VIVERISTAS Y FRUTEROS DEL JALÓN

Francisco Tobajas Gallego

El pasado 21 de diciembre de 2016 se presentó en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Saviñán y al día siguiente en el Salón Multiusos del Ayuntamiento de Calatayud, el libro Viveristas y Fruteros del Jalón, de Francisco Tobajas Gallego, que ha sido editado por el Centro de Estudios Bilbilitanos. En el acto de presentación en Saviñán estuvieron presentes José Ángel Urzay, Presidente del CEB, Ignacio Marcuello, Alcalde de Saviñán, y José Martínez, Tesorero de la Asociación Cultural Sabinius Sabinianus.

El autor señaló que el libro en cuestión era un encargo del Presidente del CEB, a quien agradeció la confianza depositada en él para este trabajo. Asimismo agradeció la colaboración de numerosas personas y empresas, de José Manuel Sanjuán, que se había leído y corregido el texto, y de la Asociación Cultural Sabinius Sabinianus, que poseía una importante fototeca, que ha cedido para ilustrar este libro.

El libro, que recoge la historia de la Fruticultura y Arboricultura de la zona del Jalón, dos de las actividades más importantes y representativas de esta ribera, desde Embid de la Ribera hasta Purroy de Jalón, está dividido en cinco partes. En la primera parte, referida a la tierra en la ribera del Jalón, se trata de la propiedad y de la organización de estas tierras tras la reconquista de Calatayud en 1120. Se habla de la Comunidad de Calatayud, de la expulsión de los moriscos, tras la cual se dieron nuevas cartas de población, de las ordinaciones conocidas de estos lugares, así como diferentes concordias, pactos y demandas que tienen lugar entre los diferentes pueblos para defender sus intereses. También se tienen en cuenta las consecuencias de la Guerra de la Independencia, las sucesivas desamortizaciones, la puesta en marcha de algunas dehesas para los animales de labranza, diferentes pleitos conservados, algunas noticias sobre la Aldehuela de Saviñán y sobre los señoríos, que cesarían definitivamente en 1837, aportando además unas listas de vecindario y de contribuyentes de Saviñán del siglo XIX, con las consiguientes expropiaciones que tuvieron lugar para la construcción de la línea del ferrocarril Madrid Zaragoza, que pasó por la vega de estos cinco pueblos.

La segunda parte del libro está dedicada al agua, a los azudes, acequias y manantiales de la zona. El principal azud se encuentra aguas arriba de Embid, es el llamado Azud de las Hermandades, de remota antigüedad, que da caudal a dos acequias, una a cada lado del cauce, que riegan hasta el término de Morés. En este capítulo se dan a conocer algunas capitulaciones entre los pueblos de esta Hermandad, con diferentes pactos acordados entre las partes, sentencias arbitrales, constituciones, concordias, ordenanzas y algunos proyectos industriales, que pretendían poner en marcha centrales hidroeléctricas en la zona. Las obras del ferrocarril cortaron también las acequias, produciendo algunos contratiempos. Las últimas Ordenanzas de Saviñán datan de 1989. Se dan también algunas noticias de los puentes y de las riadas sufridas a lo largo de los años, de la construcción del Pantano de Mularroya y de la terrible sequía sufrida en 1995. Morés se desvinculó del Azud de las Hermandades en fechas muy recientes. Purroy tiene un azud en el término de Morés, con el que riega todo su término de vega.

Se dan también algunas noticias del azud de Jumanda, construido aguas arriba de Saviñán, del que nace la acequia del mismo nombre, que daba agua a los molinos de harina y de aceite del Concejo, y a la Central Eléctrica de Saviñán, que comenzó a funcionar en 1896. La acequia de Jumanda daba riego a este paraje hasta el término de Morés. En Trasmón, todo plantado de olivos, se aprovechaba el agua del barranco que bajaba desde El Frasno, donde llegó a haber ocho azudes, con sus correspondientes acequias. También se dan algunas noticias sobre las balsas y manantiales de la zona.

La tercera parte se dedica a los cultivos. Se han revisado unos amillaramientos de mediados del siglo XIX, donde se detallan los cultivos y los parajes de cada lugar. En esta ribera se han cultivado desde épocas muy antiguas hortalizas, cereales, zumaque, muy importante en la zona, que abastecía las tenerías de Brea, cáñamo, que era más fino que el cosechado en Calatayud y servía para hilar, olivos, que fue el cultivo más importante de la ribera, y las viñas.

Desde antiguo llevaban merecida fama los melocotones de Campiel, los damasquinos y las peras chatas de Embid, las manzanas camuesas y los higos. En el siglo XVI abastecían a varias ciudades como Zaragoza, Valencia y Toledo, siendo en el siglo XIX y XX pioneros en el cultivo, explotación, conservación y comercialización de las frutas, sobre todo de la pera de roma.

Las riberas del Jiloca y del Jalón participaron en la Exposición de Productos del Campo, celebrada en Zaragoza en 1926. También lo hacen en la Semana Aragonesa, dentro de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, en la Exposición de Horticultura de Madrid de 1930 y en la Exposición Regional de Productos de la Tierra, celebrada en Madrid en 1935, ganando los expositores de la zona importantes premios por las frutas presentadas y los árboles.

Con la pérdida de las colonias en 1898 se impuso en la ribera del Jalón el cultivo de la remolacha, impulsado por la Granja Agrícola de Zaragoza, fundada en 1881 por la Diputación de Zaragoza. Luego se recomendaría en su lugar el cultivo de hortalizas y de árboles frutales. En Calatayud se creó en 1931 la Agrupación Frutera Aragonesa, con un Reglamento. En 1933 se celebró una Asamblea Frutera en Calatayud, en la que se quiere fomentar el cooperativismo. En 1934 funcionaba en Calatayud la Estación de Arboricultura y Fruticultura. Por entonces se podían encontrar pocas plantaciones regulares de árboles frutales. La mayoría se cultivaban en márgenes y ribazos. A partir de la segunda mitrad del siglo XX, la agricultura moderna tiende a plantaciones de un solo cultivo, para facilitar las labores, riegos y tratamientos.

La cuarta parte está dedicada a los agricultores y fruteros de la zona del Jalón, que han sido pioneros en el cultivo y comercialización de las frutas en todos los mercados españoles y extranjeros. Varios de estos fruteros tenían fincas propias y compraban a ojo o en especie en toda la ribera del Jalón, con sus afluentes. También llegaron hasta Fraga y Lérida. Varios de ellos se dedicaron a la venta como mayoristas en los mercados de Zaragoza, Madrid, Barcelona, Valladolid o Sevilla.

En toda esta ribera, desde Embid hasta Purroy, toda la población estaba dedicada a la Fruticultura y a la Arboricultura. La lista de fruteros en estos lugares resulta interminable y pone en valor sus iniciativas y su buen hacer. Eran adelantados en los injertos, cultivo, manipulación y poda de toda clase de árboles y plantas.

A partir de los años sesenta del pasado siglo comenzaran a ponerse en marcha las primeras cámaras frigoríficas. En Calatayud las primeras las montó José Uriol Barra. Los hermanos Vincueria, de Saviñán, construyeron las primeras cámaras de atmósfera controlada de Aragón.

También se recuerda la epidemia de cólera de 1971, que atacó sobre todo a la ribera baja del Jalón. Aquel verano y por miedo a la epidemia, en los mercados no querían comprar fruta de Aragón.

La quinta parte está dedicada a los viveristas de la ribera del Jalón. Desde antiguo se consideraba que los vecinos de Embid eran diestros en los injertos. Hacia mediados del siglo XIX tiene lugar una revolución silenciosa de la gente trabajadora, que comienza a dedicarse a la Fruticultura y Arboricultura. Viveros Montserrat, decía ser la casa más antigua de Aragón, pues había sido fundada en 1847. Viveros Gimeno también lo aseguraba en sus catálogos, aunque desconocemos el año de su fundación. Viveros Manuel Sanjuán se fundó en 1870. El primer catálogo conocido de esta casa es el de la campaña 1899-1900. En la campaña 1915 esta casa disponía de la variedad de pera pasacrasana, en 1919 de la pera conferencia y en 1939 de las manzanas americanas deliciosa roja y golden.

La primera Fiesta del Árbol se llevó a cabo en Madrid en 1896. Luego varios decretos obligaban a los ayuntamientos a plantar árboles en las orillas de las carreteras y en las riberas de los ríos. En Saviñán se llevó a cabo una Fiesta del Árbol en 1925. Por aquel tiempo los viveristas enviaban a los ayuntamientos unas cartas, ofreciendo una serie de árboles indicados para plantar en estas Fiestas del Árbol. En España tuvieron un carácter civil, en la que participaban las autoridades, maestros y niños que leían poesías y cantaban himnos.

En un principio eran pequeñas empresas familiares, dedicadas indistintamente a la Fruticultura y a la Arboricultura. Luego se irían especializando. Estaban en estrecha y continua relación con los más importantes arboricultores, floricultores y arboricultores nacionales y extranjeros, incluso franceses, holandeses e italianos, estando al día en las nuevas variedades de plantas, arbustos y frutales. En España las principales casas se encontraban en el Levante, Cataluña y el País Vasco.

Debido a la escasez de tierra en esta ribera del Jalón, los viveristas debieron buscar otras zonas de producción, localizadas en el Jalón medio y bajo. Otros optaron por trasladarse a otras zonas de España, buscando nuevos mercados.

De esta zona han salido viveristas que se asentaron en Calatayud, Zaragoza, Madrid, La Almunia, Tudela, Palencia, Valladolid, Salamanca, León, Alcañiz, Fraga, Huesca y Guadalajara. Viveros Sánchez de Guadalajara cultiva actualmente más de 200 hectáreas y es el primer vivero de España.

Nonay Gil Hermanos fue la empresa más galardonada en los últimos años de la década de los setenta del siglo pasado, logrando numerosos premios a la exportación.

Viveros Antonio Acerete Joven llegó a tener en España de ocho a diez mil clientes fijos, contando además con el apoyo de mil representantes que cobraban un 10-15% de la venta de frutales y un 5% de la venta de vides. Cada año esta casa editaba veinte mil listas de precios.

Este libro, dedicado a los fruteros y viveristas del Jalón, es sin duda un merecido homenaje a estos hombres y mujeres excepcionales, esforzados y adelantados a su tiempo, que lograron con su trabajo y su tesón, colocar a esta tierra, y más concretamente a Saviñán, como la cuna de los viveros de España y a la ribera del Jalón, como una importante zona de producción frutera.

El autor recogió una buena idea de José Manuel Sanjuán, y defendió la puesta en marcha de un Centro de Interpretación, dedicado a los viveros y a las frutas, y un Museo Etnológico, donde se expongan catálogos, utensilios y diferentes materiales relativos a estas dos importantes y poco conocidas actividades de esta pequeña ribera del Jalón.

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