Darío Pérez y la fiesta homenaje a la nujer bilbilitana

Francisco Tobajas Gallego

            Darío Pérez fue el promotor de esta fiesta homenaje a la mujer bilbilitana en septiembre de 1924, quizá influido por el estreno de la película La Dolores, de Maximiliano Thous, basada en el drama de Felíu y Codina. El 5 de abril de este año, el semanario bilbilitano La Justicia anunciaba el próximo estreno de esta película en El Coliseo Imperial de la ciudad.

Darío Pérez intentó preparar una Fiesta de la Dolores para los Juegos Florales de 1896, debido quizá al éxito de la ópera de Bretón, estrenada en el teatro de la Zarzuela de Madrid el 16 de marzo de 1895. Desconocemos el proyecto que Darío Pérez tenía en mente y lo que pudo saber de él Sancho y Gil, quien publicó un artículo en La Justicia el 17 de octubre de 1895, en el que señalaba que se trataba de una fiesta dedicada a la Dolores de Bretón.

En una carta dirigida a Víctor Balaguer, fechada en Zaragoza el 22 de octubre de 1895, Sancho y Gil le comentaba: Quieren en Calatayud el año que viene hacer una magna representación de la Dolores, convirtiendo la Plaza de toros en Teatro, la cual representación habrá de terminar con la coronación de Bretón. Para hacer atmósfera a favor del proyecto quiere La Justicia publicar las opiniones de determinadas personas. Yo me he permitido dar la mía, según verá en el adjunto recorte, y me he comprometido a gestionar una carta de V. expresiva de su opinión, para publicarla en las columnas de aquel periódico.

Darío Pérez había pedido a Sancho y Gil su parecer sobre esta idea que nos cupo el honor de ser los primeros en expresar. Sancho y Gil se adhería al proyecto, confesando a Darío Pérez que había dado en el blanco. Refiriéndose a Bretón, escribía: El gran maestro debe ser coronado en el año próximo en esa ciudad por ella [su ópera], representada en su Alcalde. La fiesta de la Dolores debe ser celebrada cual usted la ha concebido. Nobleza obliga. Un acto de justicia convertido en manifestación de la gratitud, honrará siempre, a la vez que a la justicia y a la gratitud, a la individualidad o a la colectividad que lo ejecute.

Sancho y Gil aseguraba que si había una Dolores de Bretón, antes había habido otra de Felíu y Codina, con quien Calatayud estaba en deuda, proponiendo un homenaje para el dramaturgo. Darío Pérez también estaba de acuerdo en homenajear a Felíu. Darío Pérez escribió a Víctor Balaguer el 23 de octubre de 1895, participándole que La Justicia se honraría publicando una carta de tan ilustre literato.

A pesar de todo, este proyecto no se llevaría a cabo, pues en ningún momento de la fiesta de los Juegos florales de 1896 se hace referencia a él, ni viene reseñado en los periódicos consultados.

El 30 de abril de 1924, Darío Pérez publicó un artículo en Heraldo de Aragón, titulado La Dolores del cantar, donde escribía: Y esta copla pretende marcar con fuego de descrédito a una nobilísima ciudad de Aragón, de nombre Augusto por fuero de su historia y por timbre de la honrada, de la fuerte, de la austera mujer bilbilitana.

El diario ABC de Madrid publicaba el 19 de junio las bases de esta fiesta literaria. El periódico señalaba que, basándose en el cantar Si vas a Calatayud…, Felíu y Codina había forjado el argumento de su drama La Dolores, que luego había llevado Bretón al pentagrama y más tarde a la película que circulaba hasta en los más humildes pueblos. Darío Pérez, en su artículo publicado en Heraldo de Aragón, había protestado de esta falsa leyenda que la copla popular había extendido por el mundo entero, proponiendo la reparación de la mujer bilbilitana y aragonesa. El Ayuntamiento de Calatayud había acogido con entusiasmo esta iniciativa, nombrando a una comisión para que organizara esta fiesta homenaje. Estaba compuesta por el alcalde Antonio Bardají, presidente, Ramón Ortega, Francisco Lafuente, José María López Landa, Cipriano Luis Aguilar, Wenceslao Bruno Muñoz, Ramón Herrero, José Llanas y José Francia, vocales. Lorenzo Gaspar, secretario, y Andrés Félez, vicesecretario.

Las bases firmadas por el alcalde Antonio Bardají el 1 de junio, otorgaban un premio de 500 pesetas a un cantar de cuatro versos, que desvirtuase la copla infamante. También se premiaría con un objeto de arte a una colección de doce cantares aragoneses, alusivos al fin de la fiesta. Otro objeto artístico premiaría un trabajo literario  de autor aragonés, alusivo a la fiesta que se celebraba. El plazo de admisión terminaría el 15 de agosto. Los trabajos debían ser originales e inéditos.

Esta fiesta homenaje organizada por el Ayuntamiento de Calatayud, produjo una discusión en la prensa. La mayoría de los periódicos la juzgaron inoportuna y sin motivo. El director de El Regional, Justo Navarro, aplaudía al iniciador de la idea y a los que la habían acogido. Sin embargo Manuel Casanova, desde las páginas del Diario de Avisos de Zaragoza, publicaba el 23 de junio un artículo, donde escribía que esta fiesta iba a producir una avalancha lírica y patrioterilla. Consideraba que Felíu y Codina no merecía que su memoria fuera execrada por este hecho, pues no era justo atribuirle una intención de ofensa. No creía que esta fiesta pudiera satisfacer a la mujer bilbilitana, porque no la precisa, como no hacen falta a su honra estos cantos pasionales, ciegos, hiperbólicos que la amenazan; porque nunca se está más cerca de caer en la ofensa, en la verdadera ofensa que por el camino desbocado, sin espíritu ponderado y justo, de la adulación.

El mismo Darío Pérez recogía en sus memorias redactadas al final de su vida, que aquella iniciativa sería criticada por una parte de la prensa, que llegó a insultarle, aunque aplaudida por la prensa seria y patrocinada por el Ayuntamiento de Calatayud. Incluso se le atribuyeron fines electorales, pues ya votaban las mujeres. Este lapsus de Darío Pérez ya fue puesto en evidencia por Mariano Amada, pues las mujeres no pudieron votar hasta las elecciones de 1933.

El 2 de agosto de 1924, el diario ABC señalaba que el anuncio de la fiesta en homenaje a la mujer bilbilitana, había sido comentado en toda España, con las más opuestas opiniones. El diario consideraba que estaban en un error los que pensaban que los bilbilitanos estaban enojados con Felíu, pues le habían invitado a presidir los primeros Juegos florales, celebrados en 1893. Consideraba que la fiesta, lejos de ofender a Felíu y a Bretón, iba a avivar gratos recuerdos en muchos bilbilitanos, admiradores de ambos.

En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud celebrada el 18 de agosto, el alcalde señaló que el día 15 había recibido un telegrama de la escritora Concha Espina, en el que aceptaba la invitación de ser mantenedora de la fiesta homenaje a la mujer bilbilitana. Se le contestó con otro telegrama, agradeciéndole su actitud.

El 27 de agosto, ABC informaba que una comisión del Ayuntamiento de Calatayud había visitado al gobernador civil, invitándole a presidir la fiesta literaria, que se celebraría en homenaje a la mujer bilbilitana. También señalaba que se habían recibido miles de cantares, que serían examinados por un jurado compuesto por García Arista, Mariano Baselga y Genaro Poza. Las fiestas las iba a presidir la escritora montañesa Concha Espina. También se iban a celebrar dos corridas de toros, lidiándose ganado de Concha y Sierra y de Vicente Martínez, para los diestros Chicuelo, Marcial Lalanda y Villalta.

La fiesta tuvo lugar el día 12 de septiembre en el Coliseo Imperial. Al día siguiente ABC informaba que el teatro había estado lleno a rebosar. Los palcos se habían adornado con mantones de Manila y el escenario con guirnaldas y plantas. En el centro destacaba el trono, en el que figuraban los escudos de Calatayud y Santander.

En la presidencia habían tomado asiento el alcalde, Antonio Bardají, García Arista, Ortega, Bruno, Aguilar, Lafuente, Llanas, los concejales venidos de Santander y el vicario general, Valentín Marco. También estuvo presente el secretario del Centro Aragonés de Santander. Como se trataba de una fiesta dedicada a la mujer, se había designado para presidirla a la escritora Concha Espina de la Serna.

El secretario de la comisión leyó la memoria de la fiesta, elogiando al director del diario ABC, Torcuato Luca de Tena, por dotar con otras 500 pesetas el premio a la copla ganadora. Se habían recibido once mil trescientos trabajos.

El alcalde, precedido de los maceros, salió a buscar a Concha Espina, quien entró en el salón, mientras la orquesta interpretaba una marcha triunfal,  acompañada de su corte, compuesta por las señoritas bilbilitanas María Luisa Mediano, Carmen Górriz, Carmen Melendo, Felipa López Gutiérrez, Pilar Herrero y Carmen Lafuente.

Varios artistas de la compañía de María Palou, que actuaba unos días en Calatayud, leyeron varios trabajos, entre otros los de Fernando Castán Palomar, Blasco Ibáñez, hermanos Álvarez Quintero y Matheu. A continuación se interpretó el pasodoble del Maestro Marquina titulado La mujer bilbilitana, escrito expresamente para este acto. María Palou leyó el trabajo de Concha Espina titulado Mensaje a Calatayud y honores que la ciudad augusta rinde a las mujeres aragonesas.

El jurado declaró desierto el premio a la copla que desvirtuase a la de la Dolores, pero recomendó otra que llevaba por lema Para ti, España. Al abrir la plica se encontró otra cuarteta, que devolvía al pueblo la autoría de la copla del cantar. A continuación, la Banda de Ingenieros, dirigida por Pascual Marquina, interpretó la página musical Una noche en Calatayud, compuesta por el maestro Pablo Luna. Lucrecia Arana cantó la copla premiada, a la que siguieron insistentes aplausos.

En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud celebrada el 15 de septiembre, se consignó el júbilo de la ciudad el día anterior, por haberse adjudicado la subasta del ferrocarril Calatayud-Ontaneda a Guillermo W. Solms. Asimismo quedó constancia del banquete celebrado en la Casa Consistorial, para agasajar a los representantes de Santander. El alcalde de Calatayud tuvo el honor de entregar a Concha Espina el Real Despacho, por el que el rey le había concedido la Banda de María Luisa.

En la sesión del 29 de septiembre el alcalde informó de su viaje a Santander, donde había sido invitado para asistir a un banquete, organizado por aquel ayuntamiento, en honor a la comisión gestora del ferrocarril Calatayud-Ontaneda. El alcalde propuso que, para cumplir los acuerdos adoptados en este banquete, se nombrara al rey alcalde honorario de la ciudad, y que fuera colocado el busto del ingeniero Ramón de Aguinaga en la estación del ferrocarril Calatayud-Ontaneda, como testimonio de gratitud por su actuación en pro de este ferrocarril. El alcalde también informó que había recibido un telegrama de W. Solms, donde le comunicaba haber constituido la sociedad para la construcción de este ferrocarril.

El secretario de la comisión organizadora de la fiesta homenaje en Calatayud, Lorenzo Gaspar, devolvió las 500 pesetas al director de ABC, quien decidió convocar un nuevo concurso. Las bases aparecieron en este periódico el 12 de octubre y en ellas se anunciaba que podrían tomar parte en este nuevo concurso, todos los autores de coplas que hubieran concurrido o no al de Calatayud. El jurado, del que formaba parte Darío Pérez, se reunió el 6 de enero de 1925, acordando por unanimidad conceder el premio a una copla que se presentó con el lema No hay mancha donde no hay delito, de la que era autor Vicente Ramírez Payá, maestro nacional de Castalla, Alicante.

Documentos consultados:

Archivo Municipal de Calatayud, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, Sig. 163.

La fiesta de La Dolores (calatayud.org) [Fecha de consulta: 21 de noviembre de 2022]

SÁNCHEZ PORTERO, A (1998): La Dolores. Algo más que una leyenda, Zaragoza.

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La estancia de la reina Isabel II en Calatayud en 1860

Francisco Tobajas Gallego

            La reina, el rey consorte y los príncipes, acompañados por la comitiva real, iniciaron en Madrid, el 16 de septiembre de 1860, un viaje a las islas Baleares, Cataluña y Aragón. Se llevó a cabo en tren desde Madrid hasta Alicante, donde embarcaron hasta las Baleares. En el viaje de vuelta desembarcaron en Barcelona, tomando el tren hasta Lérida, donde la reina inauguró un puente sobre el Segre. El resto del camino hasta Madrid lo harían en diligencia. Entonces el tren alcanzaba una velocidad de hasta 60 kilómetros por hora, mientras que la diligencia recorría una legua en media hora.

En Zaragoza la reina celebró su XXX cumpleaños con un solemne besamanos. Allí hizo obras de caridad, visitando el Pilar, la Aljafería, las casas de beneficencia y otros monumentos notables. Con el rey presidió la procesión del Pilar.

            En la sesión extraordinaria del Ayuntamiento de Calatayud, celebrada el 26 de septiembre de 1860, el acalde, Mariano Franco, participó a la corporación la noticia oficial, que la reina y  su comitiva iban a pernoctar en la ciudad el próximo día 13 de octubre. También se dio lectura a una comunicación del gobernador civil, con fecha del día anterior y dirigida al alcalde, participándole de esta noticia, remitiendo una nota con las personas que componían la comitiva real, para que se les proporcionara los alojamientos necesarios. Para ello, la corporación acordó citar, para las siete y media de la tarde de aquel mismo día, a los mayores contribuyentes, siendo su número doble al de los concejales, para que, enterados de la noticia, se nombrara a una comisión que auxiliara a la municipal, para preparar el recibimiento. Para la comisión de festejos se nombraron a Alejandro Heredia, Ramón Alonso y Cosme Moreno. Puesto a discusión el local más aparente para el hospedaje de los reyes y altezas, se acordó por unanimidad elegir el que ocupaba el Casino Bilbilitano, a cuyo presidente dirigiría el alcalde la oportuna comunicación, solicitando el local.

            En la sesión convocada para la tarde se nombró a otra comisión, compuesta por Saturio Muñoz, Vicente Larrea, Salvador Landa y Juan Francisco Mochales para que, en unión con la municipal, prepararan el recibimiento, concediéndoles amplias facultades para el desempeño de su cometido.

La procesión del Pilar. V. Urrabieta, DIBº y LITª. J. Donon, Madrid (en Flores, A.: Crónica del viaje de sus majestades…, M. Rivadeneyra, Madrid, 1861).

            En la sesión del 29 de septiembre, bajo la presidencia de Mauricio Larraga, primer teniente de alcalde, el regidor de alojamientos presentó una nota de las casas, donde podrían alojarse los componentes de la comitiva real. Después de ligeras modificaciones, se pasó a la comisión de festejos para su confirmación definitiva.

            En vista del mal estado del traje de los porteros del ayuntamiento y de los calzones de los timbaleros y porta timbales, se acordó su renovación, como también la cubierta de los timbales, por el mismo motivo, recayendo la ejecución de este acuerdo en el regidor Elizondo.

            En la sesión del 30 de septiembre, con asistencia de las autoridades militares, judiciales y eclesiásticas, empleados del Gobierno y demás personas que desempeñaban cargos oficiales en la ciudad, el alcalde Mariano Franco abrió la sesión, dando a conocer la noticia de la llegada de la comitiva real, que iba a pernoctar una noche en la ciudad. Por este motivo debían acordar y convenir la mejor forma de hacerlo. Alguien recordó lo que se había hecho en casos semejantes, en otros viajes reales. Por ello se acordó que las autoridades militar, judicial, local y eclesiástica, esperaran a la comitiva real en los confines del término municipal con El Frasno. El resto del ayuntamiento y las personas que desempeñaran cargos públicos, se colocarían en la carretera, a la altura del convento de las capuchinas, donde se llevaría a cabo el recibimiento oficial. Todo esto sin perjuicio de tomar noticias de lo que hubiera llevado a cabo la ciudad de Zaragoza, para proceder con el mejor acierto.

En esta sesión se acordó que una comisión municipal, compuesta por el alcalde, síndico y los regidores Vicente Hidalgo y Sixto Elizondo, se desplazara el día 13 a los confines del término municipal, en el puerto llamado de Cavero, a esperar a la comitiva real. También se acordó que el alcalde entregara a la reina, en el acto de recepción oficial, las llaves de la población.

            Una vez acabada la sesión, el ayuntamiento se ocupó de hacer un empréstito, para atender a los gastos que se fueran presentando. El regidor Tomás Tolosa fue el encargado de buscar un préstamo de 20 000 reales de vellón, por un plazo de tres meses.

En la sesión del 2 de octubre se acordó pedir a María Clarés, que blanqueara la parte renegrida de la fachada de su casa de la calle del Encuentro, por donde iba a pasar la comitiva real hacia la colegiata de Santa María. En el caso que esta vecina no lo hiciera, lo llevaría a cabo el ayuntamiento.

El 6 de octubre se vio un despacho telegráfico, que el concejal Heredia había dirigido al presidente, informándole que en Zaragoza había una carretela por 1000 reales, para que la pudiera utilizar el ayuntamiento los días 13 y 14 de octubre. El ayuntamiento acordó comunicarle su contratación, para que estuviera en Calatayud el 12 de octubre por la noche o bien a la madrugada del día siguiente. La utilizaría la comitiva municipal, cuando fuera a recibir a los reyes y altezas reales.

 En la sesión del 9 de octubre el alcalde dio cuenta de una comunicación del comandante militar, con fecha del día anterior, a la que acompañaba una relación del número y clase de las personas que iban a llegar a las órdenes del Capitán General y del Ministro de la Guerra, para que se les proporcionara alojamiento. Vista la nota presentada por el regidor, de las casas en las que podían alojarse estas personas, se acordó comunicarla al comandante militar para su gobierno.

Grabado de la cabalgata celebrada en Zaragoza el 9 de octubre de 1860 (en viajes oficiales por España de Isabel II, Discursos leídos en la Real Academia de la Historia por Ignacio Herrero de Collantes y Gregorio Marañón y Posadillo, Madrid, 1950).

Se acordó asimismo girar, contra el capítulo de gastos imprevistos del presupuesto municipal, 240 reales a favor de Rafael Casado, que había construido un sillón para la presidencia del palco del teatro.

El 12 de octubre se vio la petición de un vecino que, por carecer de recursos, solicitaba que el ayuntamiento le facilitara diez luces, que necesitaba para la iluminación de los cinco balcones de su casa de la Rúa, la noche que la reina pernoctara en la ciudad. El ayuntamiento acordó prevenirle, que pusiera la iluminación por su cuenta en los balcones del primer piso, quedando encargada la comisión municipal para facilitarle los restantes.

Habiendo de llegar al día siguiente el Capitán General, el ministro de la Guerra y el presidente del Consejo de Ministros, se acordó que la comisión nombrada para recibir a los reyes en los límites del término, los visitara, ofreciendo los respetos de la municipalidad.

Para conocer el recibimiento y la estancia de la comitiva real en la ciudad, debemos seguir la crónica de este viaje, debida a Antonio Flores, que fue publicada en 1861 por la imprenta y estereotipia de M. de Rivadeneira, de Madrid. El cronista escribía que una ronda de labradores, con guitarras y bandurrias, había despedido a la reina, que se hospedaba en el palacio arzobispal de Zaragoza. La comitiva partiría al día siguiente, a las once de la mañana. En todos los pueblos del recorrido se veían arcos de triunfo, enramadas y adornos sencillos. En La Almunia se había dispuesto una tienda de campaña, donde se ofreció a la reina un refresco. Cuando cruzaron por El Frasno era ya de noche, pero el pueblo estaba muy bien iluminado.

El cronista señalaba que Calatayud se había vestido de gran gala para recibir y hospedar a los monarcas. Los arcos de triunfo, los adornos de los edificios, las iluminaciones y los preparativos hechos en el casino, los consideraba dignos de una capital de provincia. La ciudad había levantado un arco árabe a la entrada de la población, frente al convento de capuchinas, que aparecía pintado con lienzos transparentes, que producían un efecto completo.  La Plaza del Fuerte estaba engalanada con trofeos militares, inscripciones y multitud de luces de colores, en aptitud de festejar pasadas glorias.

Flores escribía que la ciudad se había engalanado para recibir a la reina, con músicas y cánticos, dejando atrás épocas de guerra y abriendo un tiempo de paz y de ventura, como ya había ocurrido con la convivencia en la ciudad de las tres religiones: cristiana, judía y musulmana.

El cronista señalaba que, a pesar de la oscuridad de la noche, que no dejaba contemplar el paisaje, el aire llevaba el aroma de la cercana campiña, recordando las fiestas agrícolas y las festividades religiosas que habían dado tanta fama a la ciudad. Citaba las procesiones del mes de mayo, que daban noticias las crónicas del siglo XV, y el rosario cantado o Estrella de la mañana que, según Piferrer y Quadrado, aun se celebraba, con asistencia de gran parte de la población.

La ciudad, con sus edificios iluminados, sus calles empinadas, estrechas y aconchadas en la peña, parecía retrotraer al cronista a épocas pasadas, con viejos castillos y algunos templos con canas venerables en mal hora teñidas, o lo que es peor aún, peinados a la moda. En la iglesia de Santa María, que el cronista aseguraba que se situaba enfrente del Casino, donde había estado alojada la familia real, habían oído misa el día de la partida. Después de cruzar por el arco de triunfo, que el Juzgado y el Partido de Calatayud habían levantado a la salida de la población, la comitiva siguió por la barrera de Marcial, que se encontraba llena de gente, tomando el camino de Madrid. Muchas personas acompañaron largo trecho a caballo a la comitiva real. A mano derecha de los viajeros, se levantaba una sucesión de montañas, como murallas de piedra. A la izquierda se desplegaba la rica y cuidada vega del Jalón. No tardaron en pasar por Terrer, siguiendo por Ateca, Alhama y Ariza, donde se despidieron las autoridades de Zaragoza.

En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud celebrada el 16 de octubre, el presidente propuso el nombramiento de un concejal, con otro de la comisión de festejos, para que formaran un inventario de los efectos empleados en los pasados festejos, con motivo de la visita real, quedando depositados bajo dos llaves en las casas consistoriales, entregando un ejemplar de este inventario y una llave al alcalde, y otro con la otra llave al depositario de los fondos municipales, cuyo nombramiento recayó en José Tolosa.

El 27 de octubre se vio una carta del vicario general, Joaquín Higueras, en la que invitaba a la corporación a un Te Deum. Tendría lugar en la colegiata de Santa María el domingo 28, a las diez de la mañana, en agradecimiento por el fin del viaje de sus majestades, que habían sufrido un atentado a la llegada a la capital. El 19 de octubre, antes de su entrada en Madrid, la reina había pasado revista a las tropas de la guarnición de Torrejón de Ardoz. Pero al cruzar por la Puerta del Sol, la reina fue objeto de un atentado. Flores lo achacaba a las doctrinas de aquel tiempo, que comenzaban a alzarse contra el trono que, para subsistir, tendría que hacerse constitucional y parlamentario. La crónica del viaje terminaba con una relación de las alhajas, que Isabel II había regalado a las personalidades que le habían atendido, con otra de los donativos en metálico, que alcanzaron la suma de 1 803 843 reales de vellón, con la consignación de los beneficiarios de los mismos. En esta última relación, se consignaba la entrega al alcalde de Calatayud de 40 reales, con destino a los pobres y a los establecimientos de beneficencia de la ciudad.

En esa misma sesión del 27 de octubre, el ayuntamiento nombró a una comisión, compuesta por Larraga y Heredia, para que, con el diputado provincial del distrito, informaran a la corporación de la resolución de varias gestiones, relacionadas con el abono de los gastos ocasionados por la visita real.

El 17 de noviembre el alcalde, con los mayores contribuyentes, dieron a conocer los gastos ocasionados por los festejos celebrados en honor de la comitiva real, presentando una cuenta al por menor, con documentos y recibos, que justificaban las cantidades pagadas por la comisión.

El 24 de noviembre, el cura ecónomo de San Pedro de los Francos dirigió una exposición al obispo, para que designara a la persona que debía reconocer la portada principal de la iglesia, que se encontraba en estado ruinoso. La torre inclinada de esta parroquia, sería desmochada el 9 de junio de 1840, con motivo de la pernocta de la reina gobernadora en el palacio del barón de Warsage, la noche del día 16 de aquel mismo mes.

El 27 de noviembre se informó que el ayuntamiento no contaba con fondos suficientes, para pagar los gastos que habían tenido lugar con motivo de la visita de la reina, con otras atenciones de la corporación, acordándose tomar a préstamo de la Caja de Descuentos de Zaragoza 40 000 reales, que Manuel Viedma había facilitado al ayuntamiento, a pagar en noventa días, debiendo otorgar la garantía el presidente y Ramón Melendo, respondiendo con ellos toda la corporación.

Documentos consultados:

Archivo Municipal de Calatayud, Libro de acuerdos del Ayuntamiento constitucional de la ciudad de Calatayud, 1860.

FLORES, A. (1861): Crónica del viaje de sus majestades y altezas reales a las Islas Baleares, Cataluña y Aragón en 1860, M. Rivadeneyra, Madrid

Imágenes:

Grabado de la cabalgata celebrada en Zaragoza el 9 de octubre de 1860 (en viajes oficiales por España de Isabel II, Discursos leídos en la Real Academia de la Historia por Ignacio Herrero de Collantes y Gregorio Marañón y Posadillo, Madrid, 1950).

La procesión del Pilar. V. Urrabieta, DIBº y LITª. J. Donon, Madrid (en Flores, A.: Crónica del viaje de sus majestades…, M. Rivadeneyra, Madrid, 1861).

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Darío Pérez y la escuela elemental del trabajo

CENTENARIO DEL NOMBRAMIENTO DE DARÍO PÉREZ GARCÍA

COMO HIJO PREDILECTO DE CALATAYUD, 1922-2022

Darío Pérez y la escuela elemental del trabajo

Francisco Tobajas Gallego

Ya en la sesión del Ayuntamiento de Calatayud celebrada el 9 de enero de 1907, Cipriano Aguilar pedía la instalación en la ciudad de una escuela de Artes e Industrias. Juan Blas apoyó esta iniciativa y propuso que la comisión que se trasladara a Madrid para el asunto de las carreteras, debía ocuparse de este proyecto. Entonces se acordó designar a Blas y a Aguilar para que lo estudiaran y propusieran lo que consideraran necesario.

En la sesión del 8 de agosto de 1913, el presidente del Círculo Católico de Obreros y concejal, Jesús Marco, propuso interesar al alcalde, para que gestionase el establecimiento en la ciudad de una Escuela de Artes e Industrias. La corporación acordó por unanimidad elevar esta instancia al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, recabando ayuda del diputado a Cortes, Gabriel Maura.

En esta misma sesión y a propuesta del concejal Marco, se acordó felicitar a Darío Pérez, por su nombramiento como Miembro de la Legión de Honor francesa. López Ruiz pidió también el cumplimiento del acuerdo municipal, dando el nombre de Darío Pérez a la Plaza del Teatro. El presidente recordó que también estaba pendiente el cambio de nombre de la calle de la Bodeguilla por el de Víctor Balaguer, proponiendo que se anunciaran en el próximo programa de festejos.

Estas iniciativas no tendrían el fruto deseado y habría que esperar hasta 1931, cuando Darío Pérez le daría el impulso definitivo. La primera noticia que se conoce sobre la implantación de esta escuela, la encontramos en las páginas de El Regional, del 4 de febrero de 1931. En aquellas fechas, Darío Pérez señalaba que la creciente población obrera de Calatayud necesitaba un campo experimental donde puedan capacitarse las clases humildes en sus especializaciones preferidas, y ninguno más eficaz que la Escuela del Trabajo. Ella reportará al obrero la ventaja de las enseñanzas profesionales industriales logrando que Calatayud y su comarca, en determinado periodo de tiempo, cuente con una clase obrera bien preparada en sus respectivos oficios, elevando el nivel de la cultura general, con provecho de sí misma.

En el año 1931 Calatayud contaba con un censo de 13.752 habitantes. Era una ciudad comercial, pero entonces se acusaba el problema del paro obrero. Poseía fábricas azucareras, de harina y de chocolate, además de pequeños talleres de cordelería y alpargatas, con mano de obra poco especializada. En 1931, la Cocina Económica daba de comer gratuitamente a ciento cincuenta personas, que se elevaron a cuatrocientas en 1934, que recibían dos comidas al día.

Caricatura de Darío Pérez por del Arco

En el número de El Regional del 24 de marzo de 1931, Darío Pérez consideraba que la Escuela Elemental del Trabajo iba a permitir el desarrollo de los primeros conocimientos científicos del oficio preferido y la práctica consciente del mismo, en una metódica graduación desde aprendiz a maestro profesional. Gracias a su iniciativa, este centro había sido aprobado por la Junta General del Ministerio de Trabajo, en su sesión celebrada el 21 de marzo de aquel mismo año.

En este mismo periódico bilbilitano, el 16 de abril de 1931, José Sinués y Urbiola, catedrático de la Escuela Superior del Trabajo de Zaragoza y diputado provincial, señalaba que la enseñanza que se iba a impartir en la Escuela del Trabajo, había de ser mezcla de pequeña fábrica, enseñanzas gráficas, laboratorios y cátedras científicas, todo coordinado y articulado, de forma tal, que en el ritmo armónico de su conjunto sea la dosificación exacta y el equilibrio tan estable, que al perder alguno de aquellos elementos su peso, forzosamente perderá toda eficacia y se convertiría en un engranaje más, o mejor dicho, en una redundancia de sistemas docentes, que a toda costa debe evitarse.

En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud celebrada el 4 de mayo de 1931, el concejal Luis Zarazaga se refirió a la creación en la ciudad de una Escuela Elemental del Trabajo, de la que no se había dado cuenta aún públicamente al ayuntamiento. Reseñó la valiosa intervención en este asunto de Darío Pérez, leyendo varias cartas del entonces diputado a Cortes, que había enviado a la alcaldía de la ciudad, dando cuenta de sus gestiones en el Ministerio de Trabajo. Estas gestiones habían dado como resultado el acuerdo de la Junta de Obras Culturales, del 21 de marzo pasado, acordando el establecimiento de la mencionada escuela. Zarazaga proponía que el ayuntamiento ofreciera al Ministerio de Fomento el terreno necesario en la Arboleda.

El alcalde, Carmelo Clemente, mostró su conformidad con la proposición de Zarazaga, pero señaló la necesidad de constituir antes el Patronato rector de la Escuela, para que el asunto tomara carácter oficial. La corporación acordó por unanimidad, ofrecer al Ministerio de Trabajo el terreno necesario para la construcción del edificio en el paraje llamado de la Arboleda.

El 8 de junio el presidente informó a la corporación municipal, que estaba en trámite la constitución del Patronato de la Escuela Elemental del Trabajo, que se había concedido a la ciudad, con arreglo a las normas contenidas en el Estatuto de Formación Profesional de diciembre de 1928. Como el ayuntamiento, según este texto legal, debía tener representación en el Patronato, se nombraba al alcalde. El Estatuto de 1928 establecía dos tipos de centros: las Escuelas Elementales y Superiores de Trabajo, y las Escuelas de Artesanos. La enseñanza se encomendaba a patronatos locales y provinciales, constituidos por medio de cartas constitucionales y reguladas por un estatuto. La financiación corría a cargo de los ayuntamientos y diputaciones, en colaboración con el Ministerio de Economía Nacional.

El 27 de julio el alcalde informó que, próximamente, el Patronato interino iba a proceder a la redacción y aprobación de la Carta fundacional de la Escuela Elemental del Trabajo. También anticipaba que la colocación de la primera piedra tendría lugar, probablemente, en uno de los días de las próximas fiestas de septiembre.

En la sesión del 19 de agosto, el presidente informó que había recibido la visita de Francisco Galiay, alto empleado del Ministerio de Trabajo, acompañado de un arquitecto, de José Sinués, profesor de la Escuela Industrial de Zaragoza, y de Darío Pérez, que habían venido a la ciudad a tomar datos para la construcción de la Escuela Elemental. El alcalde anunció que, como miembro del Patronato de la Escuela, participaría a la corporación cuanto se relacionara con este asunto.

El 26 de agosto el ayuntamiento redactó una solicitud al Ministerio de Trabajo, pidiendo ayuda económica para levantar la escuela, respondiendo Galiay favorablemente. El 3 de noviembre se enviaría la Carta fundacional.

La escuela del trabajo en la revista de Aragón, agosto 1932

El 9 de septiembre y en las páginas de Heraldo de Aragón, Mariano Gaspar, ex diputado provincial, señalaba que, dentro de pocos días, Calatayud iba a ver el comienzo de las obras de la Escuela Elemental del Trabajo, que había sido la preocupación constante del diputado Darío Pérez. Se iba a levantar junto al grupo Escolar e iba a reportar a la ciudad grandes beneficios en el orden cultural, social y económico que, junto al instituto, escuelas, academias y a la Biblioteca Gracián, iba a ejercer una gran influencia en la juventud bilbilitana.

En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud del 11 de noviembre, se informó que en el Ministerio de Trabajo, los comisionados habían recibido del presidente de la Junta de Obras Culturales, Francisco Galiay, el proyecto del edificio de la Escuela Elemental del Trabajo. También se anunció que el próximo domingo, día 15, tendría lugar la colocación de la primera piedra, a cuyo acto se había invitado al ministro de Instrucción Pública, a Galiay, a los diputados provinciales y al gobernador civil.

El 17 de noviembre, El Regional describió en una crónica los actos que habían tenido lugar en esta ceremonia. En el Coliseo Imperial había tenido lugar una conferencia de Luis Valeri, secretario del Patronato de Formación Profesional, proyectándose a continuación una película sobre la Escuela de Barcelona. A su término, los participantes se habían trasladado a la Arboleda, donde se había colocado la primera piedra, prescindiéndose de la bendición religiosa. En aquel acto habían pronunciado sendos discursos, el entonces alcalde Luis Zarazaga y Darío Pérez, quien había propuesto nombrar Hijo Adoptivo de la ciudad a Francisco Galiay.

En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud celebrada el 25 de noviembre, el presidente dedicó elogios a Francisco Galiay, presidente de la Junta de Obras Culturales del Ministerio de Trabajo, a quien se debía en su mayor parte el establecimiento en la ciudad de la Escuela Elemental del Trabajo. Por ello consideraba que Calatayud había contraído una deuda de gratitud hacia él y, recogiendo la idea de Darío Pérez, proponía su nombramiento como Hijo Adoptivo de Calatayud, que se aprobó por unanimidad.

La Voz de Aragón publicaba el 27 de noviembre, que la Escuela Elemental de Calatayud, cuyos trabajos iban a comenzar en breve, había sido concedida gracias a la iniciativa, trabajo y celo del diputado a Cortes Darío Pérez y al oficial mayor del Ministerio de Trabajo, Francisco Galiay, por cuyos trabajos el ayuntamiento de la ciudad lo había nombrado Hijo Adoptivo.

            El 4 de febrero de 1932, la Gaceta de Madrid publicaba la aprobación de la Carta fundacional, que había sido formulada por el Patronato Local de Formación Profesional. El 2 de marzo se redactaría la primera acta del Patronato de la Escuela y una semana más tarde, el mismo Patronato se planteaba la necesidad de construir la Escuela, según un proyecto presentado por dos arquitectos de la Junta de Obras Culturales, Manuel Ruiz de la Prada y José Gómez Mesa, que se harían cargo también de la dirección de la obra. Entonces se acordó adjudicar la obra por concurso, que ganaría José Simón Pina.

Heraldo de Aragón informaba el 27 de febrero de 1932, que las obras de la Escuela Elemental de Calatayud iban a comenzar en breve, gracias al envío del ministerio de 25 000 pesetas, que se destinarían a las certificaciones de las obras ya ejecutadas.

El número 83 de la revista Aragón, de agosto de 1932, se dedicó casi por entero a Calatayud, con colaboraciones de López Landa, Justo Navarro, Ángel Marco, Luis Martín Ballestero, Marcelo Catalá, San Nicolás Francia y Francisco Tafalla. Se publicó una página dedicada al Calatayud comercial e industrial, donde se citaban los servicios públicos y las principales industrias y comercios de la ciudad. En este número se reproducía el proyecto de la Escuela Elemental del Trabajo y el programa oficial de ferias y fiestas de septiembre, en el que se anunciaba el reparto de bonos a los pobres y el Homenaje a la vejez en los jardines de la inclusa. También se anunciaban conciertos, a cargo de la Banda de Música de Manises, y verbenas en el paseo de Linares, corrida de toros, novillada económica y charlotada, un festival de jota en la plaza de toros, gigantes, enanos y cabezudos, fuegos artificiales y traca fin de fiestas en el paseo de Linares. Además, se anunciaban pasacalles, rondas, funciones de teatro y cine, partidos de fútbol, carreras de bicicletas, asaltos en los casinos y otras diversiones.

El Noticiero informaba el 7 de marzo de 1934 que, próximamente, la Escuela del Trabajo de Calatayud iba a ser ampliada. El mismo periódico publicaba el 14 de marzo que, acabada la campaña azucarera en Calatayud, se sentía intensamente en la ciudad el paro obrero. Por ello pedía la pronta ampliación de la Escuela Elemental del Trabajo, la construcción de la casa de Correos y Telégrafos, la canalización y ensanche del río Jalón y el derribo del cuartel de la Merced. Hacía ya más de un año que se había acabado el edifico de la Escuela del Trabajo, quedando pendiente una pequeña obra complementaria, referida a la casa del conserje y al cierre de la escuela.

Heraldo de Aragón publicaba el 13 de junio de 1934, que Calatayud había pedido hacía años la cesión del cuartel de la Merced, al que consideraba un edificio ruinoso y antiestético. Este asunto se había confiado a Darío Pérez, pero en 1922, cuando estaba a punto de conseguir esta mejora, la dictadura de Primo de Rivera y el nuevo régimen habían arrinconado este expediente. La oportunidad se presentaría de nuevo al ocupar la cartera ministerial de Guerra Diego Hidalgo, amigo íntimo de Darío Pérez, a quien le interesó por el asunto, consiguiendo la firma del derecho de cesión. Darío Pérez había comunicado la grata noticia al alcalde de Calatayud, que produciría en la ciudad una gran alegría. Con ello, escribía el periódico, Darío Pérez había brindado un ejemplo de constancia y amor a las cosas de su tierra, del que pueden obtenerse provechosas enseñanzas para lo porvenir. La Voz de Aragón, en su número del 10 de junio de 1934, reproducía un telegrama que Darío Pérez había dirigido al alcalde Zarazaga, participándole la cesión del cuartel de la Merced al ayuntamiento.

El 4 de julio de 1935 se presentaría el proyecto de la nueva Carta fundacional de la Escuela Elemental, siendo aprobada por el Patronato. Heraldo de Aragón informaba el 17 de noviembre que, aquel mismo día, sobre las once y media de la mañana, llegaría a Calatayud el presidente del Consejo de Ministros, con motivo de la inauguración de la Escuela Elemental del Trabajo. El mismo medio publicaba el día 19, que el presidente del Consejo de Ministros, Joaquín Chapaprieta, había hecho el viaje a Calatayud en automóvil, acompañado por el diputado a Cortes Darío Pérez, el gobernador civil de Zaragoza, que había esperado al coche oficial en Ariza, y dos periodistas madrileños. De Zaragoza habían llegado el general de la División, delegado de Hacienda y representaciones de la Cámara de Comercio, Caja de Ahorros y Escuela del Trabajo de la capital. Chapaprieta había sido recibido por la compañía del Regimiento de Artillería, visitando la Escuela del Trabajo. Ramón Franco, presidente del Patronato de la Escuela, había pronunciado un discurso, en el que recordó el trabajo de Darío Pérez y Galiay, a quienes agradeció su labor, junto a Ramón Sancho y al Patronato de la Escuela del Trabajo de Zaragoza, por su asesoramiento. Chapaprieta también elogió a Darío Pérez en su discurso, por el interés mostrado en esta obra, que aquel día se inauguraba.

En el banquete ofrecido en el salón de actos del ayuntamiento, ocuparon la mesa presidencial, junto al presidente del Consejo de Ministros, el gobernador civil, general de División, Darío Pérez, juez de Primera Instancia, Ramón Sancho, alcalde de la ciudad, delegado de Hacienda y coroneles del Regimiento de Artillería y de la Guardia Civil. A las tres y media de la tarde, la comitiva partió para Zaragoza. También lo hizo el alcalde Ramón Sancho, con varios concejales.

Heraldo de Aragón, en su edición del 11 de enero de 1936, recordaba la inauguración oficial de la Escuela Elemental del Trabajo en noviembre de 1935, en la que el jefe del Gobierno había prometido que, inmediatamente, serían nombrados los profesores de la Escuela, con objeto que la enseñanza comenzase lo antes posible. Pero los días habían pasado y el curso se iba agotando, sin que los poderes públicos se acordaran de esta promesa. El centro había sido dotado de todo el material y menaje necesarios, para proporcionar las enseñanzas a los obreros bilbilitanos. El Patronato de la Escuela también había realizado gestiones para su apertura, sin ningún resultado. En aquellos días la ciudad había iniciado un movimiento de protesta, pidiendo que el ministerio nombrara a los profesores.

El 10 de noviembre de 1936, El Noticiero informaba que a las cuatro de la tarde del día anterior, se había inaugurado la Escuela Elemental del Trabajo de Calatayud. Recordaba la ceremonia que había tenido lugar en noviembre del año anterior, con presencia de Joaquín Chapaprieta, sin intervención de la iglesia católica, que ahora había estado presente. Ante las autoridades locales y representaciones de los centros oficiales, prensa local y regional, el presidente del Patronato de Formación Profesional, Ramón Sancho, había pronunciado unas palabras, considerando lo que debía ser un centro de cultura obrera y formación de jóvenes. El vicario general, Teodoro Uriarte, había bendecido los locales, colocando en ellos el crucifijo.

Documentos consultados:

Archivo Municipal de Calatayud (AMC), Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1907, Sig. 146-5.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1913-1914, Sig. 153.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1930-1931, Sig. 166.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1931-1932, Sig. 167.

MEDINA MORENO, M. (2008-2009): «La conflictividad obrera en Calatayud durante la Segunda República», Rolde. Revista de Cultura Aragonesa, nº 127-128, Zaragoza.

MERINO MARTÍNEZ, A.R. (2012): «La Escuela de Trabajo de Calatayud (1931-1936)», Estudios sobre historia de la Enseñanza Secundaria en Aragón: actas del II Congreso sobre Historia de la Enseñanza Media en Aragón, celebrado en el IES Goya de Zaragoza del  11 al 14 de abril de 2011, coord. Guillermo Vicente y Guerrero, Institución Fernando el Católico, Zaragoza.

URZAY BARRIOS, J.A. (1995): Educación, cultura y sociedad en Calatayud durante el primer tercio del siglo XX, Institución Fernando el Católico, Zaragoza.

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La provincia de Calatayud en imágenes

La comarca Comunidad de Calatayud, la Asociación Torre Albarrana y el Centro de Estudios Bilbilitanos se complacen en invitarles el martes, 17 de enero, a las 19:00 horas, en el Salón de Actos del Palacio de la Comunidad de Calatayud, a la presentación del libro La provincia de Calatayud en imágenes con texto de José Ángel Úrzay Barrios y fotografías de la Asociación Torre Albarrana de Calatayud.

El objetivo de esta publicación es plasmar en imágenes el conjunto de pueblos que conformaron una organización administrativa única y fugaz, para que este hecho histórico no quede olvidado por las nuevas generaciones. Queremos recordar que existió en la segunda década del siglo XIX una provincia llamada Calatayud, cuyos núcleos de población fueron los que aparecen en este libro. Es un conjunto de imágenes para el recuerdo, transcurridos ya doscientos años desde su creación.

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Darío Pérez y la fiesta del árbol

CENTENARIO DEL NOMBRAMIENTO DE DARÍO PÉREZ GARCÍA

COMO HIJO PREDILECTO DE CALATAYUD, 1922-2022

Darío Pérez y la fiesta del árbol

Francisco Tobajas Gallego

            El 8 de marzo de 1898, en carta al director de Heraldo de Aragón, el ingeniero Pedro Pella Forgas, solicitaba que se constituyera en Zaragoza una Sociedad de Amigos del Árbol. La idea la apadrinó el director del periódico, Darío Pérez, que publicó un artículo el 30 de junio de 1900, titulado: Por Aragón y por España. Hacía algunos años que se había celebrado en Madrid la primera Fiesta del Árbol, el 26 de marzo de 1896, a iniciativa de Belmas, arquitecto y diputado provincial por Madrid, siendo organizada por la diputación y el ayuntamiento. En mayo de 1896 se constituiría la Sociedad de Amigos de los Árboles de Madrid. Ya por entonces, Heraldo de Aragón había iniciado el pensamiento para que se celebraran también en Aragón, recogiendo opiniones de varios técnicos. Desde aquella fecha, otras muchas ciudades ya la habían organizado: Jumilla, San Juan de las Abadesas, Puerto de Santa María, Jerez de la Frontera, Málaga y Barcelona. En el parque de la Ciudadela de la ciudad condal, todavía se conserva el monumento dedicado a la instauración de la Fiesta del Árbol, en abril de 1899.

Fiesta del Árbol de 1915. Madrid. Foto Salazar, Mundo Gráfico, 1915

            Darío Pérez escribía en su artículo del 30 de junio, que gran parte de la tierra aragonesa se moría de sed. El suelo era rico y la población trabajadora. Consideraba que los árboles eran el medio más eficaz para atraer y conservar el agua, templar el clima y prevenir los frecuentes daños producidos por las inundaciones. Aseguraba que con la plantación de miles de árboles, la transformación de la tierra aragonesa sería indudable.

            Darío Pérez afirmaba: En todo país libre, ilustrado y rico hay un ídolo; el Árbol: y una solemnidad; la Fiesta del Árbol. Pensaba que la parte técnica de esta fiesta debía quedar a cargo de las diputaciones provinciales, secundadas por los municipios, de la Granja Modelo y de los ingenieros de montes. Debería celebrarse una fiesta provincial en cada una de las capitales de provincia y otra en los pueblos, que estaría organizada por el alcalde, el párroco y el maestro, en la que los niños de la escuela podían plantar árboles. La celebrada en Zaragoza debía tener carácter regional, acudiendo a ella todas las manifestaciones del saber humano. Darío Pérez pensaba que la Fiesta del Árbol debería prolongarse dos o tres días. Debía presidirla el ministro de Agricultura y las Cámaras Agrícolas podían organizar conferencias. También debían organizarse otros festejos, para que acudieran forasteros y representantes de todos los pueblos de la provincia.

Darío Pérez exponía esta idea desde las páginas de Heraldo de Aragón, para que la región la estudiara, la modificara o bien la desechara. Pero pronto llegaron los elogios y adhesiones a esta idea. El 3 de julio se publicó en Heraldo de Aragón una carta de Víctor Balaguer, dirigida a Darío Pérez, elogiando su artículo. Con ella quería demostrar su cariño y aplauso por esta feliz idea de celebrar la Fiesta del Árbol, que es fiesta de paz, de regeneración, de amor, de cultura, de civilización y progreso. Varios medios de comunicación apoyaron también la idea, como el Heraldo de Madrid, La Voz de la provincia, de Huesca, La Opinión, de Madrid, El Pirineo Aragonés, de Jaca, El Eco del Guadalope, de Alcañiz, La Derecha y el Diario de Zaragoza, ambos de la capital. El 11 de julio, Mariano de Cavia, publicó un artículo en El Imparcial, de Madrid, acogiendo la idea expuesta por Darío Pérez. En él se mostraba partidario de la Fiesta del Árbol, que tendía a fomentar la riqueza forestal de España, animando a celebrarla en todas las regiones.

Para recabar apoyos, Darío Pérez escribió una carta directa, sencilla y franca a su antiguo amigo y entonces ministro de Agricultura, Rafael Gasset. La carta de contestación del ministro se publicó en Heraldo de Aragón el 16 de julio.  Gasset había leído el artículo de Darío Pérez y aplaudía su idea, pues su programa incluía la repoblación y el fomento del arbolado para bien de la agricultura. Además, no hacía muchos días que había dictado una disposición relacionada con el arbolado de las carreteras del Estado. Gasset prometía su cooperación y protección a la Fiesta del Árbol, acudiendo personalmente a los festejos que tuvieran lugar, siempre que se lo permitieran las ocupaciones de su cargo. Con este apoyo ministerial, la victoria estaba asegurada. Darío Pérez apostillaba que nunca habían querido que la fiesta proyectada fuera la fiesta del Heraldo, sino la fiesta de Aragón. Solo apuntamos la idea sin ahondarla, cuando corría el riesgo del desamparo.

En el número del 18 de julio de Heraldo de Aragón, se escribía que, en la iniciativa de celebrar la Fiesta del Árbol, se había procurado huir de todo elogio, dejando de publicar muchas cartas y documentos laudatorios para el periódico, ciñéndose solamente a dar las gracias a sus autores.

El 19 de julio Heraldo de Aragón publicaba una carta de Carlos Quijano, desde Mallén, apoyando la iniciativa del periódico. Consideraba que al esfuerzo individual ha de unirse el colectivo y el gubernamental. Había que interesar a las corporaciones para que empiece el siglo XX remediando, en este punto, los males inmensos que la incuria y la ignorancia, puestos al servicio de la codicia, han causado.

Por aquellas fechas, los labradores del Campo de Cariñena se mostraban intranquilos, pues habían aparecido unos síntomas extraños en las viñas de Cosuenda. Se trataba de la filoxera.

El 21 de julio se publicó en Heraldo de Aragón un artículo de Luis Morote, que reconocía que la Fiesta del Árbol no era muy antigua en España, pues a lo largo del siglo XIX se habían sucedido varias guerras civiles. Afirmaba que estas guerras, con los pronunciamientos, motines populares y golpes de Estado, habían sido nuestra fiesta nacional. Y sentenciaba: Si hace falta alguna revolución es esa, la de la fiesta del árbol. También recomendaba leer todos los artículos de Joaquín Costa sobre este tema, elogiando la idea de Darío Pérez, pues, tras del desastre, era la única política que debemos hacer. La de apartarnos para siempre de aventuras de caballerías andantes.

Fiesta del Árbol 1896. Madrid. Grabados de Comba. La Ilustración española y americana, 1896.

El 23 de julio Heraldo de Aragón informaba de una reunión celebrada en el Gobierno civil. La Fiesta del Árbol comenzaba a ser una venturosa realidad. Darío Pérez, responsable de esta larga reseña, consideraba que la regeneración del país pasaba por el trabajo y la conquista del suelo. La Fiesta del Árbol en los Estados Unidos había logrado plantar, desde 1872 hasta entonces, más de trescientos millones de árboles, que representaban un valor de más de cinco millones de pesetas, suma a la que ascendía el gasto de las últimas guerras coloniales. Además, por tener entonces arrasados sus montes, España debía importar maderas por valor de cincuenta millones de pesetas.

Señalaba que a la prensa le competía una alta función social. Recordaba que no muchos meses atrás, alarmados por la alta mortalidad de Zaragoza, Heraldo de Aragón había levantado una bandera humanitaria, donde había escrito: Política higiénica, logrando despertar y conmover conciencias, con ayuda de los científicos. De aquella campaña había quedado clara una afirmación: o se llevaba a cabo el alcantarillado, o Zaragoza desaparecería. Hacía pocos días que el Ayuntamiento de Zaragoza había aprobado entregar 40.000 pesetas, al mejor proyecto de alcantarillado para la ciudad. En esta ocasión, Heraldo de Aragón señalaba otra nueva política: la Política del árbol.

Darío Pérez recordaba que hacía tiempo que el periódico andaba empeñado en implantar en Aragón el culto al árbol, vistas las zonas despobladas de vegetación, inculcando a las nuevas generaciones el amor a las plantas. Conocidas las experiencias extranjeras y los intentos en España, se habían encariñado con la Fiesta del Árbol. Para ello, Darío Pérez había escrito su artículo publicado el 30 de junio, al que siguieron multitud de cartas, artículos y adhesiones, pregonando su acierto. Habían apoyado su idea propietarios, hacendados, alcaldes y arboricultores, además de hombres de ciencia y de trabajo. Las prensas de Madrid y de Zaragoza habían elogiado este propósito. La idea triunfaba. Darío Pérez había escrito una carta sencilla y breve al ministro de Agricultura, que había contestado a favor de colaborar y patrocinar la idea. Y sentenciaba: Teníamos más de la mitad del trabajo andado.

Tras estos pasos, Darío Pérez visitó al gobernador civil para explicarle la idea. Si Heraldo de Aragón encontraba cerrada la puerta oficial, el periódico tenía intención de organizar la Fiesta del Árbol. Si por el contrario, el gobernador aceptaba y prohijaba el pensamiento, Heraldo de Aragón lo dejaría en sus manos. En aquella reunión, el gobernador Cañizares habló con entusiasmo de la fiesta, acogiendo favorablemente el pensamiento del periódico.

Tras esta reunión, el gobernador citó a su despacho al ingeniero jefe de Montes, que no había podido asistir, por estar ausente de la ciudad, al director de la Granja Modelo y al director de Heraldo de Aragón, Darío Pérez. En esta nueva reunión se acordó citar para el 21 de julio, a todas las fuerzas vivas de la ciudad. A ella asistieron el gobernador civil, provisor y vicario general, en representación del arzobispo, gobernador militar de la plaza, alcalde accidental, vicerrector y rector interino, coronel de la Guardia Civil, presidente de la Diputación provincial, presidente de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y representantes de la Cámara Agrícola y del Consejo de Agricultura, Industria y Comercio, director de la Escuela de Artes y Oficios, presidente de la Academia de Medicina, director de la Escuela Normal, presidente del Ateneo, director de la Escuela de Veterinaria, presidente de la Sociedad de Ganaderos, presidente interino de la Sociedad de Labradores, representantes de la prensa local y del Banco de España, ingeniero del Canal Imperial y Darío Pérez, director de Heraldo de Aragón e iniciador de la idea a discutir.

En esta reunión tomaron la palabra el gobernador y Darío Pérez, recordando la génesis de la idea, que había contado con adhesiones de casi todos los alcaldes de la región y con el beneplácito del ministro de Agricultura, que había ofrecido su cooperación y presidiría la fiesta. Darío Pérez señaló que no se trataba de un festejo pasajero, sino que se quería constituir una Asociación de Amigos del Árbol, análoga a las de los Estados Unidos y Cataluña que, con carácter permanente, contribuyera al fomento del arbolado. El desarrollo de este proyecto se confiaría a una junta central, de la que dependerían las provinciales, con las que tendrían relación directa las comisiones locales, formadas por los alcaldes, párrocos y maestros. Darío Pérez propuso que la Fiesta del Árbol fuera el epilogo de las próximas fiestas del Pilar, no ya para plantar los árboles, porque no era la época más adecuada, sino para la constitución de la entidad proyectada, que presidiría el ministro de Agricultura.

Vista la unánime aceptación del proyecto, el gobernador propuso designar una comisión, para que redactase las bases de la asociación y propusiera los medios prácticos para la realización de la fiesta, recabando el apoyo de corporaciones y particulares. Para formar parte de esta comisión gestora, se nombró al gobernador civil, arzobispo, capitán general, rector de la Universidad, director de la Granja Modelo, ingeniero de Montes, ingeniero de Hacienda y Darío Pérez. El director de Heraldo de Aragón declinó este honor, pero fue obligado a aceptar.

También se acordó telegrafiar al ministro de Agricultura, para informarle de la reunión y agradecerle el apoyo ofrecido para la realización del pensamiento, esperando su valiosa cooperación.

El 7 de agosto Heraldo de Aragón publicó un artículo de Pi y Margall, apoyando la proyectada Fiesta del Árbol en Zaragoza, aunque defendía su celebración en todos los pueblos de España. Consideraba que los árboles que se plantaran en las riberas de los ríos, márgenes de los torrentes, bordes de los caminos, calles y tierras incultas, eran símbolos de libertad para los pueblos liberados y un objeto de culto.

En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud celebrada el 27 de julio de 1900, el presidente había leído una carta que le había dirigido el diputado Andrés Blas y Melendo, recomendándole la celebración de una Fiesta del Árbol, idea que se había iniciado en Zaragoza, en beneficio de la repoblación de los montes del término municipal. La Corporación acordó que la Comisión de Instrucción estudiara el asunto. En la sesión del 1 de agosto, el concejal Francisco Lafuente informó que la Comisión de Instrucción proponía que se convocara a una reunión a las personas más idóneas, para discutir y resolver lo más conveniente sobre la Fiesta del Árbol, como así se acordó. En la sesión del 22 de agosto se leyó una circular del gobernador civil, en la que instaba al ayuntamiento a celebrar una reunión, de la que resultaría elegida una Junta local, que debería ponerse en contacto con la de Zaragoza. Los nombres de los componentes de esta junta, debían enviarse antes de fin de mes. Como la Junta local ya estaba constituida, por iniciativa del ayuntamiento, se acordó enviar todos los antecedentes que se pedían.

El 7 de agosto El Mercantil de Aragón informaba que había quedado constituida en Calatayud la Junta de la Fiesta del Árbol, habiéndose nombrado a una comisión, para que se ocupara del desarrollo de esta idea tan beneficiosa para la prosperidad del arbolado.

Heraldo de Aragón publicó el 10 de agosto una carta de Carlos Castel, dirigida a Darío Pérez, y el día 13 un largo artículo de Joaquín Costa, donde recordaba que en 1805 ya se había celebrado una Fiesta del Árbol en Villanueva de la Sierra, reseñada en el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos.

El Diario de Zaragoza recogía el 14 de agosto que Darío Pérez había propuesto a la Comisión de Festejos, que el programa de las próximas fiestas del Pilar recogiera la plantación de un árbol en la plaza de Salamero, con asistencia de autoridades y corporaciones. Al día siguiente, Heraldo de Aragón informaba que se había comenzado a repartir una circular en todos los pueblos de las tres provincias aragonesas, para que se asociaran a la idea propuesta por Darío Pérez. De la próxima asamblea, que se iba a celebrar en octubre, debía salir constituida la Asociación de Amigos del Árbol.

En días sucesivos se publicarían en Heraldo de Aragón varias cartas y artículos de Teodoro Ducay, del ingeniero Puig y Valls, iniciador de la Fiesta del Árbol en Cataluña, Jiménez Baselga, Gumersindo Fraile, Armentero, ingeniero encargado de la repoblación de Lozoya, Ricardo Codorniu, Juan Ángel de Madariaga y Eustaquio de los Reyes, entre otros. El 31 de agosto Heraldo de Aragón informaba de la constitución de la Comisión Local de la Fiesta del Árbol, en el Ayuntamiento de Zaragoza. El 6 de septiembre señalaba el apoyo a la fiesta proyectada, de los gobernadores civiles de Huesca y Zaragoza. El 13 de septiembre se informaba que Santiago Corella había invitado a los labradores, a secundar la iniciativa de la Fiesta del Árbol. Por estas fechas, el Diario de Huesca publicaba también un artículo a favor de esta fiesta.

Heraldo de Aragón informaba el 27 de septiembre, que el ministro de Agricultura iba a entregar a este periódico 1500 pesetas con destino a la fiesta, para que dispusiera de ellas como estimara más conveniente.

La asamblea de los Amigos del Árbol comenzó el día 15 de octubre en el paraninfo de la Universidad Literaria de Zaragoza, donde se presentó el reglamento. Estuvo presidida por el gobernador civil. El 18 de octubre Heraldo de Aragón reseñaba que la asamblea había resultado solemne, concurridísima, espontánea. Y escribía: La política del árbol quiere levantar el espíritu de los pueblos y educar las generaciones venideras, creando costumbres cultas. Entre las conclusiones de la asamblea estaba la de procurar que se conociera el valor y la importancia del arbolado, para conseguir que fuera respetado, que se cuidara con esmero la riqueza existente, formándose Juntas de Amigos del Árbol, de las cuales serían vocales natos el cura párroco y el maestro, y la creación de una Asociación General en Aragón de Amigos del Árbol. Heraldo de Aragón señalaba: La obra de la asamblea quedará como germen de fecundos provechos nacionales, bien como un loable esfuerzo inspirado en el más puro patriotismo.

La Alianza Aragonesa informaba el 14 de noviembre, que los Amigos del Árbol se habían reunido en casa del diputado Luis Latorre, acordando nombrar secretario perpetuo de la Junta aragonesa a Darío Pérez. Además, se había enviado un mensaje a las Cortes para que, con carácter obligatorio, se celebrara anualmente la Fiesta del Árbol. Otros mensajes se enviaron a las diputaciones provinciales, para que apoyaran las pretensiones de la junta.

El alcalde de Zaragoza se comprometió a llevar a cabo la Fiesta del Árbol al año siguiente, obteniendo el acuerdo del Consistorio.

A finales de 1901, la Junta local de Calatayud solicitó al ministro de Agricultura plantas y dinero, para comenzar el próximo otoño la replantación de la llamada cuenca de la Rúa. En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud del 20 de noviembre de 1907, el concejal Juan Blas y Ubide, como presidente de la Comisión de Paseos y Arbolado, dio cuenta de las gestiones practicadas, para establecer un vivero de árboles en el huerto de la ermita de San Lázaro. En la celebrada el 11 de diciembre informó de la repoblación con árboles, de varias calles y plazas de la población, teniendo proyectado ampliar las plantaciones a otras vías. En la sesión del 8 de enero de 1908, Juan Blas propuso la celebración de la Fiesta del Árbol para el próximo mes de febrero, esperando la concesión de una subvención del Estado. La subvención de 250 pesetas, concedida por la Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio, se dio cuenta en la sesión del 25 de marzo y, en vista que no era la época más adecuada para plantar, Juan Blas señaló que la Fiesta del Árbol debería retrasarse hasta el otoño siguiente. En 1909 se volvió a solicitar subvención para la Fiesta del Árbol al Ministerio de Fomento, a iniciativa de Juan Blas. El alcalde había propuesto la fecha del jueves lardero para esta plantación, invitando a los niños de las escuelas, pero hubo de retrasarse, debido al mal tiempo.

Fotografías:

– Fiesta del Árbol de 1915. Madrid. Foto Salazar, Mundo Gráfico, 1915

– Fiesta del Árbol 1896. Madrid. Grabados de Comba. La Ilustración española y americana, 1896.

Documentos consultados:

Archivo Municipal de Calatayud (AMC), Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1900, Sig. 145-3.

AMC, Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1901, Sig. 145-4.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1907, Sig. 146-5.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1908, Sig. 147-0.

AMC, Libro de Actas del Ayuntamiento de Calatayud, 1909, Sig. 148-0.

SIERRA VIGIL, J.M. (2011): La culta y simpática fiesta. La Fiesta del Árbol en la Política Forestal y la Historia de España, Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, Madrid.

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