría, Moor, Villarroya, Lafuente y Aguilar, presentaron una proposición para que se diera el nombre de Gabriel Maura a la Plaza del Fuerte y para que se le declarara Hijo Adoptivo de la ciudad. Consideraban que la ciudad tenía una deuda contraída desde poco después de su elección, con la restauración de la fachada de la colegiata de Santa María, la Ley de ferrocarriles estratégicos, donde estaba incluido el de Calatayud-Soria-Burgos, y por otros asuntos más, como la carretera de Campillo. Juan Blas se mostró a favor, haciendo constar que, si no se hubiera presentado esta proposición, la hubiera formulado verbalmente en esta misma sesión. La proposición se aprobó con el voto en contra de Mochales. En la sesión del 25 de noviembre de 1908, se aprobó el pago de 105 pesetas a Julio Pardo, por tres lápidas dedicadas a Gabriel Maura.

El 14 de abril de 1907, el presidente informó que una comisión de la Cámara de Comercio de la ciudad, le había sugerido que el ayuntamiento participara en un banquete que se iba a ofrecer a Gabriel Maura, de carácter oficial y sin color político, en recompensa a los favores recibidos por el diputado. Mochales se mostró en contra, pues estaban en periodo electoral. Juan Blas se mostró favorable y, tras la votación, por nueve votos contra uno, se acordó ofrecer un banquete a Maura, junto a la Cámara de Comercio. Esta entidad pagaría la mitad de los gastos y la otra mitad se haría con fondos municipales. A uno de estos banquetes, promovidos y patrocinados por los conservadores bilbilitanos, sería invitado a cantar algunas coplas de jota Hilario Gallego El Bolero. Entre las coplas que entonó en honor del político se recordaba esta:

Arroz, jamón y cabrito

Es el menú del banquete;

No se extrañe su excelencia

Si suena algún clarinete.

Gabriel Maura Gamazo sería elegido diputado a Cortes, por el distrito de Calatayud, en las elecciones celebradas el 30 de abril de 1903. Fue revalidando su representación en las sucesivas elecciones celebradas en 1905, 1907, 1910, 1914 y 1916, cesando su representación el 10 de enero de 1918.

El 19 de febrero de 1908, Juan Blas mostró su preocupación por una masa de tierra del monte de San Vicente, que amenazaba desprenderse, como ya se había producido recientemente en las afueras de la Puerta de Zaragoza. El 24 de junio de este año, tras una visita al hospital, López Latorre y Juan Blas informaron, que algunos retretes de este centro necesitaban obras de importancia, informando a las Comisiones de Obras y Beneficencia.

En 1908 se acordaría llevar a cabo el ensanche del postigo de las Tenerías. Juan Blas informaba en la sesión del 8 de julio, de la contratación de piedras para las aceras y de las gestiones hechas con el propietario de una casa que debía expropiarse, conviniendo que las obras deberían acabarse antes de las ferias.

En la sesión del 11 de marzo de 1908, el secretario leyó una circular del Consejo Provincial de Agricultura y Ganadería, inserta en el Boletín Oficial del día 5, informando que todos los ayuntamientos y asociaciones agrícolas o ganaderas, que tuvieran el propósito de organizar concursos de ganados, podían dirigirse al ministro de Fomento, para pedir una subvención para premios. Juan Blas propuso la celebración de un concurso de ganados, para las próximas ferias. El 18 de marzo, convino que el concurso tuviera lugar para las especies lanar y cabrío, solicitando al Ministerio de Fomento la correspondiente subvención. El 15 de julio se informó de la concesión de una subvención de 200 pesetas para esta feria de ganados.

Ferrocarriles. El 8 de abril de 1908, el secretario leyó una carta del alcalde de Soria, proponiendo ir juntos en las gestiones en pro de la línea Calatayud-Soria-Burgos. El alcalde informó que había contestado a esta carta, acogiendo su idea y emplazándole a una reunión para intercambiar impresiones. Díez propuso la designación de una comisión municipal, formada por el alcalde, Juan Blas y Mochales, para que, con las nombradas por Soria y Burgos, gestionaran este proyecto, interesando al diputado Maura y dando cuenta de los acuerdos a los diputados provinciales y al presidente de la Cámara de Comercio. El 3 de junio el alcalde daba cuenta del favorable resultado de las gestiones, llevadas a cabo en Madrid por la comisión municipal y la del ayuntamiento de Soria. Se habían entrevistado con el ministro de Fomento y el Director General de Agricultura, con la participación del diputado Maura. El ministro les había prometido anunciar el concurso en breve plazo.

Enseñanza. En la sesión del 1 de julio de 1903, se leyó una instancia firmada por Cipriano Aguilar, José Riera y Pedro de la Fuente, profesores del Colegio de segunda enseñanza, pidiendo la rescisión del contrato otorgado en diciembre de 1901, debido a la falta de alumnado. En esta misma sesión se dio cuenta de otra instancia, firmada por varios vecinos, pidiendo que el ayuntamiento tomara el colegio bajo su protección. Juan Blas opinó que debía desecharse esta última pretensión, pues la organización del colegio debía correr a cargo de los padres interesados, facilitando el ayuntamiento el material de enseñanza y su cooperación, conociendo antes las pretensiones de los firmantes. Una vez conocidas, esta proposición de los padres de alumnos sería rechazada por unanimidad el 8 de julio. Entonces se acordó formar una comisión, para que tratara con el obispo la llegada de alguna congregación religiosa dedicada a la docencia, para que se encargara de establecer un colegio de segunda enseñanza. En agosto de ese año, el provincial de los maristas visitó Calatayud, comprometiéndose a establecer un colegio de segunda enseñanza, con escuelas de Comercio, Agricultura y Lenguas, por un periodo de diez años, contando con una subvención municipal de 1500 pesetas. Pero el 23 de septiembre se vio una carta del obispo, en la que mostraba su contrariedad por la decisión tomada por los maristas, estando dispuesto a gestionar la cooperación de los hermanos marianistas.

El 12 de febrero de 1904, el concejal Díez pidió y consiguió que volviera a constituirse la comisión sobre la reforma del colegio, entregándole todos los antecedentes del asunto. Juan Blas sustituiría en ella a Lafuente. En la sesión del 26 de mayo, se otorgó un voto de gratitud para el obispo, por su interés mostrado en este asunto. En la sesión del 22 de junio se leería el convenio firmado por el ayuntamiento con los hermanos maristas, para la instalación en la ciudad de un colegio de primera y segunda enseñanza, con academias de Comercio. Agricultura y Lenguas, a partir del curso 1904-1905.

Ya en 1885, el concejal Fernando Escuín se había mostrado favorable a la instalación en la ciudad de los padres escolapios, que gozaban de cierta fama en la educación. Incluso el padre provincial de las Escuelas Pías de Zaragoza, aceptó la idea de fundar un colegio de segunda enseñanza en Calatayud. En 1813 y 1820 ya se había estudiado la posibilidad de establecer en la ciudad unas escuelas pías, para la enseñanza de primeras letras y Gramática, buscando acomodo a los padres en la casa de los frailes antoninos, que en 1820 estaba ocupada por los clérigos menores, mientras se restauraba la suya, destruida por las guerras.

El 27 de junio de 1906, Juan Blas señalaba que había asistido a los exámenes, que habían tenido lugar en las escuelas municipales, habiendo observado que en las elementales de niños, el número de alumnos pasaba de ciento veinte, mientras que en la superior, solamente había matriculados nueve alumnos. Proponía que se reuniera la Junta Local para que, con los maestros y la Comisión de Instrucción, tomaran los acuerdos más convenientes. El 4 de julio informaba de los resultados de esta reunión. Dada entonces la imposibilidad de implantar escuelas graduadas, se había acordado dividir la población en dos distritos, tomando como base la calle de la Rúa , para distribuir equitativamente el alumnado. Se suprimían los exámenes fin de curso, reemplazándolos por la visita mensual a las escuelas de la Junta Local, siendo objeto de premio el aprovechamiento y la aplicación, con entrega en los días de las ferias. En el nuevo curso, los alumnos de las escuelas elementales de mayor instrucción debían pasar a la superior, como siempre se había acostumbrado en la ciudad.

El 9 de enero de 1907, Aguilar pedía la instalación en la ciudad de una escuela de Artes e Industrias. Juan Blas apoyaba su petición y consideraba que la comisión que se trasladara a Madrid, para el asunto de las carreteras, debía ocuparse de este proyecto. Se acordó designar a Juan Blas y a Aguilar para que lo estudiaran.

En la sesión del 10 de agosto, Juan P. Enciso, director del Colegio Politécnico, proponía dar gratis la enseñanza de bachillerato a dos alumnos de familias pobres, naturales o vecinos en la ciudad, siempre que el ayuntamiento costeara los gastos de matrícula y los libros necesarios. Los hermanos maristas presentaron otra instancia con el mismo ofrecimiento, sin indicar el número de alumnos. El dictamen de las Comisiones de Hacienda e Instrucción Pública se conoció el 13 de noviembre. En él se proponía no admitir estas solicitudes, agradeciendo el ofrecimiento de ambos.

En la sesión del 12 de febrero de 1908, se nombró a Juan Blas y a Aguilar para tomar parte de la Junta Local de primera enseñanza.

Paseos y Fiesta del Árbol. El 20 de enero de 1902, Gaspar y Juan Blas comentaron la corta de árboles, que tenía previsto llevar a cabo la Jefatura de Obras Públicas, en la carretera de Madrid a Zaragoza, desde la ermita de San Lázaro. Por ello la corporación acordó solicitar la suspensión de esta medida, por considerarla perjudicial para el vecindario.

El 24 de marzo de 1906, Juan Blas propuso la compra de una buena noria para regar frecuentemente las plantas y el arbolado de los paseos, pues la que funcionaba era muy deficiente. Consideraba que la Diputación Provincial debía pagar lo que le correspondiera. Entonces se acordó que la Comisión de Paseos gestionara el asunto. En 1901 se había arreglado la noria de la Plaza del Fuerte y en 1902 la Comisión Provincial había acordado el cambio de la noria del Hospicio por otra de hierro, pagándola a medias con el ayuntamiento. Esta noria se utilizaba para dar agua al lavadero y la sobrante para el riego de los paseos de la ciudad. Para ello se presentó un presupuesto de 450 pesetas, debiendo reutilizarse los materiales de la noria vieja.

El 7 de abril de 1906, Juan Blas proponía llevar el agua de riego por la antigua conducción, pues había oído que el hospicio tenía intención de tomar el agua de la empresa de aguas potables. El 14 de abril pedía el pago de algunas facturas de plantas. El 5 de mayo, Lafuente mostró su preferencia por utilizar la antigua conducción, quedando acordado nivelar previamente el terreno, desde el puente de entrada de las aguas, hasta el depósito de la Puerta de Alcántara. Pero el 23 de mayo, por indicaciones de Juan Blas, el ayuntamiento acordó arreglar la noria del hospicio, aumentando cuatro cangilones.

El 9 de enero de 1907, Juan Blas propuso que las Comisiones del Matadero y de Paseos se reunieran, para estudiar la traída de agua para el macelo y para el riego de los paseos. El 7 de marzo Floría se mostró a favor de continuar plantando árboles en el cementerio católico, acordando comprar más plantas para este fin. Juan Blas señaló que había encargado cincuenta árboles, que con otros cincuenta de los viveros municipales, se plantarían en plazas y paseos. También sugirió que el ayuntamiento debía destinar una parcela para vivero de árboles, pues tenía poca extensión la que se utilizaba entonces. Por tanto, se acordó utilizar para vivero el huerto de la ermita de San Lázaro, autorizando a la Comisión de Paseos para que se entendiera con el arrendatario. Por estas fechas encontramos varios pagos, por compra de árboles, a Manuel Sanjuán, viverista de Saviñán. El 20 de marzo, Juan Blas reconocía que encontraba dificultades para llevar el agua al macelo y a la plaza del Fuerte, proponiendo que se tomara de la acequia de la Anchada, a la altura de la fábrica de harinas, propiedad entonces de Justo Álvarez. Se acordó que las Comisiones de Obras y Paseos estudiaran el asunto, formando un presupuesto.

Por falta de agua para el macelo y para el riego de los árboles del paseo, las comisiones respectivas quedaron autorizadas el 10 de abril para adquirir una nueva noria, emplazándola en el mismo lugar. Juan Blas informó este día de la compra de dos arcaduces de barro, para la conducción de agua para riego de los paseos. En la sesión del 18 de abril reconoció que había visto el plano de la noria proyectada, pereciéndole de buenas condiciones. Tras la discusión, se aprobó proceder a su subasta por 500 pesetas. El 27 de abril, Juan Blas consideraba que las obras de colocación de los arcaduces eran urgentes y que debía llevarse a cabo antes de construirse los pasos del puente de Alcántara. Añadía que podría hacerlo el albañil del municipio, empleando como peones a los jardineros, suspendiendo las obras del cementerio. La subasta de la noria tendría lugar el 9 de mayo, adjudicándose, como mejor postor, a Francisco Lázaro, en 449 pesetas.

El 26 de julio, Lafuente señalaba que la falta de agua para riego no era culpa de la noria, sino del bajo caudal de la acequia de la Anchada. Por esta razón y por la queja de los hortelanos, que regaban con esta acequia, las plantas de los paseos solamente se regaban un día o dos a la semana, si el nivel del agua lo permitía. Juan Blas tuvo que explicar unas palabras que había pronunciado sobre el montaje de la noria, que constaban en acta. El 24 de agosto se vio una comunicación del gobernador civil, trasladando un acuerdo de la Comisión Provincial. El Hospicio pagaría 116 pesetas, más el hierro viejo de la antigua noria, que representaba el 25% de las 464 pesetas, que había costado la nueva.

El 19 de octubre y a iniciativa de Juan Blas, se acordó vender la madera de las viejas acacias que se estaban arrancando, para invertirlo en nuevas plantaciones. El 20 de noviembre, Juan Blas dio cuenta de las gestiones llevadas a cabo, como presidente de la Comisión de Paseos, para preparar un vivero. El arrendatario del huerto de la ermita de San Lázaro había ofrecido este terreno, rebajando esta utilidad del arriendo. El 11 de diciembre informó de la repoblación con árboles de varias calles y plazas, teniendo en proyecto ampliar la plantación a otras.

El 8 de enero de 1908, Juan Blas propuso celebrar la Fiesta del Árbol para febrero próximo, pidiendo que se reuniera la Junta. El 15 de enero informó de la constitución de la Junta del Árbol, con arreglo al Real Decreto del 11 de marzo de 1904, con objeto de organizar esta fiesta. Para ello había pedido plantones al ingeniero jefe del Distrito Forestal, solicitando al ministro de Fomento la correspondiente subvención. La confirmación de la subvención de 250 pesetas, llegó a finales de marzo y Juan Blas, como iniciador de la idea, manifestó que no era la época más adecuada para plantar, por lo que la Fiesta del Árbol debía retrasarse hasta el próximo otoño.

El 7 de febrero de 1917 Lafuente, como presidente de la Comisión de Paseos y Arbolado, propuso que coincidiera la celebración de la Fiesta del Árbol con la feria de marzo, dándole un carácter cultural, con la celebración de una velada literaria en uno de los teatros de la ciudad, con la participación de Juan Blas, Ciro Bayo y otras personas valiosas, que la corporación tomó en consideración.

Ya en la sesión celebrada el 19 de agosto de 1896, se había visto una comunicación del presidente de la Sociedad de los Amigos del Árbol de Madrid, en la que invitaba a la toma de un acuerdo municipal, para la celebración el próximo año de una Fiesta del Árbol en Calatayud, constituyendo para ello una comisión. La corporación acordó entonces su nombramiento, pidiendo a Madrid antecedentes de esta fiesta. La primera Fiesta del Árbol se había celebrado en la capital el 26 de marzo de 1896.

En la sesión del 10 de noviembre de 1897, se había presentado un folleto de la Fiesta del Árbol celebrada en Madrid, remitido por el presidente de la Diputación madrileña, invitando a la corporación a la celebración de esta fiesta, aunque fuera de manera modesta.

En 1900, el diputado Andrés Blas Melendo recomendaba al ayuntamiento la celebración de la Fiesta del Árbol, que había sido aceptada en Zaragoza, a iniciativa de Darío Pérez.

Vida social. El 23 de noviembre de 1905, Juan Blas informó que el próximo domingo se esperaba la visita de los catedráticos de Zaragoza, Eduardo Ibarra, José Salarrullana y Manuel Ginovés, con el objeto de recoger datos históricos y hacer propaganda del Congreso Regional de la Coronilla de Aragón. Para ello se debían convocar a una reunión en la Casas Consistoriales, a las personas más adecuadas. Juan Blas y Mochales fueron los encargados de recibir y agasajar a los catedráticos, mientras la alcaldía prometió invitar a todas las personas tituladas y a otras que considerara oportuno, para que el acto resultara lo más solemne posible.

El 8 de enero de 1906, Juan Blas solicitó que se fijara una hora para el cierre de los establecimientos, pues lo hacían a horas avanzadas, causando molestias a los vecinos y dando origen a sucesos lamentables.

El 15 de enero propuso la reforma de la casilla del final del paseo de Linares, para convertirla en café durante el verano, y la renovación diaria del agua del lavadero, foco de infección permanente, construyendo unas tajaderas de hierro. En la sesión del 23 de mayo, se leyó un proyecto de construcción de una marquesina de hierro, para el lavadero público de la fuente, para que protegiera de la lluvia y del sol a las lavanderas. El día 6 de junio Juan Blas, en representación de las Comisiones de Obras y Paseos, informaba del dictamen a favor de la construcción de esta marquesina.

El 29 de enero señaló que las obras de la casilla serían costosas, por lo que las Comisiones de Obras y Paseos proponían derribar esta caseta, dejando el paseo más expedito.

El 5 de febrero se leyó una instancia de Melchor Martínez, pidiendo autorización para instalar en la plaza del Fuerte un circo teatro de madera, para la época de verano y por espacio de no menos diez años. El dictamen de las Comisiones de Obras y Paseos, firmado por Juan Blas, Villarroya y Lafuente, se vio en la sesión del 12 de febrero. En él proponían se desestimara la autorización, pues en la plaza quedaría muy poco espacio público. Esta instalación iba a ocupar unos mil metros cuadrados, aproximadamente, con mil trescientas setenta y ocho localidades. El espacio del escenario contaría con diecisiete metros de altura, siendo la mínima de siete metros, estando cubierto con lona o cartón piedra.

 El 30 de mayo López Ruiz pedía explicaciones, por el establecimiento de un cinematógrafo en la Plaza del Fuerte, cuando se había denegado la autorización a Melchor Martínez. Juan Blas señaló que lo había consultado con sus compañeros de comisión y todos habían estado de acuerdo de no llevarlo a la sesión del ayuntamiento. López Ruiz pidió que el barracón y la maquinaria fueran reconocidas, para mayor garantía del público.

El 13 de junio Lucas Sánchez pedía permiso para instalar su kiosco en la Plaza del Fuerte. Lo hacía con motivo de la apertura del cinematógrafo y lo desanimado que estaba el paseo de Linares. En la sesión del 5 de junio de 1901, ya se había visto una petición de Lucas Sánchez Ranera, que entonces deseaba colocar un kiosco en el paseo-salón, para la venta de bebidas refrescantes de su fabricación. Para ello se comprometía a construir un kiosco y un tablado para la música, a condición que el ayuntamiento le entregara la madera que guardaba en sus almacenes. De las dos construcciones presentó entonces modelo. Pedía la concesión en exclusiva por seis años, pasando el kiosco a propiedad municipal al finalizar el plazo y el tablado para utilizarlo en los conciertos de música. Por estos seis años, se le autorizaría a colocar sillas en el paseo-salón, no excediendo su precio de 5 céntimos. Entonces el ayuntamiento accedió a esta pretensión.

El 20 de junio de 1906 y por el mismo motivo, el valenciano Manuel Gimeno solicitaba diez metros en círculo y cinco metros más en cuadro, de terreno en la Plaza del Fuerte, para colocar un carrusel de caballos y un barracón de tiro de rifle. El ayuntamiento acordó concederle permiso por un mes en la Plaza de San Martín, pero una semana más tarde, Juan Blas informó que la Comisión de Paseos había autorizado la colocación de estos barracones en la Plaza del Fuerte, por considerar que la Plaza de San Martín no era la más apropiada. Ante una pregunta de López Ruiz, Juan Blas señaló que el cinematógrafo pagaba una peseta diaria, pero para las ferias se aumentaría el pago. Para el carrusel no se había fijado aún la cantidad a pagar.

En la sesión del 12 de diciembre y a propuesta de Mochales, se acordó no autorizar la instalación de ninguna clase de barracones en la Plaza del Fuerte, excepto los meses de agosto y septiembre. Al alcalde se le autorizó para que impusiera la cuota que debía pagar el circo, que funcionaba entonces en aquella plaza.

El 30 de octubre de 1907 Juan Blas, sabedor de este acuerdo, puso en consideración de la corporación las pretensiones de dos industriales, que deseaban instalar en la ciudad un pabellón cinematográfico y unos columpios, ya que no era posible instalarlos en la Plaza de San Antón. Tras la discusión, se acordó autorizar su montaje en la Plaza del Fuerte, exigiendo al cinematógrafo el pago de 5 pesetas diarias y 7,50 pesetas si hubiera sesión de tarde, y al pabellón de columpios 2 pesetas.

El 14 de febrero de 1907, Juan Blas sugirió el nombramiento de una comisión, para que preparara con tiempo los festejos para las ferias, en las que no debería faltar un festival de Juegos florales. Aguilar opinó que debería celebrarse también una Exposición Regional de productos agrícolas y trabajos manuales, abierta a todos los pueblos de la región, a excepción de las capitales de provincia. Lafuente añadió que la Comisión de Instrucción tenía proyectado entregar tres premios para cada escuela, a los alumnos que se hubieran distinguido en la limpieza, asistencia y aprovechamiento. Para ello se acordó nombrar una comisión compuesta por Juan Blas, Aguilar, Marco, López Ruiz y Mochales. En la sesión del 27 de marzo, López Ruiz y Marco protestaron, pues Juan Blas, presidente de la Comisión de Festejos, no los había convocado a ninguna reunión. Juan Blas contestó que solamente se habían llevado a cabo unos pequeños trabajos, junto a Mochales y Aguilar. Algunos concejales intentaron mediar, pero puesto el asunto a votación, se acordó suprimir la fiesta de los Juegos florales, por nueve votos contra tres.

El 15 de junio se leyó una instancia de Alejo García, director de la Banda Musical Artística, en la que pedía autorización para celebrar conciertos los días festivos en el paseo de Linares, pidiendo el tablero de madera del ayuntamiento, que colocaría la banda por su cuenta. Para ello se autorizó a la Comisión de Paseos, para que señalara el lugar más idóneo para su montaje. Juan Blas quiso conocer la razón, por la que aquel año el paseo de Linares no contaba con alumbrado extra, como en veranos anteriores. El presidente lo achacó a unas diferencias sobre unos pagos pendientes. Juan Blas no lo consideró razón suficiente para suprimir el alumbrado y Mochales se ofreció para mediar con la Electra Marcial. En la sesión del 22 de junio se aprobaba el pago de 72,65 pesetas a la Marcial, por el alumbrado del paseo de Linares en 1905 y 78,40 pesetas por el año 1906. También se consignó el pago de 15 pesetas por el alumbrado extra de la Casa Consistorial.

El 30 de agosto se acordó que la Comisión de Paseos señalara el terreno, que había solicitado Lucas Sánchez, para colocar un kiosco.

El 5 de septiembre López Ruiz se quejaba porque en la calle de Marcial, el Círculo Tradicionalista había colocado un lema subversivo que decía: Dios, Patria y Rey, que estaba prohibido y además podía ofender a los militares que residían en la ciudad. Floría, como socio del Círculo, informó que se había levantado un arco en obsequio al obispo, con permiso del alcalde, no considerando ninguna ofensa al ejército. Díez se extrañaba de la queja, pues en otras ocasiones, otras personas con ideales políticos contrarios al tradicionalismo, habían ostentado lemas y pronunciado frases subversivas, sin intervención del ayuntamiento ni del alcalde. El alcalde terció, asegurando que daría órdenes para la retirada del lema aludido.

El 11 de marzo de 1908 y de parte de los vecinos de la Plaza de San Antón, Mochales pidió bancos para este espacio, pues los vecinos sufrían continuas molestias por la ubicación de barracones. Por su parte, Juan Blas los pidió para las plazas de Marcial, San Torcuato y del Teatro. El 15 de julio informó que había comenzado la colocación de bancos en las plazas de la ciudad.

El 3 de junio de 1908, la Comisión de Mercados dictaminaba el traslado a la Plaza del Mercado, de los puestos establecidos en la calle de Sancho y Gil, tras la protesta de  varios vecinos. Se prohibía a los propietarios o arrendadores de las fincas urbanas, la explotación de cualquier puesto de mercancías por su cuenta, estuvieran instalados en los soportales o en las aceras, pues el derecho correspondía al ayuntamiento.

Centenario de los Sitios y Galería de retratos. El 21 de enero de 1908 se leyó un oficio de la Comisión Ejecutiva de la Junta del Centenario de los Sitios de Zaragoza, invitando a la corporación a que adquiriera tarjetas postales, con grabados representativos de los héroes y de las ruinas de la ciudad, a 25 pesetas el millar. Su producto se destinaría al pago de las solemnidades y festejos de la conmemoración. El ayuntamiento, en vista de la escasez de recursos, acordó adquirir un millar de tarjetas.

El 29 de enero el secretario leyó una carta de Manuel de Lhotellerie, en la que manifestaba su voluntad de hacer una tirada de postales con el retrato de su bisabuelo, José de Lhotellerie, nacido en Calatayud y uno de los héroes de los Sitios de Zaragoza. Invitaba a la corporación a adquirir un número determinado de tarjetas, ofreciéndole como obsequio una ampliación de aquel retrato, para su colección de la Sala Capitular. Añadía que Zaragoza ya había aceptado este mismo ofrecimiento. Juan Blas señaló que debían atender a esta petición, ya que su bisabuelo e ilustre bilbilitano, barón de Warsage, había sido uno de los héroes de la Guerra de la Independencia, por haber muerto en uno de los Sitios de Zaragoza. Además propuso y así se acordó, que se adquirieran quinientas tarjetas, sin perjuicio de futuros pedidos, aceptando el ofrecimiento y agradeciendo el favor. El 5 de febrero se leyó la contestación de Manuel de Lhotellerie, reconociendo las atenciones recibidas y anunciando su presencia en Calatayud, para entregar el retrato de su bisabuelo.

El 1 de abril el presidente informó de la llegada, aquel mismo día a la ciudad, de Manuel de Lhotellerie, con la intención de entregar al ayuntamiento un retrato ampliado del barón de Warsage, que había sido colocado en un lugar preferente de la alcaldía, hasta su instalación definitiva en la Sala Capitular. Se había levantado acta de la entrega, con la solemnidad requerida, siendo invitado a un almuerzo en la fonda del Muro. Había sido recibido por una comisión municipal, compuesta por el alcalde y Juan Blas, asistidos por el secretario.

El 8 de abril, Juan Blas propuso colocar una lápida conmemorativa en la casa donde había vivido el barón de Warsage, en correspondencia con el obsequio recibido de parte de su biznieto. Consideraba que, como se tenía que colocar el retrato del barón en la Sala Capitular, ante la presencia de Manuel de Lhotellerie, debía decorarse y restaurarse el salón de sesiones, colocando en él una galería de retratos de bilbilitanos ilustres, como Baltasar Gracián, Vicente de la Fuente, Clemente Paciencia, Ruzola y otros más, trasladando los cuadros de Alfonso el Casto y de su esposa, que entonces decoraban la escalera principal del Consistorio. Esta propuesta fue aprobada con otra de Zaera, que pedía la colocación en esta galería del retrato de Juan Gualberto Ballestero. El 25 de noviembre se aprobó el pago de 235 pesetas a Julio Pardo, por la placa dedicada al barón de Warsage.

El 29 de abril se vio una invitación del Comité Ejecutivo de la Exposición Hispano Francesa, para que el alcalde asistiera al acto inaugural. El 10 de junio se leyó un oficio del Ayuntamiento de Zaragoza, trasladando un acuerdo del día 3, por el que se invitaba al municipio a los actos oficiales y fiestas con motivo de la conmemoración del Centenario de los Sitios, que tendrían lugar los días 14 y 15. A propuesta de Juan Blas, se acordó nombrar una comisión compuesta por el alcalde y un concejal.

Este mismo día, Juan Blas informó de las gestiones que había llevado a cabo con un artista de Madrid, descendiente de Calatayud, para obtener copias de los retratos de los bilbilitanos ilustres, que habían de ser colocados en la Sala Capitular. Se le concedió autorización para continuar con esta labor. Juan Blas propuso que, debido a los servicios prestados durante la Guerra de la Independencia por el barón de Hervés y conde de Samitier, hijo de la ciudad, su retrato figurara entre los que se tenía ya acordado colocar en la galería.

En la sesión del 17 de junio, el presidente dio cuenta de su viaje a Zaragoza, en compañía de Juan Blas y del secretario, con motivo de las fiestas conmemorativas del Centenario de los Sitios, aprovechando el viaje para gestionar ante la Diputación provincial el abono de 19.500 pesetas, procedentes de la pensión del legado de Ignacio Ramiro, consiguiendo que se incluyera en el próximo presupuesto del Hospicio. Juan Blas propuso que constara en acta el agradecimiento al Ayuntamiento de Zaragoza por la acogida, atenciones y agasajo a la comisión, quedando así acordado.

En la sesión del 1 de julio, López Latorre solicitó, con acuerdo unánime de la corporación, que se incluyera en la Galería el retrato del obispo Fr. Leandro Arrué, que obraba en su poder.

Documentos consultados:

Archivo Municipal de Calatayud (AMC), Libro de Acuerdos de la ciudad de Calatayud, 1813, Sig. 43.

AMC, Libro de Acuerdos de la ciudad de Calatayud, 1820, Sig. 54.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1885, Sig. 138.

AMC, Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1901, Sig. 145-4.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1902, Sig. 145-5.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1903, Sig. 146-1.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1904, Sig. 146-2.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1905, Sig. 146-3.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1906, Sig. 146-4.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1907, Sig. 146-5.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1908, Sig. 147.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1916-1917, Sig. 156.

GALÁN BERGUA, D. (1966): El libro de la jota aragonesa, Zaragoza.

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Presentación del libro La cofradía de San Juan de los labradores, de Jesús Gil Alejandre

El sábado, 24 de junio de 2023, a las 19 horas y en el Salón Multiusos del Ayuntamiento de Calatayud tendrá lugar la presentación del libro de la colección Cuadernos de Aragón de la Institución Fernando el Católico: LA COFRADÍA Y HOSPITAL DE SAN JUAN DE LOS LABRADORES DE CALATAYUD de Jesús Gil Alejandre.

­­Un trabajo muy bien documentado que da a conocer la historia de la Cofradía y Hospital de San Juan de los Labradores y su legado cultural transmitido de generación en generación desde la Edad Media. Algo insólito y único porque no se trata de una cofradía gremial, como las demás, sino de una cofradía familiar que se ha mantenido a través de varias decenas de generaciones transmitiendo de padres a hijos no solo un extraordinario legado histórico sino también un sentimiento de identidad y continuidad.

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