“Soy el hombre más feliz del mundo, pues contento con lo que tengo, sin desear nada más, viviendo en la Corte, como en un desierto, hecho un ratón de biblioteca, sin hablar casi de política, en materia de textos reputado por muerto…”
La actividad de Vicente de la Fuente fue frenética en la década de 1860. Gran número de escritos e investigaciones ocuparon en aquel momento su escaso tiempo libre. Unos, estudios personales de gran calado como los dedicados a la Pluralidad de cultos, la División de poderes, la Expulsión de los Jesuitas o el famoso La Sopa de los Conventos (1) tratado lleno de ingenio y agudeza, sobre los males que afligían en aquel momento a España, y que, sin embargo, hoy parece dotado de gran actualidad. Otros por petición de la Real Academia de la Historia como los tomos dedicados a las diócesis de Tudela y Tarazona (2) (3) de la magna obra La España Sagrada. Precisamente por encargo de la Real Academia de la Historia, viajó como representante al Congreso Arqueológico de Amberes de 1867.
En 1868 fue escogido para formar parte de la Comisión de Bibliotecas y Archivos, encargada de revisar el reglamento de Archivos a nivel nacional “en una de las sesiones últimas conseguí que retirasen los tres proyectos de reglamento independientes y se refundieran en uno sólo para bibliotecas, archivos y museos”. Don Vicente consiguió también que las Audiencias pasaran todo su material anterior al siglo XIX a los archivos históricos.