Francisco Tobajas Gallego
El 21 de marzo de 2019 se presentó el libro Bílbilis desde la tardoantigüedad hasta el Medievo, de Carlos Sáenz Preciado y Manuel Martín Bueno, editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos. El libro incluye un estudio antropológico de Enrike García Francés y un apartado dedicado a las huellas medievales de Bílbilis y Huérmeda, debido a Herbert González Zymla y Diego Prieto López.
La Bílbilis cantada por Marcial en sus famosos Epigramas entró en decadencia a partir del siglo II, a causa de las pestes antoninas, sequías prolongadas y el costoso mantenimiento de la ciudad, pasando a vivir sus habitantes a la actual Calatayud. El abandono de Bílbilis debió ser muy rápido, aunque no total, pues a partir de esa fecha apenas se encuentran restos de vajillas de mesa y monedas. Algunos pobladores seguirán residiendo entre las ruinas de Bílbilis hasta finales del siglo VI. Con la decadencia, los lujosos mármoles serán quemados en caleras junto a cornisas, capiteles y esculturas, que embellecían plazas y edificios.
Las fuentes escritas no aportan mucho de esta época. Poco se sabe de la ocupación de este territorio rural bilbilitano, que debió absorber parte de los pobladores de Bílbilis. Resulta poro probable un vacío demográfico en este enclave, debido a su situación estratégica de cruce de caminos hacia el Mediterráneo y hacia la Meseta, aunque no puede establecerse una presencia visigoda en la zona.
Con la llegada de los musulmanes se iniciará la primera fase de expolio de los materiales de Bílbilis, con los que se levantó el castillo de Doña Martina. Asimismo, se establecerán atalayas de vigilancia en los cerros de Bámbola y más tarde en San Paterno. Desde el siglo XII, tras la conquista de Calatayud en 1120 por Alfonso I, volverá a haber presencia de un pequeño poblado entre las ruinas de Bílbilis, cuyos habitantes se dedicarán a recuperar la piedra y a atender las atalayas heredadas de los musulmanes. Esta será la segunda fase del expolio de la ciudad. La iglesia se levantará bajo la advocación de Santa Bárbara, patrona de los canteros. Durante los dos o tres siglos siguientes, los pobladores se dedicarán a desmontar piedra a piedra los edificios bilbilitanos. El estudio antropológico de la necrópolis revela una esperanza de vida de los habitantes muy baja, pues deben soportar unas duras condiciones de vida.
El final de la ocupación de Bílbilis llegará a mediados del siglo XIV, debido al agotamiento de la piedra y a las duras condiciones de vida. En este tiempo las atalayas habían dejado de ser ya necesarias. Es entonces cuando la imagen de la Virgen de Bámbola y la pila bautismal se trasladan a la parroquia de San Gil de Huérmeda, donde se asientan los últimos pobladores de Bílbilis.
Hasta finales del siglo XV tendría lugar la tercera fase del expolio, momento en que se construirán algunos palacios en Calatayud. Así en 1611 el cosmógrafo portugués Labaña descubrió una ciudad sin edificios, pudiendo identificar solamente el teatro de Bílbilis. Durante los siglos XVI y XVII los agricultores de Huérmeda siguieron extrayendo piedra de Bílbilis, encontrando algunos restos escultóricos, muchos de ellos perdidos, aterrazando las laderas para cultivar en ellas viñas y cereal.