El banquete del Ayuntamiento de Calatayud al rey consorte en 1864

Francisco Tobajas Gallego

            En el Archivo del Museo del Ferrocarril de Madrid- Delicias, se conserva una foto anterior a 1864 de un coche real, que la Compañía Madrid-Zaragoza-Alicante preparó para la reina Isabel II. Se trataba de un coche de dos ejes y puertas de acceso situadas en el centro del vehículo, al que se llegaba por una escalinata. El coche llevaba el escudo de la casa de los Borbones en las esquinas y en la parte superior de las puertas.

            En 1864 la Compañía Madrid-Zaragoza-Alicante construyó el primer tren real de España, con motivo de la inauguración de la línea de Madrid a Zaragoza. Este tren lo estrenó el rey consorte Francisco de Asís Borbón, para trasladarse a los baños de Alhama de Aragón.

            El tren llevaba cinco coches. Un coche salón o de recepciones, otro de descanso, otro con un salón para los ministros y séquito, otro que hacía de comedor y otro de cocina. A estos se unían todos los coches auxiliares necesarios. El coche salón estaba revestido de damasco rojo, con techo en raso blanco. Los sillones, sillas y divanes eran de tapicería de gobelinos. Sobre el sofá se apoyaba un tapiz, con las armas reales bordadas a mano. En medio del salón destacaba una mesa de alas de caoba y bronce.

            Desde un gabinete se accedía al coche dormitorio, que estaba dividido en tres departamentos. El primero disponía de dos divanes-cama y butacas, el segundo era el dormitorio real y el tercero cumplía las funciones de vestidor, con tocador, armarios y retrete. La tapicería era de damasco azul, con estampado de flores de lis y coronas.

            El coche para los ministros estaba dotado de varios divanes-cama, sillones, butacas, tocador y retrete. El coche comedor disponía de una mesa central ovalada, para doce cubiertos, aparadores y tapicería de piel de Rusia. Las sillas llevaban las iniciales del rey.

            Los coches no llevaban calefacción, por ello se les había dotado de caloríferos con agua hirviendo. Los calentadores se renovaban en cada parada.

            El rey, enfermo de reumatismo, visitó el balneario de Alhama de Aragón el 23 de septiembre de 1863. En 1860, Manuel Matheu había iniciado la construcción del nuevo balneario. Gracias al apoyo del rey, Matheu consiguió modificar el trazado de la línea férrea, para hacerla pasar por los terrenos del balneario y tener así su propio paso a nivel en la estación de Alhama.

   Francisco de Asís Borbón

            En julio de 1864 Matheu construyó los Baños del Rey. En el verano de aquel año, la prensa publicaba la posibilidad de que el rey visitara las Termas Matheu, para conocer el pabellón erigido en su honor. La Correspondencia de España, del 22 de julio de 1864, señalaba que el coste de esta obra había ascendido a cuarenta y tantos mil duros. La obra y su ornamentación eran de estilo árabe y había sido dirigida por el artista Ramón Padilla. Las pilas eran de una pieza y de un tamaño considerable. El Diario de Zaragoza informaba que el edificio se levantaba al pie de un cerro, rodeado de jardines. El vestíbulo daba entrada a un salón árabe. Las salas de baño disponían de dos pilas de mármol de una pieza, provenientes de las canteras del mismo Matheu de Alhama. Pesaban 6000 y 6300 kilos. En el artesonado del techo de la sala de baño, se leía en caracteres árabes: A la salud y gracia de SS. MM. doña Isabel II y don Francisco de Asís, Manuel Matheu. Dios de bendición y gracia.

            Matheu también construyó para los reyes una casa-palacio, en la cúspide de un monte con vistas al lago. Constaba de cuatro pisos, buhardilla y torre que lo coronaba. Esta casa-palacio al igual que los Baños del Rey, no fueron utilizados por los reyes, debido a la revolución de 1868. Esta Revolución de Septiembre, llamada también la Gloriosa, destronó a Isabel II, que tuvo que marchar al exilio, dando comienzo al llamado sexenio democrático (1868-1874).

            En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud del 7 de septiembre de 1864, se vio un oficio del gobernador civil, fechado el día anterior. En él informaba que el rey consorte iba a hacer su entrada en Zaragoza aquella misma tarde y saldría para Madrid la mañana del día 9, deteniéndose en la estación de Calatayud. El gobernador pedía al ayuntamiento, que el rey consorte tuviera un digno recibimiento. Por ello se acordó que, en corporación, se saliera con anticipación a recibir a su majestad a la estación de tren, cuyo edificio se adornaría con colgaduras y banderas. Se avisaría a la banda de música y se invitarían a todas las autoridades, corporaciones y empleados del gobierno. Al vicario general se enviaría un oficio, para que la llegada del rey se anunciara con un repique general de campanas, a la señal que hiciera la del reloj antiguo de la ciudad. También se acordó que el presidente y el regidor síndico dispusieran un bufet en la estación, en obsequio al rey y su comitiva.

            El Correo de Aragón publicaba el 10 de septiembre que, con motivo de la feria de Calatayud, se habían puesto, además de los trenes ordinarios, varios trenes especiales entre Ricla y Calatayud. Este mismo diario recogió las actividades del rey consorte en su corta estancia en Zaragoza. El rey había visitado los establecimientos de beneficencia de la ciudad, dejando 50 000 reales para repartir entre los pobres más necesitados. Los componentes del ayuntamiento zaragozano y los diputados provinciales, le habían pedido la línea de ferrocarril del Pirineo Central, por medio del diputado Emilio Navarro y del teniente de alcalde Valero Ortubia. El rey les contestó que la reina estaba inclinada a favor de esta línea por Canfranc.

            El rey también promovió por suscripción las obras del Pilar, tomando posesión de la presidencia de la Junta Magna de las Obras. El redactor señalaba que desconocía la cantidad con la que se había suscrito el rey.

            La noche del día 8, después del banquete en el palacio arzobispal, con las comisiones de la corporación municipal y provincial, hubo fuegos de artificio. La banda de música, que había tocado en la Plaza de la Constitución, se había retirado mucho más tarde de la medianoche.

            Al día siguiente, a las nueve y media de la mañana, el rey se dirigió a la estación del ferrocarril, acompañado por las tropas y las corporaciones oficiales de comitiva. Tras su marcha, los cuerpos de infantería se retiraron a sus cuarteles, desfilando por el Paseo de la Independencia.

            En la sesión del Ayuntamiento de Calatayud del 20 de septiembre, se vio una petición de los campaneros, pidiendo una gratificación por haber tocado las campanas el pasado día 9, por la llegada del rey. La corporación no aceptó esta petición.

            También se vio la cuenta que había presentado el fondista de la estación de tren, Augusto Autrand, por el bufet que le había encargado el ayuntamiento en obsequio al rey, que ascendía como única partida a 25 000 reales. Los concejales reconocieron que esta cifra era exagerada y hasta escandalosa, teniendo en cuenta lo que se había pedido y servido en este menú. Por ello no estaban dispuestos a pagar este abuso, considerando la cantidad servida y la calidad de los alimentos. Se acordó que el secretario manifestara al fondista, que el ayuntamiento estaba dispuesto a entregarle 4000 reales, cantidad con que la que consideraba bien pagado su trabajo, según lo encargado y servido en el banquete.

            El 12 de noviembre se vio una comunicación del gobernador civil, que acompañaba una exposición de Augusto Autrand, fondista de la estación del ferrocarril, con la lista del ambigú, cuyo importe reclamaba. El ayuntamiento acordó que, para tratar el informe que se pedía, había que celebrar previamente una reunión con los mayores contribuyentes, pasando los antecedentes al alcalde y síndico para que, con pleno conocimiento de datos, ilustraran a la municipalidad sobre los hechos.

            El 30 de noviembre se presentaron los gastos de los festejos, con motivo de la visita del rey, excepto el gasto del almuerzo que se había dispuesto, por hallarse pendiente de pago.

            El mismo día se reunieron los mayores contribuyentes, con igual número de concejales, para dar cumplimiento a lo ordenado por el gobernador. El secretario leyó la comunicación del gobernador, con la instancia de Autrand. Una vez conocidos los antecedentes y expuestas las justas razones que asistían al ayuntamiento y a los mayores contribuyentes, para oponerse al pago de la exorbitante cifra de 25 000 reales reclamados, se acordó por unanimidad que el informe se pusiera en limpio como estaba redactado y se remitiera al gobernador, con la devolución de la instancia que lo motivaba. Los mayores contribuyentes dieron su voto de confianza al ayuntamiento, para que gestionara lo más conveniente en este asunto, gesto que agradeció el alcalde.

            En la sesión celebrada el 25 de abril de 1865, se informó que el fondista Autrand había reducido la factura de gastos, por el bufet servido al rey consorte el 9 de septiembre del año pasado, a los 4000 reales que le había ofrecido pagar el ayuntamiento, según se había tratado en la sesión del 20 de septiembre. Por tanto se acordó pagarle al fondista esta cantidad, con cargo al presupuesto municipal.

            El 21 de junio se libraron 5684 reales 25 céntimos, a favor del depositario del ayuntamiento, cantidad a la que ascendían los gastos suplidos por él mismo, de los festejos que se habían celebrado con motivo del paso del rey consorte por la ciudad. Esta cantidad se pagaría de la partida de los ingresos extraordinarios.

            Documentos consultados:

            Archivo Municipal de Calatayud (AMC), Libro de Acuerdos del Ayuntamiento Constitucional de la Ciudad de Calatayud, 1864, Sig. 117.

            AMC, Libro de Acuerdos del Ayuntamiento Constitucional de la Ciudad de Calatayud, 1865, Sig. 118.

            Francisco de Asís Borbón: rey consorte mecenas de las Artes. Bicentenario de su nacimiento 1822-2022, Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado, Madrid, 2022.

            Moreno Burgos, M. D. y García Lozano, I. (2003): «Los trenes reales españoles, el lujo ferroviario», Vía Libre, 465, 69-72.

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